Carola Chávez •  Opinión •  17/05/2020

Cuando existimos

Tenían días descubriendo los nombres de poblaciones remotas e ignoradas, endosándoles estallidos sociales que no estallaban, deseando un muerto para hacerlo tendencia en las redes sociales. Incitando al caos por Twitter, porque para el antichavismo la realidad es siempre virtual; mientras que en la vida real de los pueblos las tendencias son otras y no se fijan con bots ni con #etiquetas.

Pero una mañana el sifrinaje pitiyanqui descubrió un pueblo que se llama Chuao y que no es, -–¡Líbrelos Dios!– la urbanización del este del Este de toda la vida, o sea. Resulta que Chuao es un pueblo en las costas de Aragua, amigui, donde un grupo de mercenarios se equivocó horriblemente.

A pocas horas de un intento fracasado de incursión mercenaria por las costas de Macuto, como todos sospechábamos, otro grupo terrorista flotaba en otra lancha en las costas de Aragua. Venían con los de Macuto. Cuando lo de Macuto de les cayó, los otros, montados en esa lancha para la que nunca planearon una huída, buscaban, sin mucha gasolina una cabeza de playa improvisada. Esa playa era Chuao. 

Estábamos varios amigos chateando en un grupo de Telegram, cuando aparece Mar, una panita pescadora de ese pueblo donde los gringos y sus secuaces metieron la pata. Toda agitada nos contó, en tiempo real, lo que estaba pasando. Mar corrió hacia una lomita para ver mejor y contarnos, pero las matas de coco no la dejaban ver. Bajó corriendo a la playa y su voz temblaba en los audios que a todos nos hacían temblar de emoción. ¡Los capturamos! 

Al mismo tiempo, ya la noticia corría por las redes y las fotos de unos gringos y de unos aspirantes a Rambo criollos esposados con mecate, tendidos en el suelo caliente frente a la Casa del Pescador Socialista, sede de los pescadores de Chuao. Una foto que es un poema épico.

Las caras de los mercenarios capturados eran de absoluto desconcierto. No estaban entendiendo nada de nada, sobre todo los gringos, cuyo conocimiento de Venezuela venía de las fuentes torcidas del más rancio antichavismo. Esos que cuando no invisibilizan al pueblo, lo desprecian, lo subestiman. Esos que de tanto mentir se convierten en Chacumbeles goebbelianos y terminan creyéndose que el chavismo no existe, que nadie quiere a Nicolás, que Luis Vicente León y todas las encuestadoras lo dicen, aunque luego Luisvi diga que él dijo que no. 

Elaboran un plan desde la soberbia, y les venden a los gringos que los venezolanos babeamos a sus pies, como babea la vergonzosa minoría pitiyanqui que se arrastra ya a nivel de subsuelo, dispuesta a entregar al país a los gringos a cambio de las migajas que estos les quieran escupir.

Así los mercenarios recién llegados del norte, ya con el alma llena de cadáveres, masticado y tragado el cuento de que ellos son salvadores libertarios, a sueldo, eso sí, pero libertarios, reforzada la mentira con la adulación de los aspirantes a Rambo criollos, a quienes me imagino, como ladrones que juzgan por su condición, contándoles a los gringos que este trabajito era pan comido, que el pueblo es flojo, bruto y además está muerto de hambre, que odia a Maduro y todo lo que tenga que ver con Chávez, que no, que no les importa su Patria, que esa vaina no existe, que ven dos dólares y ya se entregan, que las mujeres, ¡ay, las mujeres!, no pueden ver un catire porque se abren de piernas. Los imagino diciendo esto mientras les mostraban el video de una presentadora de tele que decía que quería una invasión gringa para que la preñaran con un bebé catire de ojos azules, como su papi invasor. Babeaban los gringos contando las horas…

Se embarcan en una misión que ya estaba cantada, contada en televisión paso a paso, con fotos, nombre y apellidos, con coordenadas, con testimonios de primera mano. La soberbia puede más porque los chavistas son brutos, eso lo saben toda la gente decente y pensante del país.

Con el pueblo toparon. Desde el día anterior, cuando la incursión por Macuto fue frustrada por los cuerpos de seguridad de Estado, todo el pueblo de la costa, desde el Zulia hasta Delta Amacuro, estaba activado. Las milicias, objeto de burla del sifrinaje intoxicado de Play Station y Hollywood, los agricultores que conocen esas montañas de la costa como la palma de su mano, los pescadores, que no hay pedacito de playa que no conozcan, la señora que vende en el mercadito, el muchacho que espera la vuelta al colegio post cuarentena, la abuela que toma sol en la puerta de su casa, todos activados, todos claritos de su rol a la hora de defender la Patria.

La Patria, eso que los mercenarios criollos patean, y que los gringos creen que solo se refiere a la de ellos. 

Error de cálculo garrafal, trazar un plan en base a fantasías sangrientas súper poderosas, no subestimando, sino peor, negando la existencia del adversario. Caricaturizándolo como si se tratara de una comiquita de Speedy González, caricaturizándose ellos mismos como si fueran súper héroes de Marvel. Todo mal.

Entonces la realidad se impone, se desinfla en la costa la pesadilla que vinieron a imponernos, la desinfla un helicóptero en el aire y en la playa un grupo de hombre y mujeres valientes que no se iban a dejar joder.  La unión cívico militar, otra vez y siempre, como un engranaje perfecto, que no necesita manual de instrucciones; con solo tocarnos la dignidad se enciende, se acopla, actúa y vence, como hemos venido venciendo.

Y, derrotado, el sifrinaje pitiyanqui se soba su falso orgullo (porque no puede tener orgullo quien vende a su Patria), insultando a los pescadores a todo el pueblo venezolano por la redes sociales. Muertos de hambre, bozal de CLAP, lambucios, desdentados, negros hurriblis… y vuelven a tropezar con la misma piedra, inventándose un pueblo que no somos, para lamerse la herida recurrente, porque el pueblo que somos ellos, desde su soberbia, no lo pueden, ni lo quieren entender.

No entienden que el pueblo pescador, es el heroico pueblo venezolano, el de siempre, el bonachón, simpático, con su alegría crónica, con su jodedera, el que resiste lo que casi ningún pueblo resistiría, porque conoce las razones de su lucha; el que lleva 20 años evitando una guerra, el que acaba de evitar otro intento de reventarnos la paz. Este pueblo de paz que sabe ser el mejor de los guerreros, el más temible de todos. Este pueblo que si lo empujas a pelear, de un tirón libera a todo un continente. Nosotros, los de siempre, los que no existimos, hasta que existimos poniendo a temblar al enemigo, amarrado con mecate, en el suelo caliente de una casa de pescadores de Chuao.

¡Nosotros venceremos!

 


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