Arturo Prado Lima •  Opinión •  18/03/2020

El negocio de la peste frente a la humanidad global

A las 8 de la noche, en un pueblo del norte de Italia, confinado hace muchos días por cuenta de la pandemia del Coronavirus, hicieron sonar el himno nacional de China. Es la misma región donde, según el expresidente de México, Felipe Calderón, han dado vía libre a los médicos para que ellos decidan quién es tratado por el Coronavirus y quién no, que es como decidir quién vive y quién muere. Pero las cosas no son del color que las pinta el oficioso Calderón. A la región del norte de Italia llegó ya un grupo de médicos chinos y cubanos, al llamado de sus autoridades, para asumir el control de la pandemia. La ayuda china, que también se extiende a España, tiene que ver con epidemiólogos altamente cualificados, equipo de protección de alta tecnología para el personal sanitario y mascarillas. Es por esta ayuda que los italianos hicieron sonar desde sus balcones, junto al ya usual aplauso para agradecer al personal médico, el himno de la República Popular China.

Mientras, el otro virus que azota a la humanidad, la extrema derecha, encabezada en el mundo por Donald Trump Y Boris Johnson, en España por Santiago Abascal y en el terreno cultural por el “escritorazo” Mario Vargas Llosa, se han ido lanza en ristre contra los únicos países capaces de brindar ayuda a una lucha eficaz contra epidemias y pandemias de una forma humanizada y no como negocio. Ortega Smith, secretario del xenófobo partido español Vox, contagiado del virus, dijo que estaba luchando contra el virus chino con anticuerpos españoles. Vargas Llosa también se manifestó contra la “dictadura”, anticipándose a una posible colaboración de “las dictaduras” con los países civilizados de la Vieja Europa, pues estos gestos humanitarios y de solidaridad global dejan al descubierto las miserias del neoliberalismo.

El virus de la Ultraderecha internacional pretende convertir en ganancias todo lo que toca y lo que no. El frenético Boris Johnson, primer ministro británico, a fin de preservar la economía, ha dejado en manos de los ciudadanos la tarea de luchar contra la pandemia. La apuesta darwiniana activa: que sobreviva el más fuerte. También Bruselas ha dejado a los países miembros de la Unión Europea a la deriva, en la disyuntiva del sálvense quien pueda. Parece que se hacen efectivas las palabras de Christine Legarde, directora del Fondo Monetario Internacional FMI: “Los ancianos viven demasiado tiempo y es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo ya”, había declarado antes de que se diera el primer brote del contagioso virus.

Pero el colmo del virus neoliberal es Donald Trump, quien, al enterarse que el laboratorio alemán Curevac, instalado en la localidad Tibingia, sur del país, estaba a punto de experimentar con una vacuna contra el Coronavirus, se apresuró a ofrecer mil millones de dólares a los responsables del experimento para que la vacuna sea exclusiva de Estados Unidos. Con patente en mano, ya podría negociar con el mundo, decidir a quién le vende y a quién no, chantajear a sus enemigos y lucrarse de todas las maneras. La veracidad de la oferta fue confirmada por el semanario berlinés Wel Am Sonntag, citando como fuente al Ministro de Industria germano Host Seehofer. La propia canciller Angela Merkel, ha denunciado la maniobra de Washington y el intento de utilizar la pandemia con fines geopolíticos.

La opción humanista la ha ofrecido Cuba. No solo con el auxilio a China en el momento más crítico al aportar el medicamento Interferón Alfa 2B, sino porque, cuando el crucero británico MS Braemar no tenía donde atracar, al llevar a bordo un grupo muy significante de contaminados, el canciller cubano Bruno Rodríguez acudió a su rescate permitiendo el arribo del crucero a sus costas, autorizando el desembarco y con la disposición de brindar auxilio médico a quienes lo necesitasen.

La idea de estar luchando contra una pandemia y no contra un país, una ideología o una posición geopolítica ha tomado forma en la actitud de China y Cuba. Una visión diferente que tendrá sus consecuencias en el futuro inmediato y a largo plazo. Porque es entender que la solidaridad humana debe ser la columna vertebral de nuestra civilización, la razón de ser de la existencia misma. Tratar de lucrarse del sufrimiento de nuestros mayores, de las pandemias y las guerras es un crimen que la comunidad internacional debe condenar con contundencia.

Una de los temas en la mesa es la condena unánime al bloqueo de barcos chinos que llevan medicinas a Venezuela, por parte de la Armada estadounidense. Este es un crimen de Lesa Humanidad. El pretexto de que los medicamentos son falsificados es una falacia. En el fondo, se trata de una lucha sin cuartel contra los genéricos que produce India y China a costos mucho más bajos que los medicamentos producidos por la gran industria farmacéutica internacional.

Así que esta pandemia no será el pretexto para reajustar el sistema neoliberal a las necesidades de sus miembros. Será el principio del fin de un imperio que antepone la esclavitud a la libertad, la ganancia a la solidaridad, la muerte a la vida. No en vano ya empiezan a sonar en los balcones himnos de otras latitudes diferentes al todopoderoso imperio norteamericano. Así es. El Coronavirus pondrá al descubierto el negocio de la peste neoliberal frente a la humanidad global.


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