Tito Alvarado •  Opinión •  04/06/2021

Por un Chile posible, ver crecer la hierba

Por un Chile posible, ver crecer la hierba

Algo tremendo ha acontecido en la pasada elección, los electores tuvieron que tomar cuatro decisiones con resultados sorprendentes que mueven a muchas interrogantes. El asunto de fondo es que ha cambiado la situación política y este cambio se produce con mayor rapidez de lo que cambia la capacidad de los seres humanos para ver esos cambios y verse en ellos. Cuando algo inesperado sucede, tendemos a verlo a la tremenda o con cierto aire de triunfalismo, según nos perjudique o nos beneficie. Casi siempre la verdad va por otro lado. La historia está llena de acontecimientos mayores, con intención de cambio radical, que al tiempo terminan en un pequeño salto, pero sin cambios esenciales. Y también tenemos registros de cambios radicales que luego han terminado en una vuelta atrás. Quizá todo esto demuestre que la vida avanza a saltos y retrocesos. En este sentido mucho depende de que tan preparados estemos para la victoria o para la derrota.
En una elección, y más si son cuatro en una, las cifras demuestran que tan arraigadas están ciertas ideas o que tanta capacidad de manipulación tienen algunos. Chile ha mostrado con la última elección (15 y 16 de mayo, 2021), que las cifras son contradictorias, aun así, se pueden tomar como una señal poderosa, dependiendo de cómo las leamos. Podemos decir que nada es definitivo hasta que no se producen cambios radicales. En Chile solo tenemos un resultado que muestra una marcada tendencia: el desmorone de los partidos políticos, la ausencia de la mayoría, 57 % de los electores no fue a votar, si le agregamos los votos nulos y blancos estamos rozando el 60 %, lo que muestra que todo candidato a algo que haya resultado electo representa un porcentaje mínimo de la voluntad del pueblo. Otra tendencia sería que la gente se organiza al margen de los partidos y logra un cierto éxito, lo cual nos dice, de una parte, el nulo respeto que se le tiene a los partidos políticos y de otra, que se comienza a entender y organizar un asunto de mínima inteligencia: para lograr resultados distintos hay que hacer las cosas de distinta manera y es lo que hizo la lista del pueblo.
Vamos por partes, en un hecho histórico siempre hay una sucesión de hechos que lo posibilitan y son el resultado de fuerzas en pugna, unos por mantener su control de todo y otros por producir cambios que nos incluyan. Estos resultados contundentes de la pasada elección muestran que comienza a romperse la ideología del desprecio, pero no se ha roto la forma de ser de los políticos profesionales. Los resultados de la elección en cuatro bandas se pueden leer como victoria y derrota, nadie ha salido ganador absoluto, pero todos insistirán en considerar los números a favor. Aun así, toda lectura tendrá una base de incertidumbre, en lo inmediato se recompondrá el naipe de los partidos políticos, quizá algunos desaparezcan, los más no aceptarán como realidad el desprecio de los votantes por su nulo aporte a la sociedad.
Pudiéramos decir que algo se ha roto, todavía en muy temprano para saber qué. La inmensa mayoría no fue a votar, ese es un mensaje que ya no se puede despreciar y sin embargo parece imponerse la actitud de que eso no es un problema, gana terreno la idea perversa de que eso se soluciona con que acudir a emitir un voto sea obligatorio. Otra vez a tropezar con la misma piedra, se vence, pero no se convence. El segundo hecho es que los partidos, todos, muchos de ellos organizadores del desprecio, han sido despreciados por los votantes. ¿Qué son los partidos políticos? en esencia máquinas de opinión y cuando la opinión de la gente ya no los respalda, es señal que algo anda profundamente mal en el sistema, este pequeño detalle tendrá, desde una no lectura a interpretaciones descabelladas, lo que nos vuelve al hecho constatable que primero cambia la realidad, mucho después cambia la capacidad de percibir esa nueva realidad. En otras palabras, los políticos profesionales siguen actuando como actuaban antes, aunque ya nada de sus triquiñuelas, zancadillas y desprecios tengan valor. Lo que perdieron en representación, lo que perdieron en moral, lo pierden ahora en decoro, ya no les queda otro camino que: o aceptan la nueva realidad o se insertan en ella, y aquí está el peligro.
¿Cómo se insertan los diversos intereses organizados como partidos políticos en la nueva realidad abierta por cansancio? ¿Cómo se expresa el pueblo sin representantes válidos? ¿La gente, el pueblo postergado, tiene alternativas? Un detalle de envergadura, de un lado pudiéramos pensar que una forma de opresión llega a su fin, el neoliberalismo, por otro si no organizamos las demandas de la rebelión en un programa no sabremos si avanzamos o retrocedemos ¿Se avanza cuando una parte del 43% se expresa apoyando independientes para conformar la convención? ¿se retrocede cuando el 57% de los votantes no acude a cumplir su deber?
Tal como lo decía el gran bardo de los pobres: se trata de ver crecer la hierba. Si queremos cambiar algo es necesario conocer lo que debe ser cambiado, nos podemos adelantar a los hechos si sabemos en detalle que está ocurriendo y nos insertamos en esos acontecimientos. Esto, que parece simple cuando lo enunciamos, no lo es tanto al analizar los hechos, que nos pueden llevar a un cambio radical o a una nueva derrota si no prima una defensa de lo obtenido. Es decir, una victoria electoral con matices de cambio debe conducirnos a una victoria en lo ideológico, político, económico, cultural y militar. De no ser así estaremos moviéndonos pero no avanzaremos nada. El drama es saber ahora si hay capacidad y voluntad para ello, con unos partidos atomizados, con un movimiento sindical que representa apenas una fracción de las y los trabajadores, con un movimiento social tremendamente fraccionado y sin mucha capacidad de impacto, con una voluntad de cambio que tiende a la improvisación, con unos políticos que pudiendo ser revolucionarios, tienen apenas un baño de ideas revolucionarias y son, esencialmente, socialdemócratas, es como para ponernos a pensar.
Ver crecer la hierba es en chileno antiguo, saber para donde va la micro. Si nos guiamos por el programa de un sonado candidato, él o ellos no saben para donde va la micro. El programa no toca los asuntos fundamentales para hacer avanzar el país, no es un programa, es un largo tratado de buenas intenciones. La gente que ha salido a la calle a luchar por un país con dignidad y justicia social para todos, no está reflejada en este tratado.
A las puertas de una elección presidencial, con un pasado de dictadura, con un largo historial de masacres, represiones y forma de torcer la voluntad popular, solo hay dos alternativas, intentar asumir todo el poder para el pueblo o pasar a ser simples carros de cola de un tren que conducen otros. El detalle que marca la diferencia es que a la voluntad de cambio hay que ponerle capacidad de movilización y esto es el primer paso de un cambio cultural. Quienes han sido, y en muchos sentidos continúan siendo, depreciados por el sistema o asumen todo el poder en sus manos, lo cual significa sobrepasar las débiles máquinas de los partidos o se continuará en más de lo mismo, pero con espejos y cuentas de colores de otros tonos. Tengamos presente que la burguesía no perdona ni olvida y tiene una enorme capacidad para torcer el discurso y cambiar toda sana intención, imponiendo al pueblo nuevas desgracias.
Con la dictadura, Chile sufrió un retroceso en lo ideológico, político, económico, cultural y militar, la Concertación y después la Nueva Mayoría no cambió nada en favor del pueblo, simplemente administraron el neoliberalismo, el resultado es que hoy el país es un desastre. El dominio indiscutido de las 2 derechas se termina el 18 de octubre del 2019, ¿Qué cambió desde entonces? En apariencia nada, en lo profundo el malestar se expresó y se sigue expresando de muchas y creativas maneras.
Revertir los daños que la dictadura, la concertación y la Nueva Mayoría, con su modo exquisito de justificar lo injustificable, infringieron al país, es la tarea del momento. Si vemos lo que proponen los candidatos, veremos que a la fecha ninguno, ninguna sabe qué, exactamente, el país necesita. La calle no ha sido escuchada, la solución no pasa por gritar más alto, pasa por atrevernos a enfrentar el poder y asumirlo desde los intereses de la mayoría, el detalle funesto es que la mayoría no se expresa con las herramientas a su alcance o caen en el juego de emitir un voto y callar mientras los poderes hacen de la suyas.
Un ejemplo de política ficción pudiera ser lo siguiente: a la fecha no hay programa, pues démonos un mes para organizar asambleas donde se discutan los programas de los candidatos de izquierda (un término que ya no expresa lo que la gente, el pueblo, necesita), se recoge el sentir del pueblo y se arma un programa elaborado con participación popular. Se rompe el desprecio y se construye fuerza propia. Al mensaje claro de cambio profundo hay que agregarle un papel activo a la voluntad popular. En el fondo se trata de hacer los cambios desde dentro y estar preparados en organización y discurso para enfrentar la organización, la fuerza y el discurso del riquerío, que se siente amenazado y es capaz de los más atroces crímenes para mantener su paraíso. El detalle es que los candidatos de la “izquierda” ya no trabajan así, lo hacen tal cual lo hace el resto de los candidatos del sistema. Hace rato que una elección ya no se trata de programa, de compromiso serio de hacer honor a la palabra, simplemente es un juego de egos. Sin que sea una contradicción con lo ya expresado, hay un candidato que tiene, tal como ya lo dije, un atisbo de programa, un compendio de buenas intenciones, pues bien, allí no hay nada que se oriente a cambiar de raíz la forma en que nos relacionamos entre nosotros y con la naturaleza. No se habla de recuperar las riquezas básicas, de recuperar las empresas que eran del estado y pasaron a manos privadas a un valor de favor político, no se dice nada en relación a los negocios inmorales como el agua y las carreteras privadas. Lo que no logro entender es ¿a qué le tienen miedo? O quizá la respuesta sea una, que la Izquierda son unos cuantos partidos, liderados por la pequeña gente aspirante a burgués (que ya no se usen estas categorías no significa que no sean exactas). Hoy se requiere un programa de salvación nacional con una clara orientación anticapitalista, que ponga la economía al servicio de la gente, que ponga en acción planes no reformistas, de urgencia en lo ecológico, la educación, el uso del agua, la salud como un derecho, una fuerza de orden de nuevo tipo, unas fuerzas armadas que estén al servicio del país, no de una clase, un salario mínimo que cubra las necesidades básicas, etc.
En lo inmediato hay tres asuntos a enfrentar:
leer con apoyo de la ciencia el mensaje de la pasada elección, ¿qué hemos hecho mal, que estamos haciendo bien? y perseverar en lo que funciona;
organizar la campaña del futuro presidente de Chile con la más amplia participación, cosa que en primer lugar implica un cambio cultural, ya no se trata de entretener ni usar a la gente, se trata de que todas y todos participemos aportando nuestra visión, nuestros saberes, nuestras necesidades y nuestra voluntad de cambio radical;
transformar la convención constitucional en una asamblea constituyente, pero hacerlo con el pueblo y para el pueblo, con movilizaciones en todos los frentes, sin desmayar ni un minuto. Mérito tienen los constituyentes que priorizan la libertad de todos los presos políticos, solo que el discurso del sistema habla de indulto (perdonar un crimen), cuando se debe hablar de libertad incondicional (no hay crimen). La nueva constitución será un hecho histórico si está siempre acompañada por la movilización del pueblo, si queda en manos de los 155, los pocos comodines del sistema impondrán su discurso retorcido.
El detalle mayor es que recién ahora sabremos si toda la faramalla política de las izquierdas se trata de un enmarañado juego de egos o de una lucha hasta el fin y esto se demuestra en la forma de hacer las cosas y en la participación creativa de todas y todos quienes necesitamos un cambio. Las soluciones que Chile requiere han de salir de la gente que ha sufrido todos los usos, abusos y atropellos, como un crimen continuo, de parte de los que detentan los diversos poderes. Lo que el país requiere no es un presidente más o una carta magna que se vuelva papel mojado, se requiere reconstruir el país para satisfacer las necesidades de todos sus habitantes, se trata de crear un país plurinacional, multicultural, solidario que priorice lo que funciona y esto ha de hacerse a la brevedad.


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