Germán Gorraiz López •  Opinión •  27/05/2023

¿Necesitan Biden y Netanyahu una nueva guerra?

El retorno al Poder de Netanyahu en coalición con varios partidos ultraderechistas y ultraortodoxos sería un misil en la línea de flotación de los Acuerdos de Oslo pues piensa continuar con la sistemática campaña de asentamientos ilegales, cuyo penúltimo episodio sería el anuncio de la creación de las nuevas colonias de Asif y Matar con el objetivo confeso de «doblar la población de los Altos del Golán» así como una sería amenaza a la sui generis democracia israelí al intentar liquidar la actual separación de poderes.

Dada la inestabilidad política, social y de seguridad en el que se encuentra el país, Netanyahu (sirviéndose de la dictadura invisible del temor al Tercer Holocausto, proceda de Hamás, de Hezbolá o de Irán), aprovechará la ocasión para desencadenar un ataque sorpresa contra Irán con la esperanza de que la chispa se extienda por todo el barril explosivo de Oriente Medio.

Israel considera a Irán el mayor exportador de terror y de violación de los Derechos en el mundo, al tiempo que denuncia que Irán sigue enriqueciendo uranio y se acerca peligrosamente a la obtención de una bomba nuclear y asimismo, Netanyahu necesita imperiosamente que la niebla del olvido cubra con su manto el proceso judicial en el que está acusado de soborno, fraude y abuso de confianza y que según sus palabras tan sólo sería un “Golpe de Estado Judicial para apartarlo del Poder”. 

En consecuencia, Israel estaría moviendo ya sus piezas del Mosad para mediante atentados mediáticos y selectivos desestabilizar el régimen del líder supremo, ayatollah Ali Khamenei, al tiempo que habría sellado alianzas con Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí para conformar una entente contra Irán.Así, según un informe del portal Veterans Today, “Israel estaría trasladando armas de defensa aérea, artillería de largo alcance, helicópteros y aviones de combate F-15 a Erbil, capital del Kurdistán iraquí, para una guerra más amplia contra Irán” (Operación Persia) que sería la baza secreta Joe Biden para incrementar su popularidad cara a las elecciones Presidenciales de 2024.

Así, los indicios de senilidad de Biden, el fiasco de Afganistán, una inflación desbocada y la posible entrada en recesión de la economía el año venidero, habrían hundido la popularidad del mandatario demócrata  hasta el 30%, lo que podría facilitar el  retorno triunfal de Donald Trump en las presidenciales del 2024, pero Biden guardaría un as en su manga.

 Así, dado que las reservas estratégica de EEUU están en máximos y el coloso chino representa un desafío creciente a la hegemonía económico-militar estadounidense y tras el fracaso de la revolución de colores  teledirigida por la CIA contra el gobierno iraní y conocida como la «Revuelta del velo islámico», Biden se servirá de un inicial ataque sorpresa de Israel a Irán para iniciar una nueva Guerra en Oriente Medio con el doble objetivo de secar las fuentes energéticas de China e incrementar su popularidad cara a las presidenciales del 2024.

Es la hora del Gran Israel?

El objetivo inequívoco de la Trilateral EEUU-Gran Bretaña-Israel sería desencadenar un nuevo conflicto con Irán para proceder a rediseñar la cartografía del puzzle inconexo formado por los actuales países de Oriente Próximo y Medio y así lograr unas fronteras estratégicamente ventajosas para Israel, siguiendo el plan orquestado hace 60 años de forma conjunta por los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel y que contaría con el respaldo de los principales aliados occidentales .

Dicho Plan aspira a resucitar el endemismo del Gran Israel (Eretz Israel), ente que intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Gran Israel (Eretz Israel), que bebería de las fuentes de Génesis 15:18, que señala que “ hace 4.000 años, el título de propiedad de toda la tierra existente entre el Río Nilo de Egipto y el Río Eúfrates fue legado al patriarca hebreo Abraham y trasferida posteriormente a sus descendientes”. 

Ello supondría la restauración de la Declaración Balfour (1.917), que dibujaba un Estado de Israel dotado de una vasta extensión cercana a las 46.000 millas cuadradas y que se extendía desde el Mediteráneo al este del Éufrates abarcando Siria, Líbano, parte noriental de Irak , parte norte de Arabia Saudí , la franja costera del Mar Rojo y la Península del Sinaí en Egipto así como Jordania, que pasaría a denominarse Palesjordán tras ser obligado a acoger a toda la población palestina de las actuales Cisjordania y Gaza forzada a una diáspora masiva ( nueva nakba). 


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