Hedelberto López Blanch •  Opinión •  21/05/2020

FMI lanza sus tentáculos sobre América Latina

Aprovechando la estrepitosa caída de las economías de América Latina por la propagación del coronavirus Sars-Cov-2, el Fondo Monetario Internacional (FMI) lanza nuevamente sus tentáculos de control económico y político contra la región al otorgar créditos de emergencia bajo sus leoninos métodos.

Solo del 15 de abril al 13 de mayo, el organismo internacional aprobó préstamos por alrededor 14 780 millones de dólares a 13 de los 17 países de la región, que los habían solicitado para enfrentar la pandemia.

Para esos fines, el Fondo recurrió a dos herramientas de emergencia: el Mecanismo de Crédito Rápido, (RFC por sus siglas en inglés) que presta asistencia inmediata con condiciones limitadas a Estados de bajos ingresos que tienen necesidades urgentes de equilibrar su balanza de pagos; y el Instrumento de Financiamiento Rápido (RFI), con los mismos objetivos, pero para todos los países miembros del organismo.

En ambos casos se flexibilizan los créditos sin que ello implique revisiones de las políticas económicas de los beneficiarios, que sí se aplican en otros tipos de deuda.

Pero, fíjense bien, a la par que reconoció las políticas sociales aplicadas hasta ahora por los gobiernos, advirtió que, en la etapa posterior a la pandemia, se deberán repetir las añejas recetas de ajuste del gasto público.

A las naciones que se les autorizaron los créditos cuyas cifras aparecen en millones de dólares son: El Salvador (389), Panamá (515), Bolivia (320), Haití (111,6), Paraguay (214), Dominica (14), Granada (22) Santa Lucía (29), Costa Rica (504), República Dominicana (650), Ecuador (643.7), Honduras (530) y Colombia (10 800). 

Otros países también han solicitado empréstitos como Jamaica (65), Perú (11 000), Chile (23 000).

En muchos de esas naciones, los gobiernos utilizarán los empréstitos para ayudar a las grandes empresas y negocios a solventar la crisis y no van destinados a resolver los graves problemas de la mayoritaria población.

Recordemos que tanto el FMI como el Banco Mundial son organismos financieros creados en 1944, durante la reunión celebrada en Bretton Woods, poco antes de terminar la Segunda Guerra mundial. Han estado dominadas desde un principio por Estados Unidos y las potencias europeas occidentales, y actúan en contra de los intereses de los pueblos.

El FMI tras un periodo de declive al ser rechazado por imponer políticas económicas en detrimento de las grandes mayorías del mundo, esta tratando nuevamente de convertirse en el inspector financiero del orbe.

El poder de este organismo se basa en que sus programas de ajuste tratan de imponer la confianza de los mercados internacionales de capital en el país deudor. Sin el visto bueno del Fondo, que como censor determina la voluntad y capacidad de un país para pagar el servicio de la deuda, no se abren generalmente las puertas para la entrega de empréstitos.

Como ya ha sido su práctica esencial de control, las naciones que reciben este “beneficio” deben someterse a condicionamientos que van desde recomendaciones no obligatorias hasta inspecciones extremas con imposición de sanciones de carácter forzoso.

Los empréstitos que realiza esa institución como su hermanastra del Banco Mundial, tienen como fin influenciar sobre sus políticas internas, pues el endeudamiento externo es utilizado como un valioso instrumento para someter a los deudores.

La historia de estos dos organismos financieros está plagada de violaciones de los pactos internacionales sobre derechos humanos, sostenimiento y apoyo a gobiernos de derecha y hasta de dictaduras militares como las que tuvieron lugar en Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Nicaragua y Chile en el siglo pasado.

Consecuente con esa política, las solicitudes de Nicaragua y Venezuela, que en estos días también pidieron un empréstito debido a la crisis que les ha ocasionado el nuevo coronavirus, resultaron rechazadas por el Fondo.

Sobre Venezuela, cuyo presidente Nicolás Maduro solicitó 5 000 millones de dólares, el organismo adujo que no se le otorgó porque hay una “confusión” sobre quién encabeza el Gobierno, ya que algunas naciones bajo presiones de Estados Unidos y de sus aliados occidentales reconocen al “fantasma” Juan Guaidó.

Asimismo, el mandatario nicaragüense Daniel Ortega solicitó 470 millones de dólares pero las autoridades del FMI lo rechazaron al considerar que estaba haciendo un «mal manejo» de la crisis. Datos oficiales de organismos internacionales de salud confirman que Managua tiene uno de los índices más bajos de contagios en la región.

A todas luces se desprende que el FMI seguirá la línea dictada desde Washington de cerrar o debilitar a los gobiernos de izquierda, progresistas o nacionalistas en aras de favorecer el acceso al poder de los opositores de derecha.

Desagraciadamente esto sucede porque en América Latina, por las acciones desestabilizadoras de Washington que ve a la región como su patio trasero, no se ha podido mantener una unión como la proyectada en 2011 por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que posibilitaría fortalecer instituciones bancarias como el Banco del Alba, al otorgar facilidades asequibles a sus miembros sin tener que enfrentar presiones leoninas.


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