Pasado, presente y bucle
A veces el presente tiene cierto aire de revival o se vive con una especie de sensación colectiva de déjà vu constante, indeterminada, inquietante, densa.
Por ejemplo, todo eso que llamamos régimen del 78 también adolece de parecer un calco de su primera parte: la primera restauración borbónica. Desconozco si entonces se le llamó al asunto régimen del 76, pero empezando por el hecho de que aún a día de hoy la Constitución de Cánovas de 1876 siga siendo la más longeva de nuestra historia, continuando porque sirvió (de forma muy efectiva) para que pareciese que todo cambiaba mientras que servía para que poco o nada lo hiciera, pues sí; se parece mucho a la del 78… Además ambas, sirvieron de perfecto sostén político al sistema oligárquico caciquil de poder social y económico que tan bien se adaptó y medró en la dictadura franquista y que ha llegado a nuestros días incluso con idénticos apellidos. La Constitución de Cánovas también tuvo sus “padres”, se redactó para reponer a un Borbón en el trono, y tanto la escandalosa corrupción que cobijó, como la ficción del turno de partidos que en realidad servían a los mismos intereses, tuvieron mucho que ver con su pérdida de legitimidad.
Podríamos llenar párrafos y párrafos con más análisis, pero ese orden constitucional no cayó sólo a base de análisis, y creo que lo más interesante sería ver qué reclamaba la gente en la calle entonces. Cuáles fueron las diferencias para que en los años treinta del pasado siglo, mientras que media Europa caía en las garras del fascismo, aquí se promulgase una república. Porque parece que ahora no está siendo ese el trayecto. Igual estamos dedicando mucho al continente y poco al contenido.
Otro ejemplo algo distinto.
En el año 1931, en plena crisis causada por el crack del 29, un grupo de sociólogos cercanos al Partido Socialista Austriaco, diseñó una interesante investigación [1] sobre los efectos del paro -que en aquel momento se había convertido en un drama- sobre la población y sus actitudes. El estudio, que fue financiado precisamente por el propio Partido Socialista y los sindicatos, se encargó con la intención de resolver un debate en el que desde el área más radical se confiaba en la capacidad de la crisis para producir la toma de conciencia individual de los trabajadores. Esperaban así que al estarse viviendo la crudeza del sistema capitalista éste se debilitase.
La población objeto del estudio, Marienthal, era una pequeña población obrera de 1500 personas que creció en torno a una fábrica. La fábrica había cerrado tres años atrás por la crisis económica. Solamente 80 personas mantenían un empleo, el resto dependía de subsidios. Sin embargo, no era la conciencia de clase lo que había aumentado, sino la desesperación, la resignación y la limitación de los propios deseos. Las conclusiones de la investigación iban obviamente en dirección opuesta a la deseada. Cuando en 1938 Hitler invadió Austria entre las amplias multitudes que salieron a recibirle se encontraban los habitantes de Marienthal. Cincuenta años después los supervivientes reconocían que hubieran ido tras cualquiera que les hubiera dado un trabajo.
En Francia en este momento, ese tan difuso como contundente movimiento de protesta conocido como los chalecos amarillos, pide revertir recortes, subir el salario mínimo, recuperar el poder adquisitivo de las pensiones, volver a cobrar impuestos a los más ricos, y poder llegar a fin de mes. Para resumir; repartir más justamente la riqueza. Muchos les miran con desconfianza, y probablemente no sin razones, pero lo que es seguro es que si ante esto (o cualquier otro fenómeno de esta naturaleza) no se ponen esos contenidos materiales por delante de cualquier discusión sobre formas o continentes, será fácil que como sucedió en Marienthal se acaben yendo con cualquiera que sí lo haga. Y más que tener sensación de déjà vu, estaremos en un verdadero bucle.
Nota:
1. Los parados de Marienthal: sociografía de una comunidad golpeada por el desempleo /Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel: La Piqueta 1996.