Paco Campos •  Opinión •  28/12/2016

¿Es el lenguaje una representación?

Tal y como Habermas la formula, la pregunta completa es: ¿Es el lenguaje una forma gramatical de representación? Los pragmatistas filosóficos actuales en seguida dicen que no. Mucho antes (1933) Wittgenstein, en un capítulo que tituló ‘Filosofía’ y que sacó de un libro que después no publicó, ya diferenciaba entre la investigación gramatical de los filólogos y la de los filósofos, y además destacó una dificultad que habría que superar si es que queremos llegar a un punto genuinamente filosófico -> la de erradicar la conexión que tiene el lenguaje con los hábitos más antiguos del pensamiento, esto es, con las imágenes.

        Sólo una concepción antirrealista en filosofía sería capaz de atribuir al lenguaje funciones que no fueran representativas, funciones en las que las oraciones no fueran lo verdaderamente crucial a la hora de valorar los argumentarios sino decurso conversacional, como fenómeno activo de acontecimientos, y así dejarlo vinculado al llamado ‘mundo de la vida’ y liberarlo de la cárcel de la epistemología en la que está cautivo por mor de la ciencia estándar. Y no sólo por la ciencia canónica, también el sentido general del hablante es el que concibe al lenguaje como vehículo de pensamiento, esto es, los pensamientos ‘se suben’ en las palabras para poder ser expresados. Esta versión infantil queda descartada por sí sola.

        El pragmatismo filosófico actual no concibe el lenguaje puesto en una hornacina para ser contemplado e intervenido por la filología, tampoco como formulario de las verdades de la ciencia a las que parece dárseles carácter de exclusividad. El lenguaje lo que requiere es estar en contacto con una comunidad de humanos, etnocentrizarse; en definitiva: lo que necesita el lenguaje es ser práctico, servir y dar resultados; pero si lo seguimos guardando como patrimonio del sujeto pensante entonces estamos arreglaos. 


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