Opinión •  11/09/2020

Peter Mertens: «El terremoto ideológico es más importante que el virus en sí mismo»

Peter Mertens: «El terremoto ideológico es más importante que el virus en sí mismo»

PTB-PVDA – Michaël Verbauwhede y Seppe De Meulder

«Se han olvidado de nosotros. Los trabajadores, la salud y la crisis que se avecina». Este es el título del nuevo libro de Peter Mertens, el cuarto desde que se convirtió en Presidente del PTB en 2008. Aun antes de empezar la entrevista, pone los puntos sobre las íes: «No es un libro sobre el virus sino sobre la sociedad».

Este verano, mientras los presidentes de los otros partidos en Bélgica se perdían en unas negociaciones interminables, usted decidió escribir un libro. ¿Pero por qué?

Peter Mertens. Creo que a veces hay que tomar un poco de distancia. Y cuando miras lo que pasa en nuestro país, a veces parece la escena de Astérix en la que alguien se queja de un pescado podrido y, en pocos instantes, todo el pueblo acaba tirándose pescados a la cara. El mecanismo está completamente desajustado: se atribuye toda la responsabilidad de la propagación del virus a los individuos, a pesar de que haya problemas estructurales por todos lados.

El coronavirus nos sitúa ante algo inedito. Si hubieras dicho, hace tan sólo unos meses, que un Consejo Nacional de Seguridad decidiría que cada cliente tiene que coger un carrito de la compra en el supermercado, aunque sea para comprar un solo artículo, todo el mundo habría pensado que estabas hablando de una mala película de ciencia ficción. Todo está muy confuso. La gente quiere respuestas entre tantas opiniones caóticas. Por eso es importante mirar hacia atrás y preguntarse si fue el virus el que enfermó a la sociedad, o si ya lo estaba antes. Este tipo de análisis no se escucha mucho, y creo que esto está directamente relacionado con el empobrecimiento del debate social y el ritmo suicida del capitalismo.

La clase de los trabajadores
El título del libro es «Nos han olvidado». ¿Qué significa?

Peter Mertens. Cuando el coronavirus llegó a nuestro país, todos entendieron que se trataba de algo nuevo. Una vez superada la conmoción inicial, hubo un gran impulso de solidaridad en los barrios, y mucho respeto por los trabajadores, que han sido llamados «héroes». Esta gente común es la que mantuvo el país funcionando en el pico de la pandemia. Europa ha calculado que una de cada cinco personas que trabajan en los llamados sectores esenciales es de origen extranjero, especialmente en la sanidad, la limpieza y la alimentación. La extrema derecha está haciendo todo lo posible para enfrentar a los héroes entre sí. Pero en cada minuto en el que aplaudíamos a los héroes, había 12 segundos para estos trabajadores de origen extranjero.

Y mientras la clase de los trabajadores dirigía el país, la clase de los charlatanes continuaba como si nada estuviese pasando. Luego la curva comenzó a aplanarse y ahora vemos que algunos quieren que nos olvidemos lo más antes posible de todo lo que pasó: los recortes en la sanidad, la comercialización de las residencias para ancianos, el fracaso del mercado libre, el desastre del sistema confederal con 9 ministros de sanidad y 7 ministros de las mascarillas. Pero también quieren que nos olvidemos de los héroes de esta crisis. En el libro, hay una frase de Mónica, que trabaja en una unidad de cuidados intensivos en el hospital de la ciudad italiana de Cremona, gravemente afectada por la pandemia: «Cuando tenían miedo de morir, de repente nos vieron como héroes. Hoy ya nos han olvidado. Pronto, volveremos a ser vistos como personas que sólo limpian culos, como gente perezosa y demasiado cara». La sensación de volver a ser olvidado es muy presente, y no sólo en el sector sanitario.

¿El virus también está afectando más a los trabajadores?

Peter Mertens. Sí, claro. En nuestro país no hay estadísticas sobre el número de infecciones por coronavirus desaglosadas por grupo ocupacional. Pero, en Gran Bretaña, estas cifras existen y muestran que los trabajadores con salarios bajos, como el personal médico, los conductores de taxi y autobús y los trabajadores de la construcción, se ven fuertemente afectados. Esto tiene sentido, porque entran mucho más en contacto con otras personas en su lugar de trabajo. En muchos casos, las personas peor pagadas son las que más riesgos han tenido que correr. Y estas mismas personas también viven en barrios populares superpoblados. La cuarentena no se vive de la misma manera en un pequeño apartamento o en una villa con un gran jardín. Las desigualdades ya eran fuertes antes y se han reforzado debido a la pandemia.

No es una novedad: también fue así durante las epidemias de peste, cólera y gripe española. Hace 175 años, Friedrich Engels escribió «La situación de la clase obrera en Inglaterra». De hecho, fue uno de los primeros en vincular las condiciones de vida y trabajo y la salud. Hasta entonces, este vínculo sólo se veía en el sentido de que estar enfermo empobrece. Pero Engels invierte este punto de vista y demuestra que la situación social de una persona también puede hacerla más vulnerable a la enfermedad. Hace ver también que a la burguesía no le importa si una enfermedad hace estragos en los barrios populares. Pero cuando llega a las partes más ricas de la ciudad, de repente se toman medidas sanitarias. El paralelismo con la situación actual es obvio. Si la pandemia sólo diezmara los habitantes de las favelas de Río de Janeiro, habría probablemente mucha menos preocupación.

Usted escribe: «Un gigante dormido ha despertado». ¿Qué quiere decir con eso?

Peter Mertens. Las cantidades de euros que se han puesto a disposición del sector sanitario en toda Europa este verano son impresionantes. Pero detrás de este dinero, hay miedo. En las últimas décadas, el sector del sanitario ha pasado de una actitud caritativa a una actitud combativa. Nos hemos alejado muchísimo de la imagen de la enfermera amable y servil. El personal sanitario ha demostrado que es capaz también de dar un puñetazo sobre la mesa, avanzar e imponer sus reivindicaciones. Este verano, estos trabajadores se manifestaron en todo el mundo, de México a Sudáfrica.

En aquél momento, la clase de los políticos y formadores de opinión, normalmente tan habladora, tuvo que callarse por un rato porque los que estaban en primera línea ocupaban el centro de la atención. Temía que estos trabajadores inspirasen un movimiento más amplio que dijera: «Las cuentas no se pagan con aplausos». Que se comenzara en todas partes a hablar de los salarios y las condiciones de trabajo, a cuestionar la lógica del beneficio, etc. En Gran Bretaña, 100.000 nuevos miembros se han unido a los sindicatos, y no es casualidad que la mayoría sean mujeres. A eso me refiero cuando digo que un gigante dormido ha despertado. Y es por eso que los poderes constituidos se apresuraron a echar mano a la cartera para el sector sanitario. Tenía que volver a colocar el genio dentro de la lámpara. Pero, a escala global, esto es imposible.

La salud
En su libro, usted hace un análisis muy crítico de la tragedia que se consumió en las residencias de ancianos. ¿No es un poco fácil decir a posteriori lo que deberíamos haber hecho de forma diferente?

Peter Mertens. El hecho de que las grandes multinacionales activas en las casas de reposo como Korian y Colysée quieran sacar un beneficio del 15 % del cuidado de los ancianos es una vergüenza y conduce a situaciones degradantes. El coronavirus ha amplificado todas las contradicciones sociales. ¿Cómo tratamos, como sociedad, a nuestros ancianos? Pues se consideran literalmente como madera seca que debe ser cortada. Los 6.000 muertos en las residencias de ancianos son nuestra Lombardía. La pregunta central es la siguiente: ¿qué lecciones sacamos de esto? Médicos sin Fronteras, que normalmente interviene en zonas de conflicto, tuvo que intervenir para prestar apoyo a las casas de reposo. La ONG escribió un informe muy duro, en el que afirma que el aspecto más grave es que no estamos preparados para una segunda ola.

En la sanidad, usted defiende que nos deberíamos inspirar en lo que se está haciendo en Asia. Pero Europa no es Asia, ¿no cree?

Peter Mertens. No podemos reducir esto a una cuestión de Asia o Europa. Creo que el coronavirus también debería llevarnos a pensar en cómo está organizado nuestro sistema de salud. Imagine: el virus está haciendo estragos en toda la India, pero no en el estado de Kerala, que lo está haciendo muy bien. ¿Cómo es posible? Pues el secreto de Kerala no es el dinero sino la prevención. El estado de Kerala es pobre pero todos sus barrios tienen un centro de salud. 26.000 agentes de prevención, en su mayoría mujeres, van de puerta en puerta. Y estas son personas que se preocupan realmente por sus barrios y que todo el mundo conoce. Es algo parecido a nuestras clínicas populares de Medicina para el Pueblo, pero a gran escala. Gracias a ese sistema, es posible detectar las personas con síntomas muy rápidamente,  hacerles una prueba de detección inmediatamente y confinarlas en caso de necesidad. Este método funciona.

El refrán dice: «más vale prevenir que curar». Y es verdad. Nuestra sociedad se enfoca en el aspecto curativo: sólo interviene cuando la gente ya está enferma. Hay que volver a un modelo de prevención, con un sistema de atención primaria amplio, y centros médicos en los barrios. Con personas que ayudan a los niños con los deberes o ayudan a las personas con movilidad reducida a hacer sus compras.

Después de la Segunda Guerra Mundial y la resistencia colectiva contra el fascismo, se construyeron viviendas sociales y se estableció un sistema de salud pública. De esta visión nació la Organización Mundial de la Salud. En 1978, afirmó que una atención primaria accesible a todos es el mejor tipo de prevención. Pero los neoliberales no comparten este punto de vista. De hecho, alguien que no está enfermo no lleva ningún dinero a la industria farmacéutica. Ronald Reagan dijo un día que un sistema de atención primaria era el camino más corto hacia el socialismo. En los Estados Unidos, el resultado de esta visión está ante los ojos de todos: 170.000 ataúdes.

¿Es esta también la razón por la que Donald Trump ataca hoy a la Organización Mundial de la Salud?

Peter Mertens. Sí, lo es. Al mismo tiempo, la bancarrota de la extrema derecha es cada vez más clara. Gritar «nuestra gente primero» (el eslogan del Vlaams Belang, el partido fascista en Flandes) a un virus que no conoce ni idiomas ni fronteras no vale para mucho.

En diciembre, Tom Van Grieken, presidente del Vlaams Belang, invitó a Matteo Salvini (fundador del partido italiano de extrema derecha La Lega) a Amberes. Pagó mucho dinero para que Salvini viaje en un avión privado y para recibirlo como una estrella de rock. El partido de Salvini gobierna Lombardía, y ahora los lombardos están lamiendo sus heridas. La gestión de la crisis ha sido catastrófica y el gobernador de Lombardía está siendo investigado por corrupción en la compra de equipo médico.

Aún más catastrófica, por supuesto, es la política de Bolsonaro en Brasil. El teólogo de la liberación Frei Betto dice que el país está sufriendo un genocidio y que se está permitiendo la proliferación del virus para destruir las favelas. De esta forma, la extrema derecha está exponiendo su visión muy elitista de la sociedad: primero la gente rica, y dejemos morir a toda esta «escoria», a estos miserables… y a todos los héroes que nos ayudaron a superar la crisis.

La crisis que se avecina
¿No es temporal la crisis que estamos viviendo ahora mismo? ¿No empezará a recuperarse la economía cuando tengamos una vacuna?

Peter Mertens. En este momento, estamos subestimando lo que está pasando. El Fondo Monetario Internacional habla de «Gran Confinamiento» por analogía con la «Gran Depresión» de la década del 1930. El capitalismo se centra exclusivamente en la creación de valor añadido y beneficios. Si hay algo que no debería suceder, es el cierre de la producción. Pero fue precisamente lo que decidieron los gobiernos. Es algo inaudito. Este año, de los 195 países del mundo, unos 170 experimentarán un declive económico. Esto ni siquiera ocurrió después del colapso de Wall Street en 1929.

Los economistas tradicionales dicen que vamos a volver a subir, como en una especie de bungee. Hablan de una curva en V, o en W en caso de segunda ola. El crecimiento se reactivará, claro. Cuando llegas al fondo, sólo puedes volver a subir. Es algo lógico. Pero el capitalismo ya estaba enfermo antes de la llegada del coronavirus. El virus ha entrado en un organismo que ya estaba enfermo.

Desde la crisis bancaria de 2008, la economía nunca se ha recuperado realmente. Alemania, el motor de la economía europea, ya estaba en números rojos desde el verano pasado. Y todavía no se hablaba de ningún murciélago… En agosto de 2019, un periódico financiero tituló: «El mundo se está preparando para otra recesión.» Creemos que la oferta va a recuperarse bastante rápido, ya que la producción se reanudará. Sin embargo, la demanda es un problema porque las familias han sido golpeadas duramente. La gente va a tardar mucho tiempo en volver a consumir porque teme el futuro. Según las estimaciones, se van a perder 340 millones de empleos en todo el mundo.

La Unión Europea ha anunciado un plan de inversión de 750.000 millones de euros. Esto debería complacerle, ¿no?

Peter Mertens. Con cada paso que da la Unión Europea, las grietas de la casa crecen. El «club de los tacaños» – como se ha llamado a Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia – se ha opuesto a cualquier forma de solidaridad con Italia y España, que han sido duramente golpeadas. El hecho de que el nacionalismo y el chovinismo no hayan prevalecido en la cumbre de la UE es algo bueno. Pero que se prevean una serie de mecanismos mínimos de solidaridad es perfectamente normal y no pone la Unión Europea fuera de peligro.

Ahora se están llevando a cabo tres operaciones para apagar el incendio. Por un lado, el Banco Central Europeo ha hecho de avión cisterna y ha vertido 1.350 mil millones de euros en la economía. Por otro, la Unión Europea está invirtiendo 750.000 millones en auténtica ayuda de emergencia. Y finalmente, todos los paises tienen su propio plan de rescate. Las cantidades son astronómicas. Y cabe preguntarse a quién va este dinero y qué hacemos con él. ¿Cómo es posible que el Banco Central Europeo compre bonos de empresas contaminantes y campeonas de la evasión fiscal, como Louis Vuitton, Shell y Total? ¿Cómo es posible que BMW distribuya 1.600 millones de euros en dividendos y al mismo tiempo pida al Estado alemán que pague el Kurzarbeit (variante alemana del desempleo económico) por sus 20.000 trabajadores? ¿Cómo es posible que las autoridades salven a Lufthansa con 9 mil millones de euros de ayuda estatal, pero no tengan nada que decir después? Esto es simplemente indecente. Hay grandes semejanzas con los desastrosos planes de rescate de 2008. Se sigue pensando que todo lo que tenemos que hacer es llenar de dinero a las grandes empresas y dejar que resuelvan los problemas del mundo. ¡Pero de ninguna manera! El retorno de la iniciativa pública es el única salida estructural a corto plazo.

Usted se refiere a Philipp Blom, un filósofo que compara el coronavirus y el terremoto de Lisboa en el siglo XVIII. ¿Cual es la relación entre ambos eventos?

Peter Mertens. Este tipo de evento puede ser un punto de inflexión. El 1 de noviembre de 1755, más de 500 fieles rezaban en la catedral de Lisboa. En ese mismo momento, la tierra comenzó a temblar. Y todos esos fieles creyentes murieron. Luego, un maremoto sumergió las partes bajas de la ciudad y un incendio arrasó su parte alta. La lealtad ciega al Todopoderoso no dio muy buenos frutos. Esto, obviamente, es un símbolo, ya que fue entonces cuando surgieron las primeras ideas de modernidad y la Ilustración. El terremoto fue un punto de inflexión. Philipp Blom escribe que «el espíritu que surgió del terremoto de Lisboa fue mucho más importante que el propio terremoto.»

El coronavirus también puede crear un terremoto ideológico. La creencia ciega de que el mercado «Todopoderoso» lo solucionará todo puede desaparecer. Pero esto no va a suceder por encanto. Tenemos que poner las cosas en marcha y comenzar el debate. Sobre el hecho de que el mercado no ha funcionado, de que no hay prevención, de que las contradicciones entre ricos y pobres van a aumentar de nuevo en el mundo. Sobre el hecho de que entre 6 y 12.000 personas por dia van a morir de hambre cada día de aquí a finales de año, o sea más que por el propio coronavirus (lo que Oxfam llama «el virus del hambre»), mientras la fiesta continúa en los mercados bursátiles y la riqueza de la cúspide adquiere proporciones obscenas. Sobre el hecho de que la comercialización de la sanidad provoca tragedias y que tenemos que mantener a los gigantes privados lejos de las residencias de ancianos, y organizar nuestros centros sanitarios de forma mucho más local, a pequeña escala, e integrados en nuestros barrios y nuestras vidas.

¿Opina que ya se están sembrando las semillas de otro modelo?

Peter Mertens. Nada viene por sí solo. El futuro será un escenario de luchas. Hay dos movimientos: un movimiento potencial desde abajo, que hemos visto en todas las ciudades, en todo el planeta. Gente que ayuda a sus vecinos con sus compras. Jóvenes que ayudan a organizar campamentos de verano para los que de otra manera estarían atrapados en su apartamento. Cuando la crisis estaba en lo más profundo, vimos mucha solidaridad a escala local. Se puede sacar mucho más provecho de este movimiento.

Pero eso no es suficiente. También se necesita visión. A nivel mundial, la inversión total que se está realizando para reanimar la economía se estima en 4 billones de euros. Esto dice mucho acerca de la supuesta superioridad del mercado autorregulado: colectivamente debemos darle 4 billones de euros cada diez años. Entonces la pregunta es la siguiente: ¿vamos a devolver otra vez todo este dinero a las grandes empresas, a los gigantes petroleros que están destruyendo nuestro planeta, y a los gigantes de la tecnología que devoran nuestra privacidad? ¿O vamos a usarlo para suscitar un verdadero cambio en el transporte, en la energía, en lo digital y en la sanidad?

Nuestro Plan Prometeo propone una visión pública fundamentada en cuatro pilares: la energía, el transporte, la revolución digital y la salud en el sentido más amplio. Es un plan para volver a poner la iniciativa pública en el centro y abordar al mismo tiempo la crisis económica y ecológica. Se inspira en el Green New Deal propuesto por la rebelde congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez.

Creo que ambos movimientos deberían encontrarse: el que organiza la solidaridad desde abajo y coloca a los trabajadores en el centro, como organizadores de la sociedad y la solidaridad; y el que les ofrece una perspectiva basada sobre una ambiciosa iniciativa pública. Este no es un debate belga o europeo, sino que tendrá lugar en todas partes en los próximos meses, y es en este contexto que pueden germinar nuevas semillas de socialismo

 


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