Jose L. Centella Gomez •  Opinión •  28/05/2025

Análisis de coyuntura – Mayo 2025

Nadie puede dudar de que, para bien o para mal, desde su regreso a la Casa Blanca,  Trump ha dado un golpe al tablero político, con movimientos rápidos y, en ocasiones,  contradictorios. Pese a lo esperpéntico que puedan parecer en las formas, dichos  movimientos tienen un objetivo claro y definido: marcar un terreno con una fortaleza,  aparente o real, desde el cual tratar de recuperar el protagonismo de Estados Unidos en  el ámbito geopolítico internacional. Se trata de alcanzar la iniciativa política perdida desde  el final de la etapa de Obama, y agravada en el tiempo de la pandemia del Covid19. 

Esa pérdida de iniciativa no fue contrarrestada por la táctica de Beijing, que trató de  construir una gran alianza de países, autodenominados cínicamente, como democráticos  para confrontar a aquellos que ellos mismos se atribuían el derecho de calificar, también  cínicamente, como autoritarios. 

En los movimientos de Trump hay un objetivo central, frenar el avance del  multilateralismo. Objetivo que responde al convencimiento de que el capitalismo no puede  admitir un multilateralismo que acabe con la existencia de un bloque hegemónico que  imponga las reglas y normas a las que debe someterse el resto de la comunidad  internacional. 

Un informe del Departamento de Estado norteamericano lo señalaba gráficamente: “no  hemos ganado la Guerra Fría del siglo XX, para no poder ejercer un liderazgo mundial,”. 

Este intento de frenar el multilateralismo y el avance de las potencias emergentes, y de  manera fundamental a China, D. Trump busca reinstaurar un orden unilateral, basado en  las reglas dictadas por los centros de poder del imperialismo y ejecutadas mediante sus  instrumentos económicos, políticos y militares como la OTAN, la Unión Europea, el FMI,  entre otros. 

En este 2025, Donald Trump va a jugar dos bazas: por un lado, tratará de redefinir la  OTAN para que la financien los europeos, mientras la dirigen los estadounidenses; por  otro lado, tratará de frenar el avance de la alianza BRICS+, para impedir que se convierta  en la base de un nuevo orden internacional de carácter multilateral más justo, en lo social,  económico e institucional.

Los medios de comunicación del imperialismo ya tienen escritos los titulares de ambas  cumbres: “Éxito de la cumbre de la OTAN en La Haya” y “Fracaso de la cumbre de los  BRICS en Brasil”. Ahora, los instrumentos políticos, económicos y mediáticos del imperio  tratarán de ajustar la realidad a esos titulares y objetivos. 

En relación con la cumbre de la OTAN, Donald Trump está maniobrando, generando una  presión arancelaria sobre Europa, como instrumento para redefinir las relaciones  económicas entre la Unión Europea y Estados Unidos. Su objetivo es que estas sean más  favorables a los intereses económicos y militares estadounidenses, incluyendo el  aumento del gasto militar por parte de los países europeos, una mayor desvinculación de  la Unión Europea respecto a China, y una mayor subordinación en las relaciones con  Estados Unidos. 

Respecto a la cumbre de los BRICS, Trump busca influir sobre aquellos países que  considera más vulnerables, intentando que jueguen un papel de “caballo de Troya” dentro  de la alianza, desviándola de su objetivo de constituirse como pilar de un orden  internacional multilateral con capacidad para cuestionar las instituciones económicas  sobre las que el capitalismo basa su dominio.  

En este sentido, los principales países susceptibles de cumplir ese papel serían India,  marcada por su conflicto con Pakistán y sus tensiones con China, y Arabia Saudí,  tradicional aliado de Estados Unidos en el convulso mundo árabe. 

Además, Trump ha realizado movimientos en relación con Brasil y Rusia para que  disminuya su interés en desarrollar los acuerdos adoptados en la cumbre de Kazán, aquí hay que tener en cuenta que sí bien en dicha cumbre no se planteó la creación de una  moneda única para los BRICS, que sería imposible dado que sus economías son muy  diversas, sí se propusieron mecanismos de pago y colaboración mercantil que reduzcan  la dependencia del dólar en la economía mundial, cuestión que no debemos olvidar es  uno de los principales instrumentos de hegemonía de Estados Unidos en el mundo. 

También se encuentran sobre la mesa los esfuerzos de Trump por convertirse en  protagonista de un eventual acuerdo para detener la guerra en Ucrania. Tal logro,  amplificado mediáticamente, podría mejorar su imagen internacional, hoy fuertemente  asociada al autoritarismo y la agresividad. Sin embargo, su principal objetivo es que las  condiciones de la Ucrania posterior al conflicto estén supeditadas a los intereses  económicos y geopolíticos de Estados Unidos. 

¿Logrará Donald Trump sus objetivos? ¿Conseguirá que, tras las cumbres de la OTAN y  de los BRICS, Estados Unidos se encuentre en mejor posición para imponer sus  intereses?  

Responder a estas preguntas no es sencillo en este momento. Ello dependerá, no solo  del resultado de las presiones y chantajes a los que Trump está sometiendo a la  comunidad internacional, sino que también dependerá de la capacidad de reacción del  resto de actores que inciden en la reconfiguración del tablero político en este final de  2025.

En este sentido, sin pretender sentar cátedra, ni dar lecciones a quienes tienen más  herramientas para el análisis y la acción que nosotros, se pueden plantear algunas  consideraciones: 

1. Activar una voz alternativa que, en los días de las cumbres de la OTAN y de los  BRICS, defienda los beneficios del multilateralismo. Esta voz debe proponer una  salida pacífica y justa a la actual espiral belicista, promover un modelo de seguridad  humana, global e integral, y apoyar una cooperación al desarrollo que permita sacar de  la pobreza, la enfermedad y el hambre a millones de personas. El Foro Internacional por  la Paz, que se celebrará en junio en Bruselas, pretende ser esa voz decidida a influir en  la agenda internacional. 

2. Esperar que la cumbre de los BRICS en Brasil (julio) sea exitosa en la medida en  que no ceda ante el chantaje ni permita la desvinculación de países respecto a los  objetivos trazados en Kazán. Es fundamental que quienes asuman un rol protagónico en  esta cumbre comprendan la necesidad de adaptar los ritmos y las formas de  consolidación de los BRICS a las condiciones impuestas por la agresividad del bloque  occidental. Deben asegurar que todos los países que han acompañado el proceso de  construcción de los BRICS se sientan cómodos y representados en su interior. 

3. Tomar conciencia de la importancia de la batalla comunicacional, para evitar que  se imponga el relato de Trump y sus aliados europeos sobre la cumbre de la OTAN.  Debemos confrontar el argumento de que un país más armado es un país más seguro. 

4. Defender la necesidad de convertir la próxima Asamblea General de Naciones  Unidas en una plataforma en defensa del multilateralismo. Para ello, es  imprescindible una reforma integral de la ONU, incluido el Consejo de Seguridad, con el  objetivo de hacerlo más democrático, representativo y eficiente. Esto implica, entre otras  cosas, aumentar la presencia de países en desarrollo en dicho consejo, como ya se  planteó en la cumbre de Kazán. 

5. Intensificar la campaña de apoyo a los países latinoamericanos y caribeños que  están siendo agredidos por Donald Trump por defender su soberanía territorial. Esta  campaña debe subrayar el derecho de América Latina y el Caribe a utilizar sus recursos  naturales en beneficio de sus pueblos. 

6. Poner en valor la Nueva Ruta de la Seda, como el mayor y más efectivo programa  de cooperación al desarrollo de la historia. Es necesario explicar y apoyar las iniciativas  de desarrollo, seguridad y civilización global ofrecidas por China, entendidas como  instrumentos para construir una convivencia pacífica entre los Estados y pueblos del  planeta, en armonía con la naturaleza.  

En definitiva, se trata de ser conscientes de que el capitalismo, en su fase imperialista  más depredadora, belicista y cínica, tiene un plan. Un plan que adapta a cada momento  y territorio. Por ello, las fuerzas sociales y políticas que defendemos el derecho de los  pueblos a vivir en paz y libres de dominación, necesitamos articular un plan propio, porque  solo un plan puede enfrentarse a otro plan.

Este plan no debe ser uniforme. La diversidad propia de la lucha antiimperialista exige  que exista coordinación y cooperación entre los distintos planes que desarrollan las  articulaciones internacionales. El objetivo es dejar de pensar y actuar por separado, y  encontrar formas de intervención coordinadas en momentos clave, porque esa es la única  vía para ganar eficacia. 

Este es el reto al que debemos dedicarnos en los próximos meses, conscientes de que  en nuestras manos está, en gran medida, la posibilidad de responder a la responsabilidad  histórica que nos corresponde en este momento. 

Jose L. Centella Gómez 

Asociación Patrice Lumumba  

Mayo 2025


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