Misión Verdad •  Opinión •  30/05/2023

Venezuela y sus posibilidades en el giro de la desdolarización

El presidente Nicolás Maduro afirmó que Venezuela debe insertarse en los procesos de desdolarización mundial.

Venezuela y sus posibilidades en el giro de la desdolarización

Recientemente el presidente Nicolás Maduro llamó a analizar los posibles mecanismos para la inserción de Venezuela en el proceso internacional de desdolarización, concretamente sobre las políticas de desuso de la divisa estadounidense como medio para las transacciones comerciales e instrumento de reserva financiera.

El mandatario indicó que la renuncia al dólar como instrumento de señorío «es nuestro camino», dijo durante su programa televisivo Con Maduro+. Fue enfático al señalar que el mundo se aproximaba al uso de una «canasta de monedas» para las transacciones entre países, lo cual refiere que el proceso de desdolarización no necesariamente implica la sustitución del dólar como moneda hegemónica para que otra tome su lugar.

«Mientras el mundo sea más multipolar, sea más pluricéntrico, mientras avance hacia el equilibrio aparecerá una canasta de monedas para el comercio, para el funcionamiento financiero, sobre todo por el uso político que hace Estados Unidos de la moneda del dólar, del uso de la moneda de reserva mundial», acotó.

Desde estas reflexiones es necesario considerar las diversas posibilidades que ofrece la construcción de una arquitectura alternativa para la desdolarización. Este nuevo andamiaje político, comercial y tecnológico está en pleno impulso, acelerado por los eventos geopolíticos, geoeconómicos y militares sobrevenidos en el año 2022.

Las bases políticas

Venezuela ha sido desde hace años un actor del mundo geopolítico emergente, no por el tamaño de su economía sino más bien por el perfil político del país al tener un rol significativo en la configuración del actual orden multipolar en consolidación. El dinamismo de las relaciones exteriores de la República Bolivariana la ha inscrito en los esfuerzos por alcanzar un equilibrio renovado en las relaciones internacionales y en la estructura vigente del poder mundial.

Entendiendo que el dólar estadounidense es un medio para garantizar la prolongación del imperialismo atlantista, por supuesto que Venezuela debe continuar su tránsito político incrementando esta apuesta por la infraestructura internacional de la desdolarización, por razones de coherencia con la política exterior del país en los últimos 20 años.

Venezuela es objeto de medidas de asfixia económica que han sido eficazmente ejecutadas, en gran medida, gracias a la inserción profunda del dólar en la estructura del comercio internacional y doméstica del país. Esto indica que, por razones intrínsecas a nuestra realidad política-económica desde el advenimiento del bloqueo, el país puede considerar el proceso de desdolarización como una contramedida frente a la asfixia y sus múltiples dispositivos de coerción.

Si consideramos las características nucleares de la economía venezolana y sus «viejas tradiciones»  (cuyos rasgos conspicuos son el rentismo, la petrodolarización, la construcción de la base de reservas internacionales mediante esa moneda, su uso para referir cuentas nacionales y como instrumento de relación comercial internacional y, en los últimos años, la incorporación en operaciones comerciales cotidianas) es sabido que consolidar una «desdolarización» en Venezuela luce cuesta arriba en lo inmedato.

Por ende, para prefigurar nuestras coordenadas políticas (y seguidamente narrativas) sobre el comportamiento de «inserción de Venezuela en la desdolarización», lo importante es delimitar el proceso discrecional del gobierno venezolano en aplicar y desarrollar métodos sustitutivos progresivos del dólar en dos áreas esenciales: realización del comercio exterior y construccion de su base de reservas internacionales.

Es necesario indicar que estas implementaciones no serían absolutamente inéditas en Venezuela. La criptomoneda Petro es un referente concreto de un instrumento con valor de cambio y valor de uso alternativo al dólar y que ha fluido en el tejido económico nacional, aunque haya ocurrido con importantes debilidades.

Venezuela, junto a los países del ALBA-TCP, creó el Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos (Sucre), el cual fue un mecanismo novísimo en su momento, pero que fracasó por diversas razones.

Adicionalmente, desde hace años el país ha ido instrumentando una «canasta de monedas» para construir su esquema de reservas internacionales. El oro físico es ahora el principal factor en la composición de nuestra matriz de reservas internacionales y, por ende, buena parte de los dólares líquidos en el Banco Central de Venezuela (BCV) estaría destinada a un uso «de caja», es decir, para actividades comerciales rutinarias con montos limitados con miras al intercambio con el exterior. Conviene agregar que es producto de las consecuencias del bloqueo. En este caso, la «desdolarización» de las reservas internacionales ha ocurrido por motivo y acciones foráneas.

En otras palabras, Venezuela ya ha venido ensayando y desarrollando medidas para desplazar el dólar, solo que por causas de distinta índole no han concurrido con tanta profundidad dentro de la nueva infraestructura que se está labrando desde los países emergentes en medio de su disputa con las potencias occidentales.

Las posibilidades de convergencia del país en este marco mundial de desdolarización deben contemplar la nueva realidad nacional, conformada a través del cruce entre condiciones objetivas de nuestra economía y condiciones subjetivas que en los últimos años se han articulado conjuntamente una vez que se ha asimilado el dólar como un componente transaccional ordinario en nuestra economía.

En atención a esto, Venezuela podría ejecutar medidas de desdolarización parcial en algunas actividades comerciales. El país podría continuar y profundizar el desuso de esa moneda en la estructura de reservas internacionales. Aunque es sabido que estas son hoy sumamente bajas, es previsible que el escenario de una recuperación favorezca que el dólar se vuelva predominante nuevamente. Es evidente que ello es probable ante la ausencia de una estructura sustitutiva.

De igual manera, Venezuela debe mirar la estructura comercial y financiera de China como un claro referente pues ese Estado está impulsando aceleradamente el posicionamiento de su moneda a escala internacional, lo cual crea un conjunto de nuevas oportunidades para los países en vías de desarrollo. Venezuela ya cuenta con vínculos muy sólidos con China. Esta es la que más coloca bienes que son importados a Venezuela y al mismo tiempo el principal destino de nuestras exportaciones, acorde a datos de 2022.

Sin embargo, para la construcción de un flujo de importaciones-exportaciones por vías de la desdolarización, lo importante a considerar no es la utilización de otra moneda foránea en nuestra estructura comercial. Ello debe considerarse un factor instrumental. En realidad, el asunto de fondo es el impulso del bolívar como moneda sujeta a demanda y cotización debido a que ahí radica el meollo de la asimetría histórica a la que ha estado sometida nuestra moneda.

Los procesos cambiarios en Venezuela se han considerado tradicionalmente como «venta de divisas», cuando en realidad son al mismo tiempo un proceso de «compra de bolívares» mediante el uso del dólar. Pese a ello, nuestra moneda ha estado sujeta de manera perenne al señoreo de la divisa estadounisense, lo cual ha socavado estructuralmente sus facultades para situarse de manera ventajosa.

Lo importante aquí sería acudir a medidas para fortalecer el piso de cotización del bolívar, lo cual implica crear condiciones para fortalecer su lugar como instrumento de valor de cambio y de uso. Es decir, en la medida en que la moneda nacional pueda ser usada para actividades comerciales estará sujeta a demanda, será más cotizada y, por tanto, se alejaría de las presiones de devaluación a la que ha estado sujeta de manera estructural. 

En definitiva, el meollo histórico está justamente en lograr situar el bolívar como medio para operaciones comerciales.

Hay varios casos y experiencias en países, especialmente de reciente data, que ofrecen posibilidades para la inmersión de Venezuela en el nuevo ordenamiento monetario que se desarrolla globalmente. Veamos.

BRICS+V

Bloomberg ha referido que 19 países han solicitado adhesión a los Brics. Esta instancia no tiene forma de bloque regional sino de agregación de actores emergentes, potencias medias y países en vías de desarrollo con relevancia dentro de la estructura comercial internacional. Como es sabido, los Brics están diseñando una plataforma para impulsar los negocios mediante sus monedas, a la vez que sigue en discusión un instrumento monetario o de compensación en aras del uso de las mismas e, incluso, se plantea la posibilidad de que cuenten con un signo único para los países miembros.

Venezuela podría proyectar su mirada en el mediano y largo plazo hacia este órgano, no tanto por el tamaño de su economía sino por la abundacia de recursos en reservas, su posición geográfica estratégica y la vocación de su política exterior. Brics se perfila como un ente de amplitud y diversidad, signado por congruencias en la cadena de valor y la estructura de bienes y servicios de los países. Venezuela cumple con estos atributos y sus potencialidades en la producción de fertilizantes serían muy favorables frente a países altamente dependientes de recursos para el agronegocio y para las estructuras de cultivos mecanizados, como son los casos de Argentina (candidata a la adhesión) y Brasil. 

Con estos puntos en consideración, los Brics ofrecen una ventaja de oportunidad en términos de intercambio comercial mediante sistemas de pago no centrados en el dólar, con lo que se lograría mitigar la vulnerabilidad del país ante la arquitectura dolarizada de Estados Unidos que ha hecho posible el severo impacto de las «sanciones». 

SWAP como mecanismo

Un SWAP monetario es un intercambio de divisas entre dos países que actúa como una suerte de préstamo contingente. Se trata de un acuerdo de intercambio financiero en el que una de las partes se compromete a pagar con determinada periodicidad una serie de flujos monetarios a cambio de recibir otra serie de flujos de la otra parte. Este mecanismo es posible plantearlo como medida de desdolarización, tomando como referencia los acuerdos en esta materia implementados recientemente entre China y Argentina.

En los años 2011, 2017, 2020 y 2022 Argentina y China han aplicado SWAP por tramos y para este año han previsto realizar operaciones sin la intermediación y referencia de una tercera moneda (que era el dólar). Esto permite el uso del peso argentino y el yuan para las operaciones comerciales entre ambos países. Estas no se producen únicamente de Estado a Estado: en el caso sino-argentino se incluyen operaciones entre privados.

De acuerdo con el modelo SWAP de Argentina y China, es una política entre bancos centrales basada en las colocaciones de sus monedas en las cuentas de su contraparte, mediante la que se pacta la tasa de interés y la paridad cambiaria. Para Venezuela esta ruta se proyectaría como realizable toda vez que permititría al BCV ofrecer yuanes pagaderos en bolívares por parte de interesados en adquirir estas monedas para realizar actividades comerciales en China.

En apariencia, y desde el ángulo tradicional de Venezuela, esto parecería una sustitución del dólar por el yuan para ciertos ámbitos de negocios, pero es más que eso ya que consistiría de facto en la posibilidad de situar el bolívar como un instrumento de relacionamiento comercial. La economía venezolana ha estado influenciada por el dólar estadounidense, lo que ha servido como el principal factor generador de la devaluación. Los SWAP podrían otorgar una opción superadora para afrontar este problema a través del posicionamiento del bolívar en actividades económicas selectivas, al tiempo que coadyuvaría en frenar la presión de la demanda de dólares. 

La banca venezolana y el sistema CIPS

El Sistema de Pago Interbancario Transfronterizo (CIPS, por sus siglas en inglés) es el análogo chino de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales (Swift, por sus siglas en inglés), este último ubicado en Bruselas, Bélgica, y que ha sido crucial para la ejecución del bloqueo financiero contra Venezuela.

Dicho sistema carece de criterios para la aplicación de medidas coercitivas y además es una plataforma en claro crecimiento. En 2022 CIPS procesó alrededor de 96,7 billones de yuanes (14,03 mil millones de dólares), mediante unas 1 mil 427 instituciones financieras de 109 países y regiones que están conectadas con el sistema.

Es un mecanismo que podría facilitar el desarrollo de nuestras actividades financieras «de un banco a otro». Aunque este dispositivo consiste en una infraestructura tecnológica para las transacciones bancarias, ofrece algunos incentivos para la adquisición de yuanes en otras monedas y, en consecuencia, brinda facilidades para la actividad comercial con el signo de China.

Los bancos venezolanos públicos y privados podrían encontrar ventajas en la incorporación en este sin que implique la exclusión de Swift )tal como ocurre con los bancos públicos venezolanos por razones del bloqueo). Esto abre la puerta hacia un nuevo dinamismo a las entidades venezolanas y, al mismo tiempo, quedaría mitigado el factor de riesgo por razones de las acciones coercitivas contra las actividades financieras y comerciales de Venezuela.

Una eventual incorporación del sistema bancario venezolano al CIPS, alternado con un acuerdo cambiario y comercial con China, ayudaría a Venezuela a regir su tipo de cambio con la moneda asiática en razón de una fluida actividad comercial fundada en incentivos. Este mecanismo daría pie a ofrecer ventajas comparativas (que hoy no existen) para la cotización y uso del bolívar en transacciones internacionales. 


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