Grupo Tortuga •  Actualidad •  24/06/2016

El objetor electoral Adrián Vaíllo decide no recurrir la sentencia que le condena

Adrián Vaíllo, que en 2011 se negó a formar parte de una mesa electoral del mismo modo que ahora lo hacen Paco Vidal en El Pinoso y Jafet Pinedo en Elche, decide no recurrir la sentencia que le condena a pagar una multa de 360, aunque no le reconoce ninguna legitimidad.

Carta de Adrián Vaíllo

Bueno…, como ya os dicho tantas veces, la actitud persecutoria que tiene la administración con cualquier tipo de disidencia ha hecho que durante los últimos cinco años me haya puesto con cierta frecuencia en contacto con vosotros.

Como ya sabéis, recibí la orden de formar parte de una mesa electoral por allá por noviembre de 2011. Desobedecí y me declaré objetor de conciencia al sistema electoral.

Pienso que no vivimos en una democracia, pues actualmente las personas no participan directamente en la resolución de los asuntos que les afectan. Por ello, mi conciencia me anima a no colaborar, en la medida de mis posibilidades, con este sistema. Eso es lo único que he intentado hacer con mi desobediencia, nada más.

Casi cinco años después he sido condenado con una multa de 360 euros, aunque si no la pago podría acabar un mes y medio en prisión. Y, a pesar de que aún puedo hacerlo, he decidido no recurrir la sentencia.

Me lo he planteado, es cierto. Siempre he intentado mantener un diálogo fluido con la administración, pues es ella la otra parte de este conflicto. Siempre he expuesto mis motivos, pero es complicado razonar con la ley. Mis argumentos éticos y políticos no han sido tenidos en cuenta y la legislación es contradictoria y arbitraria; es decir, es un instrumento ambiguo que puede aplicar el poder a su conveniencia. Por un lado, no presentarse a una mesa electoral está considerado delito; por el otro, la Constitución reconoce en su artículo 16 el derecho a ejercer la libertad ideológica siempre que no suponga una alteración del orden público. Pura palabrería sin ningún valor: los hechos lo demuestran.

Uno se siente tentado y quiere que le expliquen por qué ese artículo de la Constitución no ampara a quien emprende este camino. Pero, ¿qué se saca con esto? ¿Continuar en el empeño de comunicación con el Estado? ¿Demostrar otra incoherencia más del poder?

Nunca he evitado la palabra y siempre estaré abierto a hacerme entender y a intentar comprender a la otra parte.Pero eso con el actual marco legal, que además nos viene impuesto, es imposible.

No reconozco ninguna legitimidad moral a esta condena, y eso no va a depender de la decisión de ningún otro juzgado. Tampoco le reconozco ninguna legitimidad al sistema, por lo que prefiero no seguir sus cauces para poner fin a este conflicto.

¡Ojo!, sé que el recurso tiene un sentido ético, político y jurídico, y que abre unos caminos que otra gente a la que apoyo abiertamente, quizá con más razón que yo, ha decidido recorrer.

Y bueno…, me voy despidiendo ya, que demasiado juego ha dado esto de no presentarse a una mesa. Al fin y al cabo es un hecho de lo más simple. Aunque es cierto, que uno no puede dejar de valorar el camino que trazaron anteriores objetores ni de alegrarse viendo que no hay una cita electoral en la que alguien no le plante cara al estado.

Este año lo harán, al menos, Jafet, Xus, Carlos, Paco Vidal y Paco Cuevas, todo un experto ya en el asunto. Seguro que consiguen que alguien se replantee la naturaleza del actual sistema político y económico.

Y quién sabe si en las próximas elecciones no seremos más.

Agradezco de corazón todo el apoyo recibido durante estos años.

¡Hasta luego!

Adrián Vaíllo


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