Fernando Dorado •  Opinión •  19/07/2018

El verdadero legado de Santos

Popayán, 18 de julio de 2018

Se veía venir desde la campaña electoral. Después del 11 de marzo, cuando Uribe logró posicionar a Duque como el único candidato de las derechas, se dedicó a ganar parte del electorado de Fajardo y a estigmatizar a Petro con la amenaza “populista” y “castro-chavista”.

Duque se arrogó la lucha contra la corrupción[1] y no habló más de hacer trizas los acuerdos de paz sino de modificar puntos específicos. Hasta algunas propuestas de Petro relacionadas con el cambio climático y la educación fueron asumidas por Duque sin ningún rubor ni recato.     

Ni Fajardo ni Petro acertaron con la respuesta. El primero cayó en la trampa, se sumó a los ataques a Petro, creció a sus expensas pero no le alcanzó para pasar a 2ª vuelta. Petro reaccionó un poco forzado después de la primera vuelta pero ya era tarde. Las derechas habían posicionado el miedo a “que Colombia se convirtiera en Venezuela” y habían asegurado su triunfo electoral.

Ahora Duque se prepara para ser el “continuador-corrector” de Santos. Derrotaron a las llamadas “fuerzas de la paz”, pero todo apunta a que van a recoger y a “mejorar” lo logrado por Santos. Se cierra el círculo Uribe-Santos-Uribe sin verdadera paz (https://goo.gl/71qUjb) pero con viejas y nuevas violencias alimentadas por la economía del narcotráfico y la lucha por el control del territorio[2].   

Y aunque Uribe califique ese legado como un retroceso (https://goo.gl/VpVWYo), y Santos diga que “No siento que Duque pueda poner en peligro mi legado” (https://goo.gl/sTCDu7) lo evidente es que el desarme de las Farc es un hecho positivo e innegable. Es –para ellos– la “paz imperfecta” hecha casi a la perfección. Con bajos costos económicos y políticos.  

En forma paralela, los dirigentes de la Farc no superan la falsa dicotomía (Uribe-Santos) que no logran entender o desentrañar. Para unos, el proceso de paz es un éxito que debe ser conocido por todo el mundo, mientras que para otros, es una traición del Estado y el establecimiento oficial. Y la oposición que pretende encabezar Petro también pareciera estar atrapada en esa misma lógica.

¿Lo que vendrá?

Podemos afirmar que la oligarquía financiera que le apostó a Santos para desactivar la guerra con las Farc está satisfecha con la tarea realizada, mucho más cuando Colombia ha sido aceptada en la OCDE y en la OTAN como “observadora”. Su balance es positivo y bien valorado, con Nobel de Paz incluido como trofeo y premio de parte de la “comunidad internacional”.

Tampoco les incomoda que un político de la cuerda “uribista” pero de la entraña oligárquica llegue a administrar el aparato de Estado. Aunque joven y sin experiencia administrativa, es un “cuadro” bien preparado por la casta dominante y contará con el apoyo de todos sus estamentos.  

Esa oligarquía financiera desde su posición hegemónica entiende que Uribe, al no ser parte de los acuerdos y del diseño institucional del “posconflicto”, desconfiaba con respecto a su seguridad jurídica y la de empresarios, militares, políticos y terratenientes comprometidos con crímenes de lesa humanidad cometidos durante la guerra contra-insurgente.

Y ahora, se puede decir que han autorizado a Uribe para que con Presidente y Fiscal a bordo, arregle ese “chicharrón” que lo compromete a él y a sus cómplices. Mientras tanto, ellos se preocupan por lo esencial, que son sus inversiones y los problemas que amenazan su estabilidad económica y financiera ante la crisis de la globalización neoliberal.

Ellos están al tanto de las guerras económicas agudizadas por Trump ante la desindustrialización de los potencias de “occidente”, les preocupa también el agotamiento del modelo de desarrollo basado en los combustibles fósiles y, saben de la resistencia de los pueblos y los trabajadores que se expresa por ahora en movimientos y gobiernos “progresistas” pero que pueden ir más allá ante el fracaso de muchos de esos experimentos político-sociales.     

Saben que Colombia sin la economía del narcotráfico entraría en crisis en forma inmediata. Tienen que aparentar la “lucha contra las drogas” que hipócritamente les exige el gobierno de los EE.UU., pero son conscientes que si no fuera por los recursos que sobre la economía formal irriga esa dinámica ilegal, se desencadenaría una revolución en este precario e inestable país.   

Así, el principal objetivo del gobierno de Duque será ganarse con engaños y apariencias a las clases medias (pequeños y medianos emprendedores, y profesionales precariados) para la política de derechas e impedir que las izquierdas puedan fortalecer un proyecto político que ponga en peligro la hegemonía de la oligarquía financiera.

Así como utilizaron la causa de la paz para “polarizar” el país, van a posar de “anti-corruptos”, propondrán “nuevas economías”, se inventarán guerras con Venezuela u otros países, inventarán nuevos enemigos de la democracia y la “paz”, utilizarán el tema de la paz para distraer a la opinión pública y continuarán utilizando el miedo a los proyectos políticos “populistas” para impedir cualquier tipo de cambio en el panorama político.

Una “nueva derecha” entrará en el escenario político colombiano de la mano de la vieja clase política corrupta y clientelista, lo cual será toda una novedad. Ya los alfiles de Cambio Radical y el Partido de la “U” se preparan con nuevas alianzas para enfrentar ese “fenómeno”.  

No la tendrán fácil. Esas clases medias son el único sector sobre el que pueden hacer recaer nuevos impuestos pero, a la vez, en su seno surge la nueva generación de trabajadores del siglo XXI (el “cognitariado” y el “precariado”[3]) que en muchas regiones del mundo ya son el sujeto social más dinámico e impulsor de nuevos proyectos políticos alternativos.

El reto de Duque es el mismo que tenemos los demócratas colombianos en el inmediato futuro. Será decisivo en próximas contiendas electorales y todos lo sabemos. ¿Cómo abordarlo?

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado   

https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/2018/07/el-verdadero-legado-de-santos.html#.W0_bI9JKjDc



[1] En el Congreso de la República, el 18 de abril de 2018,  la senadora Paloma Valencia en nombre del Centro Democrático se comprometió con la bancada de Alianza Verde a respaldar la Consulta Anti-corrupción (https://goo.gl/fFe8mp), y Duque, ya electo, ha dicho que respaldará esa consulta desde el gobierno. La “lucha contra la corrupción” fue también la bandera principal de la candidata a vice-presidente Martha Lucía Ramírez. Intentarán ahora desde el gobierno y con Fiscal a bordo, apropiarse de esa bandera política que en sus manos se convertirá en algo inocuo, un engaño o una herramienta para atacar a la oposición política, como ya lo ha hecho desde hace varios meses la Fiscalía General.  

[2] Los poderes mafiosos en las regiones continúan la guerra infame contra cualquier tipo de resistencia popular a la minería legal e ilegal, al despojo de tierras y a mega-proyectos energéticos, extractivos o productivos (cultivos de agro-exportación, proyectos turísticos, etc.) que es simple acumulación por desposesión. Los asesinatos y persecución de líderes sociales hacen parte de esa estrategia. El desarme y la desmovilización de las guerrillas produce un remanente de gente experimentada en la guerra que alimenta también a los Grupos Armados Organizados, como llaman ahora a las antiguas “Bacrim” o grupos paramilitares. Los gobiernos aceptan esa realidad, no los combaten a fondo, los usan para el trabajo sucio y de vez en cuando “dan de baja” un cabecilla o proponen fórmulas de “sometimiento” pero por cada delincuente que apresan o dan muerte, surgen cientos de jóvenes dispuestos a reemplazarlos. Son parte de las economías criminales funcionales al sistema capitalista que pululan en el mundo.      

[3] Cognitariado: son los nuevos trabajadores del conocimiento y de la informática que crecen en todo el mundo y surgen en todas las áreas de la producción. Precariado: conjunto de los trabajadores que no cuentan con condiciones laborales estables y seguras. Hoy son la mayoría.

 

 

 


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