Paco Campos •  Opinión •  10/05/2019

El reducto liberal

Sé lo reiterativo que soy dándole vueltas a Richard Rorty. Soy como el que encuentra una mina, un fondo de cosas, donde mejor que allí no se está en ninguna parte. Y me gusta volver a mirar y repasar el ideario encontrado, no creyendo que hago con él una figura, sí asumiendo su carácter de mosaico, de composición permanente. Rorty es el Russell de finales del XX -> tiene una literatura que entretiene, al tiempo que mina los campos que la filosofía de la representación ha ido dejando a través del tiempo, que no ha sido poco –veinte y cinco siglos.

Quizá el aspecto más llamativo de Rorty sea su trotskismo cultural y su talante liberal equilibrados por el pragmatismo imperante en el Atlántico Norte. No es Rorty un pensador de izquierdas que necesite una urna, una hornacina para, desde allí, hablar en la intemporalidad. Hemos comprobado, he comprobado como producto español del ‘68 que soy, la inutilidad en el empeño. Hace esto que el camino haya de ser otro. La izquierda no capitalista –la socialdemocracia sí lo es- que no tiene otra alternativa que la de moverse en el sitio incómodo del enemigo, a manera de un Holmes (un Sherlock Holmes) de poca monta.

Pero claro, hay un reducto liberal: el individuo es el reducto liberal. No el liberalismo económico del ‘hazte a ti mismo’, que yo me haré a tu costa, no, ese no. El liberalismo del individuo descansa en la moralidad, que es el pasaporte personal e intransferible que nos define como buenas personas. No como el cabroncete liberal del palo y la zanahoria. Lo demás, lo que llamamos `lo social’, es para la política, ejercicio colectivo que persigue el bien para todos, en lo que se pueda. Trotsky vio como nadie a Marx entre banqueros, no con los banqueros. Marx y Mill otra vez.


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