Arturo Aguirre •  Cultura •  28/06/2022

Crónica de una stripper que dibujaba cómics

Melody, diario de una stripper (Autsaider Cómics) es una de las alegrías editoriales de la temporada. Un clásico del cómic underground, hasta ahora inexplicablemente inédito en castellano.

Crónica de una stripper que dibujaba cómics

Escrito, dibujado y protagonizado por Sylvie Rancourt, una artista clave en la historia del cómic, autodidacta y pionera del género autobiográfico, a la que le ha costado años recibir su merecido reconocimiento debido a que las élites culturales consideraban su origen «poco respetable» y su frescura y naturalidad era interpretada como impericia por los popes del noveno arte, tan aficionados históricamente a cánones estético-artísticos ultra clásicos. Melody entró en el diccionario Larousse del cómic en 1998, Pierre Lefebvre recuerda su asombro ante los primeros cómics de Rancourt, y los elogiaba por su frescura y singularidad, así como «la conmoción que le produjo el contraste entre la inocencia de las ilustraciones y la gravedad del argumento».

Melody es un relato emocionante, entrañable y enervante, sobre los inicios de una chica de pueblo en el sórdido mundo de los locales de estriptis y las circunstancias vitales que atraviesa en esa época. Melody, Barbie, incluso el suyo propio, fueron algunos de los nombres que Rancourt utilizó para anunciarse en los carteles de los locales en los que bailó desnuda durante la década de los 80.

Sylvie Rancourt nace en 1959 en Abitibi, un área rural de la región de Quebec. Al cumplir los veinte años marcha a Montreal en busca de un porvenir más halagüeño que el que le esperaba en su Abitibi natal, una zona minera que atravesaba su peor momento a raíz de la reconversión industrial de la comarca. El desempleo y la ausencia de expectativas para los jóvenes la expulsaron de allí. Su desembarco en la gran ciudad tampoco fue sencillo. Ante la falta de oportunidades laborales y empujada por su novio de entonces –un buscavidas aprendiz de camello– comienza a trabajar como stripper. Las tremendas vivencias que va acumulando en esos años son las que abren la espita de la creatividad y la necesidad de exorcizarlas. Rancourt nunca había hecho un cómic anteriormente, tampoco era una gran conocedora del medio, pero era aficionada a dibujar desde la escuela, y a la hora de reflejar su diario, decide hacerlo en viñetas. «En Melody cuento las cosas que me pasaron cuando trabajaba como bailarina, pero no lo cuento todo, pasaron muchas cosas más. Tenía muy poco dinero, y nos obligaban a pagar para trabajar, así que algunos meses eran muy difíciles. Además, no era un trabajo llevadero precisamente, y las chicas estábamos muy estigmatizadas, teníamos miedo de que la gente nos hiciera daño o se portara mal con nosotras, era una época algo conservadora… Cuando saqué el primer cómic, no sabía qué esperar, pero yo seguí escribiendo, y lo hice hasta que dejé el trabajo».

En 1985 Rancourt escribe y dibuja el primer número de su propia serie, Los inicios de Melody –uno de los siete cómics que recopila este volumen– además, fotocopia y grapa los 500 ejemplares de la primera edición de este cómic de manera artesanal, para venderlo entre los individuos que frecuentaban el local de estriptis en el que trabajaba en ese momento. Mientras atendía las mesas, entre baile y baile, ofrecía a los clientes del garito su pequeño folleto, convirtiéndose así en la primera mujer en autoeditar su obra en Canadá. Sus primeras experiencias, cómo se inicia en ese mundillo, las pésimas condiciones laborales, sus compañeras, su familia, los clientes, jefes y el caradura de su novio, llenan las páginas de este primer número. El cómic se agota enseguida y Rancourt decide reinvertir los beneficios en una segunda edición con cubiertas a color y distribución en todos los quioscos del área de Quebec. Durante dos años dibuja otros seis números de su propia revista de cómics, que pasaron a tener una distribución profesional, llegaron a quioscos y librerías causando gran revuelo en su momento, con apariciones televisivas y en prensa, que junto al apoyo del dibujante Jacques Boivin, le permitieron publicar su obra en Estados Unidos, llegando a vender 125.000 ejemplares.

La cuidada edición de Autsaider Cómics, recupera para los lectores en castellano una obra de enorme valor, no solo por sus reconocimientos internacionales en diversos festivales o por ser la primera mujer en hacer cómic autobiográfico en Canadá, sino por la epatante honestidad, la verdad y la inocencia que llenan sus páginas. Su dibujo, extremadamente sencillo, refleja una ausencia de impostación total, una autenticidad desnuda en la que muestra, a través de unos ojos de bondad casi infantil, un entorno turbio y amoral. No juzga a nadie, ni las conductas más despreciables, ella simplemente expone las situaciones, tal vez sea la manera más inteligente para que cada cuál pueda extraer sus propias conclusiones. «Bueno, ¡es que yo no creo que esté para dar lecciones de moral a nadie! Escribo lo que sucedió en esta época peculiar de mi vida, sin más. No hay mucho que moralizar ahí. Al fin y al cabo, estuve con tipos que no me trataban muy bien, que me robaban el dinero y cosas así, todo muy complicado, y es que en el entorno en el que me movía, era la norma, los buenos tipos escaseaban. Creo que esta ausencia de moralina también viene de la forma de vida aquí en Quebec. Nadie se mete con lo que hacen los demás porque ya tiene bastante con lo suyo…»

En la actualidad, Rancourt ha criado a cinco hijos, sigue pintando, dibujando, escribiendo y ahora también, criando gallinas. Regresó a Abitibi hace unos años, donde vive en una granja con su marido «Un buen hombre, por fin».


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