Paco Campos •  Opinión •  19/12/2016

Un mundo nuevo

Cuando compruebas que tus representaciones apenas sirven para reconfortarte, y sabes que los demás –lo otro y los otros- nada pueden si tú no cambias, entonces un mundo nuevo se abre para ti: es el mundo de la comunicación, el de la comunicabilidad. Porque comunicarse no es hablar diciendo -> podemos hablar de lo que quieras (modelo Mariano), pero hay principios que son inamovibles y, por tanto, no pueden tocarse (Habermas también alude a principios sobre la verdad, el sujeto y el conocimiento que no son susceptibles, por esenciales y universales, de ser alterados -> no sabríamos de qué estamos hablando, dice), sino que comunicarse es dejar de ser tú y tus representaciones, para empezar a ser otro, el otro, y así saber de qué se trata cuando algo se trata.

        Tres son las particularidades que Rorty deja asomar para llevar la comunicación al territorio del etnocentrismo, de la contextualización. Tres salvedades que de no tenerlas en cuenta de poco podrían servir nuestras razones, aún siendo buenas razones, y es que (1) no conocemos nuestros estados mentales mejor que otra cosa cualquiera; que no es cierto que (2) el conocimiento humano haya de estar presidido por el modo en que representemos los objetos; y que (3) la verdad de nuestras proposiciones haya de estar garantizada por una prueba. Lo dicho es el viejo esquema de la filosofía del conocimiento que sacraliza no sólo el poder reaccionario del Estado, sino el individualismo garante de la propiedad.  


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