Arthur González •  Opinión •  07/08/2016

¿Qué ha cambiado de la política de EE.UU. hacia Cuba?

Por mucho que se insista en que se han dado pasos importantes en las relaciones entre EE.UU. y Cuba, cuando se hace un balance de costos y beneficios, resultan muy pocos los que resultan sustantivos hacia un mejoramiento, porque realmente es la parte estadounidense la que no presenta la voluntad política de hacerlo, al seguir empantanada en su deseo de derrocar el sistema socialista, aunque experimentando otras fórmulas.

Desde 1961 Cuba dio muestras palpables de su interés en resolver los asuntos que distanciaban a los dos países. Prueba de esa posición fue el encuentro sostenido los días 15 y 16 de agosto de 1961 en Montevideo, Uruguay, entre el Comandante Ernesto Che Guevara y Richard Goodwin, Asistente especial del presidente J.F. Kennedy, a solo cuatro meses de la agresión directa de Estados Unidos por la Bahía de Cochinos.

Un informe (ya desclasificado) de R. Goodwin al Presidente, deja constancia de que el Che le aseguró que Cuba aspiraba a un modus vivendi, no a un imposible entendimiento, y que el Gobierno revolucionario estaba dispuesto a pagar a través del comercio, por las propiedades estadounidenses expropiadas; que se podía llegar al acuerdo de no hacer ninguna alianza política con el Este y analizar las actividades de la Revolución cubana en otros países, pero que no se podía discutir ninguna fórmula que significara desistir de construir el tipo de sociedad que a la que Cuba aspiraba.

Durante una vista de Goodwin a La Habana en el año 2002, aseguró que él regresó con ese mensaje a Washington, “pero no hubo interés en emprender negociaciones con Cuba”.

Pasaron varios años y el Gobierno cubano reiteró su disposición a lograr un entendimiento racional con su vecino del Norte, pero todas terminaron en fracaso debido a las posiciones de fuerza asumidas por Estados Unidos. Finalmente, con la actual administración Obama se dieron pasos serios para el restablecimiento de relaciones diplomáticas.

El producto más notable de ese acuerdo fue el reconocimiento público del fracaso de su política agresiva y del Gobierno Revolucionario cubano, sin que este hiciera concesiones, algo impensado en los últimos 56 años; aunque la Casa Blanca en su comunicado del 17.12.2014 dejó bien definidos sus intereses en esa nueva línea política, al asegurar que:

“…No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar obtener un resultado diferente. Intentar empujar a Cuba al abismo no beneficia a Estados Unidos ni al pueblo cubano. Hemos aprendido por propia experiencia que es mejor fomentar y respaldar las reformas que imponer políticas que convierten a los países en estados fallidos”.

 […] “el Presidente anunció medidas adicionales para poner fin a nuestro enfoque obsoleto y promover de manera más eficaz la implantación de cambios en Cuba, dentro de un marco acorde con el apoyo de EE.UU. al pueblo cubano y en consonancia con los intereses de seguridad nacional de EE.UU.”

[…] “La promoción de la democracia apoya a los derechos humanos universales, al empoderar a la sociedad civil y el derecho

de las personas de hablar libremente, reunirse y asociarse de manera pacífica y al apoyar la capacidad de la gente para determinar su futuro de forma libre. Nuestros esfuerzos se enfocan en promocionar la independencia de los cubanos para que no tengan que depender del estado cubano”.

 “El Congreso de EE.UU. financia la programación de la democracia en Cuba para proporcionar asistencia humanitaria, promocionar derechos humanos y libertades fundamentales y apoyar la libre circulación de información en lugares en donde está restringida y censurada”.

Al hacer un recuento de los pasos dados, vemos que los temas verdaderamente medulares para que Cuba pueda avanzar en la construcción de una sociedad justa y equitativa, se mantienen inalterables, mientras Estados Unidos solo acepta tratar cuestiones de tercer orden que no mejoran las penurias de los cubanos, aunque brindan una imagen de “buena voluntad”.

A pesar de la firma de 10 memorando de entendimiento, declaraciones conjuntas de cooperación y experimentos en la transportación directa del correo postal, todos con escasos avances reales, las cuestiones básicas reclamadas por Cuba no tiene ningún cambio, siendo estas:

·        El fin de la guerra económica, comercial y financiera que intenta matar por hambre y enfermedades al pueblo cubano, y doblegarlo para que desista de la construcción del sistema socialista.

·        El uso del dólar en las transacciones comerciales.

·        Eliminación de la Ley Helms-Burton.

·        Derogación de la Ley de Ajuste Cubano que estimula la emigración ilegal, así como la política del Cuban Medical Professional Parole, puesto en vigor desde septiembre del 2006 para favorecer el abandono de misiones en el exterior por el personal de la salud.

·        Supresión de la política de financiamiento y estimulación de las actividades subversivas que tiene como fin desestabilizar la seguridad nacional de Cuba.

·        Cese de la guerra psicológica que a través de los medios de prensa satanizan a la Revolución, acusándola falsamente de violar los derechos humanos.

·        Fin de las transmisiones ilegales de la Radio y TV Martí.

·        Devolución del territorio ocupado por la Base Naval en la provincia de Guantánamo, tema que se niegan a tratar en las reuniones bilaterales.

Algo inaudito fue la reciente aprobación por el pleno de la Cámara de Representantes, de dos enmiendas que recrudecen aún más las acciones de guerra económica, incluidas en el proyecto de Ley del Presupuesto de servicios financieros.

Una de esas enmiendas prohíbe los viajes a Cuba en ciertos intercambios educativos; la otra impide importar bienes confiscados por el Gobierno cubano, así como ejecutar transacciones fi­nancieras que involucren a militares cubanos.

Para reafirmar que no hay mejora alguna en su hostilidad hacia Cuba, Lydia Barraza, portavoz del Departamento de Estado, informó el 22.07.2016 que “el Gobierno estadounidense no contempla desmontar la Ley de Ajuste Cubano que otorga beneficios migratorios especiales a los cubanos, y cualquier cambio en la política al respecto no ocurrirá durante la administración de Barack Obama”.

Dándole continuidad a su campaña mediática contra la Revolución, la funcionaria yanqui afirmó a los medios de prensa que “el tema de los derechos humanos en la Isla sigue siendo la principal preocupación del Gobierno estadounidense y es un aspecto que corresponde al Gobierno cubano superar, lo mismo que el de garantizar mejoras en las condiciones de vida de los residentes en la Isla”.

Mientras funcionarios cubanos aseguran avances en las relaciones, desde Washington no se emiten los mismos criterios, por el contrario, continúan sin modificar una sola de las acciones que aplican desde hace 56 años para intentar derrocar la Revolución socialista y sus declaraciones siempre satanizan su actuación.

Por eso es saludable tener presente lo expresado por José Martí, cuando dijo:

 “La ilusión […] es un delito en las cosas públicas”.

Fuente: El Heraldo


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