Carlos Martín •  Opinión •  04/03/2017

¡Qué hostias sabrán los curas del Sexo!

¡Qué hostias sabrán los curas del Sexo!

A estas alturas podemos concluir que la campaña de HazteOir ha salido como se esperaba. En esta sociedad del espectáculo donde la desinformación está de manifiesto y junto a lo que decía Goebbels, jefe de propaganda nazi y alguien más afín a esta campaña, “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”, el resultado es el ruido esperado. Desde luego estos señores han partido la pana en una sociedad donde rezuman los poderes eclesiásticos que disponen de los valores educativos. La campaña no se prestaba a pasar desapercibida con ese sutil pero indómito carácter provocador escondido en la sencillez de las palabras. Puede que en los juzgados sigan debatiéndose si se ha incurrido en apología del odio mientras sacan de la circulación el autobús, pero el susodicho ya hace días que recorre todas las plazas de nuestras cabezas y de los medios de comunicación.

En fin,  HazteOir hasta la fecha no ha hecho ninguna campaña por el amor al prójimo que no sea el amor a despotricar contra quienes no siguen la línea recta de Dios. Tampoco podemos decir que este tipo de campaña tenga tintes educativos ya que la única lección que se saca entre líneas es que todo aquel que se salga del molde repeinado que dicte su moral sexual sobra. En otros tiempos las ingeniosas frases de campaña puestas en un autobús serían remplazadas por negras comitivas de la santa inquisición dirigiéndose hacia un auto de fe donde los homosexuales y transexuales eran perseguidos. Ya sé, me diréis que me he desfasado porque estos señores actúan en democracia, encorbatados y hablando de la obra de Dios. Bien, pues la Santa inquisición no fue abolida hasta diciembre de 1908  y tuvo que venir Napoleón a darnos lecciones, así que cuando echamos a los franceses ya me diréis si la restableció a lo hippie Fernando VII.

Mejor no pongo calificaciones sobre la homosexualidad de los expedientes del Tribunal Supremo del franquismo. Las leyes de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad Social se aplicaron a gais y transexuales hasta 1979, pero todavía en 2017 desde los estamentos del poder podemos ser testigos de verdaderas declaraciones inhumanas.

Hazteoir es un lobby fundamentalista de las catacumbas religiosas más poderosas, de las sectas del Opus y del Yunque, ligadas al poder transversal de la política institucional conservadora. Es una organización pantalla que aunque aparentemente se vea como inocua tiene mucho poder y se atreve contra todo quisqui sin amilanarse. Sus mensajes y actividades conducen al ostracismo medieval, donde el modelo familiar y sexual era impuesto por la mano de la iglesia.

Pero ya que sacan a debate la sexualidad de los niños y de las niñas, por decirlo de alguna manera, poca humildad les cobija cuando van dando lecciones quienes menos saben del asunto. No se explica bajo ningún parámetro técnico que se pueda ostentar los términos científicos naturales y dar instrucciones de biología, al mismo tiempo que se instituye en normas morales basadas en la fe. Precisamente la contranatura biológica explicaría las decenas de miles de casos de pederastia en el seno de la iglesia. No existe un gen distinto en los curas que les haga más proclives al abuso sexual que el resto de mortales, la explicación es mucho más sencilla. Privar de los instintos biológicos irracionalmente a aquellos que están al cargo de la educación sexual de nuestros menores es juntar el hambre con las ganas de comer.

Las instituciones religiosas saben demasiado bien que para poder perdurar en el tiempo han de tener el control pedagógico desde la infancia. Por eso se aferran con uñas y dientes a los mismos temas sobre la educación y están siempre a vueltas con campañas como éstas. No es que sepan del tema es que no quieren que sepamos. En mi infancia cuando la religión se interpuso en mi sexualidad más miedo tuve al sexo y más despistado estuve en mi identidad sexual, dicho de otro modo me confundieron en la ignorancia.

Ante todo, siempre vendrán con los mismos falaces argumentos pidiendo respeto y haciéndose las víctimas, sin embargo ellos nunca reparan en tener que respetar al prójimo. Ese es el principio de poder que les delata.


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