Javier Arjona •  Internacional •  26/06/2023

Adiós a Hugo Blanco, el Ché ecosocialista

Fue un referente de las luchas campesinas en el Perú, dirigente político y sindical, sufrió la tortura, la cárcel y el exilio por su militancia.

Adiós a Hugo Blanco, el Ché ecosocialista

Ha llegado la noticia del fallecimiento de Hugo Blanco en Suecia, donde vivía una de sus hijas.

Días antes había llegado también una alerta para arropar y apoyarle económicamente, pues su familia le acompañaba en el hospital, pero el hospital no asumía los gastos.

Hugo Blanco fue referente de las luchas campesinas en el Perú: diputado y senador, pero sobremanera luchador social, sindicalista, en las diversas etapas de reforma agraria, de dictadura, de creación de estructuras organizativas populares y revolucionarias.

Había visitado Asturias en una de sus tres deportaciones forzadas. Después colaboró con el gobierno de Allende, y en el golpe de Pinochet salió al exilio sueco protegido por su embajador en Chile.

En esa etapa chilena (próximo a cumplirse los 50 años del golpazo) le recuerda Beatriz Aurora, la artista catalana-chilena-chiapaneca que mejor ha representado gráficamente a las comunidades zapatistas: Hugo admiraba y apoyaba también las propuestas del neozapatismo, y acudía a sus Encuentros Intergalácticos.

Hugo Blanco junto a un grupo de compañeros.

Tuvimos ocasión de entrevistarle en diferentes etapas de su vida, una en una pensión cuando iba camino de México, donde vendía artesanías. La publicó una revista de Acsur-Las Segovias. La segunda entrevista se la hicimos en el Rio+20 de Río. En Brasil. Otras le vimos en algunos Foros Sociales Mundiales, cuando vendía por la calle la revista Lucha Indígena, e intervenía en los debates defendiendo el ecosocialismo. La última cuando estaba presentando su libro “Nosotros los indios”, y conversamos en su casa sobre su historia de vida, cuando ya iba hacía los 84 años.

Si el Che Guevara hubiera vivido tanto tiempo como Hugo Blanco, ¿tendría un parecido con el líder peruano? Hugo en su juventud, cuando estuvo a punto de perecer en una de sus innumerables peripecias rebeldes, sí que tenía parecido físico con el argentino y cubano. Pero, además, en lo vital, en la repulsa ardiente ante toda injusticia, en poner la vida al servicio de las colectividades, ambas figuras históricas se asemejan y hermanan.

Hugo Blanco en una de sus detenciones.

Seguramente que José María Arguedas sea el escritor más representativo de la cultura peruana. Arguedas amó a su gente, se comunicó en quechua, trató de interpretar a los Pueblos Andinos frente al extremo racismo de las élites peruanas, resultando en la distancia “un defensor” de indios, que jamás perdonarán los mandamases de Lima. Cuando Hugo Blanco estaba preso, en 1960, intercambió cartas, que ahora son históricas, con Arguedas.

Cuando Fujimori dio el golpe parlamentario en 1992 y disolvió el Congreso con apoyo del mando militar, Hugo Blanco acababa de ser electo senador. Y no le dio tiempo a ejercer.

En términos modernos se podría decir que la civilización inca practicaba, entre otras modalidades, la soberanía alimentaria. Y Hugo Blanco, allá en el Qosqo, con un historial legendario de luchas agrarias e indígenas, siguió militando activamente en defensa de lo comunitario, con instrumentos tradicionales y modestos como su revista Lucha Indígena, y con el enorme prestigio de su longeva aportación a la rebeldía latinoamericana.

En Lima Hugo nos contaba: “Un periodista dijo que antes yo luchaba por la tierra con minúsculas, y ahora lucho por la Tierra con mayúsculas. En quechua no tenemos ese problema porque son dos palabras diferentes. La tierra cultivable es jallpa y el planeta tierra es la pachamama”.

De nuestro último encuentro en Lima reportamos en su día:

“Hugo Blanco nos recibe en una casa humilde llena de libros y ejemplares de ‘Lucha Indígena’ preparados para su distribución, se entusiasma por lo que comentamos del Foro Social PanAmazónico en Tarapoto (hacen falta nuevas rebeliones sin caudillos como en esos foros, apostilla)”.

Y comparte con fluidez trozos de su lucha continuada, desde las de la Reforma Agraria en la Convención: “Donde yo no fui el líder y no es la ‘reforma agraria de Hugo Blanco’, sino que era un delegado del sindicato y cumplí con la encomienda de constituir un comité de autodefensa”.

“Hasta la sangre que vi correr en Pucallpa, a izquierda y derecha, por la traición de Alan García, donde varios encapuchados me llevaron, me torturaron”. (en referencia a su libro “Vi sangre en Pucallpa”)

“Y me salvé de la desaparición forzada porque un testigo lo vio y enseguida una acción urgente hizo llegar miles de cartas a la sede presidencial, lo que hizo desistir de su asesinato, o de cortarle las barbas a Hugo Blanco, como comentaría algún periódico”.

Hugo Blanco ha descrito el Premio Nobel a Vargas Llosa como un golpe a los pueblos indígenas y nos recuerda su participación nefasta presidiendo la comisión que habría de investigar los hechos de Uchurajay.

Hugo era parlamentario en aquella época del asesinato de los periodistas y había señalado como asesino y genocida al general Noel, jefe designado en Ayacucho, por lo que Hugo fue separado de su representación por varios meses.

Posteriormente, cuando Fujimori renunció al poder por fax desde Japón, y lo asumió el presidente del Supremo Paniagua, se realizó una Comisión de la Verdad… el general Noel fue condenado y sentenciado por criminal… Pero no por los asesinatos de Uchurajay, ya que el Informe considera que ya estaban “juzgados” por la actuación de Vargas Llosa, que consiguió y amparó e impunidad para el asesino.

Hugo Blanco y la activista sueca Greta Thunberg.

El viejito Hugo Blanco ironiza que debieran devolverle los salarios usurpados esos meses, ya que la historia y la justicia demostró que tenía razón en el señalamiento del general.

H. B. rememora sus primeras experiencias de lucha en La Convención, donde se daban condiciones de feudalismo implantadas desde la colonia, y colonización de emigrantes de la sierra a zonas de entrada a selva, con sindicatos agrarios que fueron declarados fuera de la ley.

Los campesinos actúan consiguiendo movilizaciones potentes, ocupaciones y autodefensas que, pese a la represión, obligan a los militares a actuar, y considerar esas demandas para el siguiente Gobierno, del general Velasco Alvarado.

Hugo fue capturado, enjuiciado y, aunque se pedía pena de muerte, era condenado a 25 años, de los cuales pasó siete en las cárceles, Velasco le ofrece trabajar para “su” reforma agraria, él se niega o propone una reforma agraria que tenga consulta popular, y finalmente es amnistiado pero deportado a México.

Nosotros los Indios”, el libro, y Lucha Indígena, la revista, son términos con los que Hugo Blanco se identifica y utiliza para darle la vuelta a su significado racista, insultante, despreciativo del movimiento campesino, e incorporar las luchas del presente:

“… El robo del agua y de la vida, la minería extensiva a cielo abierto en la Sierra, la agroindustria en la Costa, las petroleras en la Selva… el principal ataque de las transnacionales, ahorita, es el calentamiento global y eso obliga a luchar por la supervivencia, incluso por encima de la lucha de clases, porque hay un ataque contra la humanidad y contra la naturaleza”.

Sin militar en ninguno de los partidos Hugo Blanco “se dejó” convencer por Diez Canseco para ser candidato al Parlamento andino, y simpatizó con las propuestas de Tierra y Libertad, uno de los componentes del Frente Amplio de Marco Arana.

En una edición anterior del libro “Nosotros los Indios”, Eduardo Galeano escribía que…

“Estas páginas, escritas a borbotones, desordenadas, jubilosas y desesperadas, cuentan las aventuras y desventuras del hombre que encabezó la lucha campesina en el Perú, el organizador de los sindicatos rurales, el que impulsó una reforma agraria nacida desde abajo y desde abajo peleada.

Hugo Blanco ha caminado su país al revés y al derecho, desde las sierras nevadas a la costa seca, pasando por la selva húmeda donde los nativos son cazados como fieras. Y por donde pasaba iba ayudando a que los caídos se levantaran y los callados dijeran.

Las autoridades lo acusaron de terrorista. Tenían razón. Él sembraba el terror entre los dueños de la tierra y de la gente.

Durmió bajo las estrellas y en celdas ocupadas por las ratas. Hizo catorce huelgas de hambre. En una de ellas, cuando ya no aguantaba más, el ministro del Interior tuvo un gesto cariñoso y le envió, de regalo, un ataúd.

Más de una vez, el fiscal exigió la pena de muerte, y más de una vez se publicó la noticia de que Hugo había muerto. Y cuando un taladro le abrió el cráneo, porque una vena estalló, Hugo se despertó con pánico de que los cirujanos le hubieran cambiado las ideas.

Pero no. Seguía siendo, con el cráneo cosido, el mismo Hugo de siempre. Sus amigos estábamos seguros de que ningún trasplante de ideas iba a funcionar. Pero sí temíamos que Hugo despertara cuerdo.

Hugo Blanco nacía el mes siguiente de la revolución asturiana de Octubre de 1934. Recientemente pudo verse una foto suya con la joven sueca Greta, que podría ser su bisnieta: ¿ecosocialistas ambos?

La directora Malena Martínez Cabrera ha realizado el premiado documental “Hugo Blanco río profundo.

Hugo Blanco Galdós, “el Che ecosocialista”, descansa ahora, pero su imborrable ejemplo de libertario comunero sigue inspirando las luchas del presente. Seguramente que también las de la “tercera toma de Lima” anunciada desde las comunidades para este mes de julio.


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