Eduardo Montagut Contreras •  Memoria Histórica •  19/01/2017

Dictaduras

La fórmula política que conocemos por dictadura tiene su origen en Roma. La dictadura era una magistratura en el organigrama político de la República. El dictador era escogido e investido por el cónsul, ya que solamente un magistrado cum imperium podía transmitir este poder a otro, aunque, eso sí, con la aquiescencia del Senado. El imperium era el poder originario y soberano de vida y muerte. Solamente tenían este máximo poder las más altas magistraturas: cónsules, pretores y dictadores. La dictadura era, realmente, un recurso temporal de seis meses de duración para momentos complicados. Era la única magistratura romana no colegiada. Pero la naturaleza de la dictadura cambió con la crisis de la República romana, con Sila y con César: se amplió su duración y sus ya muy amplias atribuciones. En ese momento, estos personajes emplearon la magistratura para cumplir sus ambiciones políticas personales, desvirtuando el sentido primigenio de la misma.

En la época moderna las dictaduras se dieron en las formas política republicanas europeas, siendo el caso más interesante el de Cromwell en Inglaterra cuando triunfó la primera Revolución inglesa.

En los albores de la edad contemporánea la primera dictadura fue, sin lugar a dudas, la establecida por los jacobinos entre 1793 y 1794. Pero no solamente lo fue por cuestiones cronológicas, sino también porque estableció algunas características de las dictaduras posteriores: el control a través de un estado centralizado, concentración del poder en el ejecutivo frente a los otros poderes y el contar con apoyos populares. A lo largo del siglo XIX se han dado más ejemplos. En nuestro país el caso más notorio fue la dictadura de Serrano en el año 1874 entre la disolución del parlamento de la I República y el pronunciamiento de Martínez Campos que permitió el comienzo de la Restauración. Pero, sin lugar a dudas,  el siglo XX ha sido la época dorada de las dictaduras en todo el mundo.

Definir una dictadura no es tarea fácil porque hay una gran variedad de tipos, aunque podemos encontrar rasgos comunes en todas ellas: la negación del estado de derecho, la no existencia de la separación de poderes y el rechazo a la democracia representativa. Se pueden establecer tipologías de dictaduras atendiendo a diversos criterios, teniendo en cuenta, por otro lado, que no son excluyentes entre sí. Los criterios comunes a todas las dictaduras nos permiten caracterizar a las mismas como sistemas políticos contrarios a las democracias donde no hay división de poderes, inexistencia de derechos básicos o, sobre todo, aunque se proclamen, sin garantías para su ejercicio, inexistencia de pluralidad política, sindical y asociativa, tendencia al ejercicio del poder de forma arbitraria a favor del dictador, grupo, clase o minoría que sostiene y beneficia de la dictadura frente al imperio de la ley de los sistemas democráticos. Las dictaduras no se basan en el consentimiento libre de los gobernados, aunque los dictadores tienden a insistir en que dicha aquiescencia sí existe, ya que se utilizan métodos populistas como los plebiscitos para buscar su legitimación popular, a pesar de que dichas consultas no son, realmente libres, al impedirse la propaganda política contraria. Pero, también, conviene señalar que las dictaduras no pueden permanecer largos períodos de tiempo si no tuviesen ciertos apoyos sociales. Los métodos represivos no pueden ser los únicos que permitan su permanencia.

La dictadura suele estar muy vinculada a un concepto muy personalista del poder, a la ambición de quien detenta el mismo. Se enaltece al dictador, jefe, líder o caudillo a través de la propaganda. Es un personaje que ejercería el poder con grandes sacrificios personales, un jefe que renuncia a los placeres de la vida privada por la patria o el país. Puede llegar a ser presentado como un estadista dispuesto a darlo todo por el pueblo, hasta la vida, y sin pedir nada a cambio, bueno, sí la obediencia al mismo, precisamente por esos sacrificios. Muchas dictaduras tienen, pues, un marcado carácter paternalista.

Las dictaduras suelen buscar la justificación de su existencia en la necesidad de la misma, apelando a una situación extraordinaria o terrible y que se soluciona con este ejercicio del poder. Es la legitimación de la dictadura y de su permanencia durante un tiempo, o de forma indefinida, al menos hasta la muerte del dictador. Se tiende, además, a que el sistema sobreviva a la muerte de su creador o impulsor.

Se trata de un sistema político temporal en la teoría marxista, como paso previo para la instauración de la sociedad comunista. Fue promulgada por Marx, aunque el gran teórico de la misma fue, realmente, Lenin. Cuando triunfa la revolución se haría necesario un estadio intermedio antes de llegar a la sociedad comunistas sin clases ni opresiones. La dictadura serviría para eliminar al estado, sus instituciones y estructuras, así como todos los poderes económicos y sociales existentes, y en manos de la burguesía.

La primera y más importante dictadura del proletariado de la Historia fue la instaurada por Lenin y los bolcheviques cuando triunfaron en la Revolución de Octubre. Se instauró una estructura política totalitaria que creó un nuevo estado, con una clase dirigente y unos fuertes resortes del poder. El carácter transitorio de la dictadura del proletariado, enunciada por Marx, terminó por convertirse en permanente.

 


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