Narciso Isa Conde •  Opinión •  25/06/2019

A Martha Harnercker

A Martha Harnercker

“Casi siempre, antes de comenzar la bilateral, intercambiaba con Martha las últimas de nuestras respectivas familias y algunas reflexiones políticas-teórica recientes del quehacer revolucionario en el Continente…”

Este fue el mensaje, que a raíz del fallecimiento de su madre, le envié a Camila Piñeiro Harnercker, hija de Martha y del Comandante Manuel Piñeiro, el legendario Barba Roja.

QUERIDA CAMILA:

Excúsame la tardanza debido a que estuve bien complicado y por momento sin señal. Sabes de mi cariño hacia tu papá y hacia Martha, ambos admirables por su entereza y su talento. Siempre recibí las informaciones de ella sobre su estado de salud y la continuación de sus valiosos trabajos. Entonces la admiré más, mucho más. !CUANTO VALOR! Razones sobran para sentirnos orgullosos/as, es mi caso y el de Lourdes, de haber sido sus camaradas y amigos/as. TE ABRAZO FUERTE, BIEN FUERTE. Narso.

A Piñeiro lo conocí en 1965 cuando viajé a Cuba recién concluida la Guerra Patria contra el yanqui invasor, mucho antes de estar casado con la intelectual marxista chilena.

A Martha también la recuerdo en esa ocasión cuando se hospedó en el Hotel Riviera en trajines internacionalistas similares. Ya antes la generación revolucionaria a la que pertenecíamos conocíamos algo de sus esfuerzos por difundir el marxismo con un interesante toque latino-caribeño.

·         EL DESPLIEGUE DE UNA LINDA CAMARADERÍA.

Consumado más tarde ese interesante matrimonio, de quien Manuel, con su gran sentido del humor nos decía que era “esencialmente dialectico, fruto de la unión de la teoría con la práctica”..

A Camila la conocí desde muy pequeña, porque  muchas veces, tan pronto me hospedaba en uno de los hotelitos o en una casa de protocolo, me “tiraba”, por sugerencia del propio responsable del Departamento América, a su casa de familia, donde muchas veces iniciábamos los intercambios, no pocas veces de carácter conspirativo. 

Casi siempre, antes de comenzar la bilateral, intercambiaba con Martha las últimas de nuestras respectivas familias y algunas reflexiones políticas-teórica recientes del quehacer revolucionario en el Continente; generalmente precedido de la entrega de unos dulcitos de ajonjolí, que le encantaban a ella, y dulce de cajuil o marañón en almíbar, el preferido del comandante.

 Todo esto al calor del estrechamiento de las relaciones de amistad y de los vínculos políticos de nuestro Partido Comunista Dominicano-PCD con el PCC cubano y el constante compartir en las luchas continentales.

Recuerdo, que raíz del fallecimiento de su padre, Camila me escribió una nota solicitándome mi opinión sobre su padre y yo entre varias apreciaciones testimoniales que lo enaltecen, le dije, con todo lo que eso implica, que nuestro querido Barba Roja había sido, si no el Canciller del Estado Cubano, si el Canciller cubano del proyecto inconcluso de la revolución continental.

Con Martha compartí a lo largo de muchos años la participación en Nicaragua en numerosos eventos relacionados con los procesos centroamericanos y continentales realizados en Nicaragua, Panamá y El Salvador; en reflexiones y debates colectivos sobre el mundo cambiante que se precipita luego de la “caída del Muro de Berlín” impactando a toda Nuestra América, y con el significado de la nefasta estrategia neoliberal y sus efectos sobre nuestras sociedades.

Entre esa convocatorias se destacan los Encuentros del Foro de Sao Paulo; los interesantes intercambios teóricos organizados por la Fundación de Investigaciones Marxistas del Partido Comunista de España, entonces dirigida por el contestatario Manuel Monereo; los magníficos Seminarios de la Revista América Libre con sede  en Argentina y respaldados por el PC de ese país y su Secretario General Patricio Echegaray, los Seminarios anuales del Partido de los Trabajadores de México e incontables actividades de ese tipo realizadas en Cuba.

En ellas siempre participaron un amplio arcoíris de intelectuales y lideres de izquierda de todo el planeta y no pocas veces Martha nos premiaba con una de las obras de su prolifera y siempre interesante producción intelectual.

Con el fallecimiento de Martha Harnercker concluye esa producción propia de cara al porvenir de un proceso tan difícil como promisorio; no así la valiosa memoria que  ella deja a las nuevas generaciones en ese largo y trascendente periodo de nuestra convulsionada historia.


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