José Haro Hernández •  Opinión •  27/12/2016

Salarios

‘No se puede pagar 3 o 4 euros por el arreglo de una habitación de hotel’, ‘no es de recibo despedir pagando 20 días por año trabajado para empezar a subcontratar mediante externalizaciones que rebajan un 40% los salarios’. No son palabras de un ‘populista’ de extrema izquierda o de un sindicalista ‘irresponsable’. Las pronunció Antonio Catalán, presidente de AC Hoteles, el pasado Noviembre. Y tuvieron la virtud de insertar con contundencia en la sociedad una cuestión, la que hace referencia al nivel de los salarios españoles, que hasta ese momento había sido patrimonio casi exclusivo de la izquierda anticapitalista.

                Y es que hay algo muy anómalo en el nivel retributivo de los trabajadores y trabajadoras de este país. Basta con echar mano de las estadísticas para comprobarlo. Tomemos como referencia la economía y salarios de dos países de nuestro entorno. Uno con mayor nivel de renta, Francia; y otro con menor, Grecia. Nuestro país vecino del norte tiene una renta por habitante en paridad de poder adquisitivo aproximadamente un 15% superior a la nuestra. Pues bien, el salario mínimo francés es un 122% superior al español. Y el salario medio está un 44% por encima. Vayamos con el país heleno. Éste tiene una renta per cápita, también en paridad de poder adquisitivo, un 43% inferior a la española. Sin embargo, su salario mínimo es un 4,2% superior. Y el salario medio español sólo supera al griego en un 29%. Como se aprecia, algo no cuadra en estos números, que dibujan un perfil de las retribuciones de los asalariados hispanos muy poco proporcionadas con respecto a nuestro nivel de renta y riqueza. En ello abunda precisamente un reciente estudio de la Comisión Europea, que refleja que en lo tocante al Índice de Bienestar, las regiones españolas obtienen peor nota que otras regiones de Europa y del mundo con un nivel de riqueza similar. Sin duda, los más bajos salarios españoles respecto de otras zonas con una renta equiparable tienen mucho que ver en este desequilibrio.

                Lo cierto es que la realidad indica que nuestros salarios estarían por debajo de lo que podríamos denominar su valor de mercado, es decir, aquél que guardaría correspondencia con la riqueza efectiva del país y con el peso del consumo interno en el conjunto de la actividad económica(en torno al 70%). Manifestación ello de una profunda y creciente desigualdad, tanto entre los salarios como entre éstos y las rentas del capital. No en vano España es el país más desigual de la OCDE y en que el 30% de la gente que tiene empleo no llega a fin de mes ni puede mantener una vida digna. Somos más ricos que nunca (a pesar de la crisis reciente) y nunca antes un sueldo había significado tan poco.

Puesto que esta situación tan peculiar de España no encuentra su fundamento en la Economía, hay que buscarlo en la política. Efectivamente, el peso político de las oligarquías de siempre en la construcción de esta democracia de baja calidad, es determinante en esta asimetría entre salarios y riqueza per cápita. Por un lado, las empresas dominantes de este país son las del ÍBEX 35, que proveen de servicios a la población en régimen de oligopolio e incluso monopolio, por lo que sus ingresos tienen una independencia relativa de la capacidad de compra de la mayoría de la población. Por otra parte, un porcentaje importante del tejido empresarial depende de la capacidad adquisitiva de los turistas extranjeros(hostelería, restauración) por lo que pueden reducir costes pagando salarios bajos.

Con todo, esta disfuncionalidad no podría ser posible sin la complicidad de las fuerzas políticas. Las reformas laborales del PSOE y del PP son determinantes en esta merma de salarios. Y más recientemente, su acuerdo de subida del salario mínimo en un 8% (a pesar de que el Congreso de Diputados y los sindicatos habían pedido un 25%), muestra que ambos partidos, más Ciudadanos, siguen apostando por una fuerza de trabajo desvalorizada en una sociedad muy desigual.

                               

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