Luis Valcarce •  Opinión •  24/11/2021

Queremos ir a misa

Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.” Karl Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte.

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, acudió por error el pasado día 20 a una misa en memoria de Franco en Granada, circunstancia que ha sido agradecida públicamente por la Fundación Francisco Franco. Este hecho y su tratamiento mediático ponen de manifiesto los graves déficits (neuronales en algún caso) de la Segunda Restauración Borbónica.

Vaya por delante que viendo el perfil del señor Casado me resulta perfectamente verosímil que pueda ir a una misa en memoria de Franco sin percatarse. De hecho, estoy plenamente convencido de que podría estar en presencia de Franco resucitado y no enterarse. Quod natura non dat, Aravaca non praestat.

Dicho esto, lo relevante no es que Casado vaya a misa (se le presupone) o que se haya metido en una misa en memoria de Franco sin darse cuenta (es plausible). Lo relevante, y anómalo, es que en España se permita que la Iglesia Católica celebre ceremonias religiosas en memoria de un criminal como Franco y que exista una fundación llamada Francisco Franco.

¿Alguien con dos dedos de frente se imagina a una confesión religiosa celebrando cada 30 de abril una ceremonia en memoria de Adolf Hitler en Alemania? ¿O que pudiera existir una fundación Adolf Hitler? Nadie se lo imagina porque en Alemania existe una legislación que lo impide y una conciencia social que lo sanciona.

Sin embargo, en España, esa “deformación grotesca de la civilización europea”, se hacen misas en memoria del dictador, existe una fundación con su nombre plenamente legal y hay un sector social que considera como absolutamente natural homenajear a un criminal, traidor y corrupto antítesis de la más elemental ética política y moral personal, utilizando para ello el amparo de la Iglesia Católica, organización que sigue estando a día de hoy amparada y financiada por el Estado español.

La continuidad de la relación entre la Iglesia Católica y los sectores más reaccionarios de la derecha y la total imbricación de esta confesión en el Estado español, suponen un déficit democrático que tiene tanto de tragedia cívica como de farsa política.

Lo vimos con motivo del desalojo de la momia de Cuelgamuros; personajes berlanguianos berreando “¡queremos ir a misa!” cuando lo que querían era hacer apología del franquismo y ya va siendo hora de ponerle fin.


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