Redacción •  Actualidad •  08/10/2018

Manifiesto XXXII Marcha a Rota: «hemos vuelto a las puertas de esta base militar de Rota para reclamar el derecho de las andaluzas y los andaluces a vivir en paz»

La XXXII Marcha a Rota se desarrolló el día de ayer, domingo 7 de octubre, y contó con la participación de más de 200 personas que volvieron a gritar ‘OTAN no, bases fuera’.

La manifestación salía a mediodía del parque Calderón en El Puerto, y se ha centrado en denunciar que la presencia de las bases en territorio andaluz “nos convierten en cómplices de guerras que se alargan en el tiempo por los intereses del negocio de las armas de las grandes potencias”. No ha faltado la denuncia del contrato de las corbetas para Arabia, que se construirán en la Bahía, y la exigencia de un nuevo modelo de desarrollo económico en la provincia no dependiente de la industria militar.

Manifiesto XXXII Marcha a Rota: «hemos vuelto a las puertas de esta base militar de Rota para reclamar el derecho de las andaluzas y los andaluces a vivir en paz»

MANIFIESTO MARCHA A ROTA 7 DE OCTUBRE 2018

Aquí estamos un año más. Llegamos de nuevo a las puertas de esta fábrica de guerra llamada Base Naval de Rota a traer nuestras pancartas, nuestros deseos y nuestra apuesta de que Andalucía sea de una vez por todas, tierra de paz y de acogida. Venimos a levantar estas alambradas y a derribar estos muros del horror; venimos a proponer un futuro donde toda la inversión económica y humana que sostiene este monumento a la muerte se ponga al servicio del desarrollo y de la paz.

Ha sido un año duro en el que las guerras como la de Siria, Yemen, Sudán del Sur y República Centroafricana, han causado miles de víctimas, y la huida de sus hogares de millones de familias. Las grandes potencias económicas con su ambición, y los grandes beneficios del negocio de las armas generan un desesperado y masivo movimiento de población que huye de los conflictos y cruza el Mediterráneo buscando refugio. Europa, que conoció movimientos migratorios semejantes cuando su propia población huía asustada de la maquinaria de guerra nazi, o España, que conoció fenómenos de semejante magnitud tras el alzamiento fascista de 1936, responden a este llamado de auxilio con políticas abiertamente xenófobas o con acuerdos y protocolos supuestamente humanitarios que nunca llegan a plasmarse. El resultado son muertes en el mar, devoluciones o confinamientos que conculcan los derechos humanos, muros más altos, alambradas más sólidas y fronteras más tupidas y militarizadas.

Desde el África subsahariana, generaciones y generaciones de hombres y mujeres jóvenes, el capital humano que debía desarrollar la sociedad en países como Gambia, Senegal, Mali, etc.., cruza el continente alentados por la imperiosa necesidad de construir un futuro para los suyos tras la esquilmación sistemática que las grandes multinacionales están haciendo con sus países y sus riquezas nacionales.

En definitiva, Europa, socia interesada en la ocultación y la sangría de todo un continente, se beneficia en sus conflictos y empobrecimiento pero niega el derecho de asilo a las poblaciones afectadas por el conflicto. Los voceros europeos – políticos, sociólogos, periodistas,…- dibujan, anuncian “invasiones” y dan alimento al surgimiento de un nuevo fascismo populista y xenófobo cuyas ideas anidan en los gobiernos del viejo continente.

Ha sido también un año duro para la dignidad de Andalucía. La dignidad perseguida y pisoteada. Un año en que se nos quiere obligar a elegir entre el hambre, el paro o la complicidad con el crimen. Se nos quiere convencer de que la única posibilidad para nuestra industria naval es ser, como esta base de Rota, una pieza más de la estrategia terrorista de los más poderosos, alinearse de lado de las monarquías autocráticas que masacran países como Yemen, construir sus barcos de guerra igual que otros obreros de otras partes del Estado construyen sus bombas. Un negocio suculento y criminal que beneficia a un puñado de familias herederas de monarquías medievales con el apoyo y amistad de la monarquía española.

¿Dónde quedó la dignidad de aquel movimiento obrero que en Septiembre del 77 se manifestaba en Cádiz para negarse a reparar el buque Escuela Esmeralda, centro de tortura de la dictadura de Pinochet? ¿Qué queda en nosotras y nosotros del ejemplo de aquellos obreros alemanes y portugueses que boicoteaban la fabricación de las armas que los fascistas les compraban para masacrar a quienes defendían la República? Hay que reivindicar la dignidad rebelde de la reciente “asamblea de los tornos” que convocó la huelga general del Metal gaditano en defensa de cargas de trabajo sostenible y contra la precariedad laboral. La industria de la guerra es también oscura contra sus propios trabajadores y trabajadoras, deteriorando las condiciones de trabajo hasta hacerlas peligrosas para sus vidas.

Nos quieren hacer creer que sólo hay un camino para la prosperidad en nuestra tierra y que este pasa por fabricar concertinas, alambradas, patrulleras, aviones, fusiles, bombas… Y se hostiga, a veces desde posiciones supuestamente de izquierdas, a las voces discordantes con el discurso del posibilismo. Voces valientes desde el movimiento sindical más alternativo, colectivos sociales, ecologistas o antirracistas, voces como la nuestra que creen que otro futuro es posible para la industria naval y para el resto la industria de la Bahía ligándola a sectores como las energías limpias y alternativas, la “deconstrucción naval” reconvirtiendo buques obsoletos en transportes sostenibles… En ese sentido, la Plataforma que organiza esta marcha se ha dirigido a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, para instarle a que no nos mienta, y deje de obligar a nuestra gente a elegir entre el paro o el crimen, entre el hambre o las bombas, para que oiga las propuestas avanzadas que exigen empleo para la Bahía pero un empleo digno y sostenible que no condene a Andalucía a ser señalada como verdugo de otros pueblos.

Esta base militar, cerca de la cual se ahogaron hace ahora quince años más de treinta y cinco personas sin que se percatara ninguno de sus radares, ni se moviera ni uno solo de sus barcos, sin que ninguno de sus focos iluminara el cementerio en que se convirtió esa noche la mar, esta base no es neutral. “Esos de ahí enfrente, matan a la gente”, gritábamos hace años cuando desde otras ediciones de estas marchas, veíamos salir los aviones hacia Irak, hacia Libia… Hoy siguen saliendo y matando en Siria, por ejemplo. Siguen saliendo en misiones de apoyo a gobiernos como el de Israel que bloquea y condena a morir de hambre al rebelde pueblo palestino en Gaza. Ni uno solo de los esfuerzos de esta base está dirigido, por ejemplo, a evitar las muertes en el Mediterráneo. Ni uno solo de sus barcos patrulla esta bahía para librar de la muerte a tanta mujer, tanto hombre, tanta criatura como se la juega en sus aguas. Eso queda para el esfuerzo valiente de algunas ONGs que son sistemáticamente obstaculizadas y perseguidas por su generosa labor.

Una base que no solo no cuida de la población sino que con su propia existencia pone en peligro la seguridad de las poblaciones de la provincia al situarnos en el ojo del huracán. El pasado junio cayó el mayor dron espía de EEUU en Rota y no informaron de ello. ¿Cómo podrá protegernos de mayores ataques quien no puede ni siquiera controlar la caída de sus propios drones? Es de risa si no causara tanto horror

¿Qué hubiera pasado si en vez de un dron hubiera sido un proyectil de otro calibre más mortífero? Sabemos de las continuas escalas de submarinos nucleares en sus muelles como el que llegó hace pocas fechas.

¿Quién controla el motivo de esa escalas y el riesgo para la población que suponen?

Y todo a cambio de un empleo cada vez más precarizado, con una plantilla cada vez más reducida que tiene que pelear constantemente porque el capital americano no entiende de derechos de las personas que trabajan para él.

Construir una sociedad para la paz no es sólo negarse a manufacturar y vender bombas y armas, no solo atañe a las trabajadoras y los trabajadores de la industria naval; también es cómplice quien en las escuelas asiente con los nuevos planes de educación militar y para la guerra, quién no se moviliza contra la xenofobia y la esquilmación terrorista que el Norte hace del sur, quien financia de manera sumisa con sus impuestos las políticas armamentísticas o quién con su voto concede mayorías a los partidos que apoyan el orden hegemónico de las potencias mundiales.

Por eso hemos vuelto hoy a las puertas de esta base militar de Rota para reclamar el derecho de las andaluzas y los andaluces a vivir en paz, a construir una Andalucía que sea tierra de acogida de las personas que hoy necesitan de nuestra solidaridad, una Andalucía sin alambradas, sin racismo y sin bases militares; una Andalucía con empleo de calidad, con una industria que construya futuro y una clase trabajadora que no se vea forzada a mitigar su justa hambre de pan, techo y dignidad a base de masacrar a otros pueblos hermanos.

¡Andalucía, tierra de paz y acogida! OTAN NO, Bases fuera.


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