Luís Alberto Henríquez Lorenzo •  Opinión •  28/08/2021

«Palabra de Paul Sugy»

Dijo Dios: «Llénense las aguas de seres vivientes y revoloteen aves sobre la tierra y bajo el firmamento». Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todos los seres que viven en el agua y todas las aves. Y vio Dios que estaba bien. Los bendijo Dios, diciendo: «Crezcan, multiplíquense y llenen las aguas del mar, y multiplíquense asimismo las aves en la tierra.» Y atardeció y amaneció el día Quinto. Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes, de diferentes especies, bestias, reptiles y animales salvajes.» Y así fue. E hizo Dios las distintas clases de animales salvajes, de bestias y de reptiles. Y vio Dios que esto era bueno. Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que mande a los peces del mar y a las aves del cielo, a las bestias, a las fieras salvajes y a los reptiles que se arrastran por el suelo.» Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó. Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Manden a los peces del mar, a las aves del cielo y a cuanto animal viva en la tierra.» Dijo Dios: «Yo les entrego, para que ustedes se alimenten, toda clase de hierbas, de semilla y toda clase de árboles frutales. A los animales salvajes, a las aves de los cielos y a cuanto ser viviente se mueve en la tierra, les doy para que coman pasto verde.» Y así fue. Vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno.  Y atardeció y amaneció el día Sexto.

Génesis 1, 20-31

Para el jovencísimo periodista francés Paul Sugy (25 años lo contemplan justo en estos días en que redacto esta nota), el animalismo actual exhibe una esencia radicalmente anticristiana. Sugy es diplomado en Ciencias Políticas y se desempeña como periodista para el prestigioso rotativo galo Le Figaro. Formula estas críticas o reservas hacia el animalismo en su libro acabado de publicar  L’extinction de l’homme. Le projet fou des antispécistes (La extinción del hombre. El loco proyecto de los antiespecistas). Y las formula asimismo en una entrevista que se le hace en la bitácora de información y de formación católicas que lleva por título Religión en Libertad (15 de junio, 2021), bitácora que no ha confundirse con Religión Digital, dirigida esta por el cariñosamente llamado dúo sacapuntas (José Manuel Vidal y Jesús Bastante, dos próceres de la demolición y mundanización de la Iglesia en España), y no en balde así pues nido de progres, herejes y progresaurios empeñados en la demolición eclesial.

He leído la entrevista; totalmente recomendable. Como lo es el resto de los artículos que sobre animalismo aparecen en la citada bitácora. Asimismo, he escuchado similar entrevista que le hace al joven autor francés el brillantísimo sacerdote católico argentino Javier Olivera Ravasi en su canal de Youtube Que no te la cuenten. Igualmente digna de prestarle todo oídos. El P. Ravasi, que estuvo a punto de casarse (su exprometida es hoy monja en Francia), tiene 44 años y dos doctorados, y sobre todo es un sacerdote de sana doctrina lo suficientemente audaz y convencido de la centralidad de Cristo y de su Iglesia; tanto, que se declara contrarrevolucionario. Esto es, contrarrevolucionario por hostil a la revolución del aborto, la inmoralidad, el libertinaje, el laicismo, el paganismo, la indiferencia religiosa, la masonería, la desmantelación de las raíces civilizatorias cristianas de todo Occidente, el marxismo cultural…

Para Paul Sugy, es severamente peligroso que el delirio antiespecie humana de los animalistas les lleve, en sus arrebatos más extremistas, a comparar la industria ganadera actual con los campos de exterminio nazis. Para los animalistas (entiéndase, casi siempre también convertidos en veganos y antiespecistas), el nuevo proletariado del siglo XXI son los animales, de suerte que la religión (especialmente la cristiana) es el viejo y marxiano opio del pueblo que justifica la explotación de ese nuevo proletariado que es el reino animal.

Se trataría en todo caso de un nuevo sujeto del proletariado que seguiría reemplazando al obrero, ya mayoritariamente emancipado y pasado a ser clase media en Europa -y que incluso ya se permite votar con toda tranquilidad por partidos de derecha y aun de extrema derecha en lugar de seguir haciéndolo por los fraudulentos partidos tradicionales izquierdistas o de clase-. Un nuevo sujeto del proletariado que sumar a la mujer, que es el sujeto que enarbola el feminismo actual para seguir manteniendo la antorcha de la lucha de clases. Así pues, defensa de la emancipación de la mujer y defensa de los derechos de los animales, las dos actuales formas de seguir vertebrando la dialéctica de la lucha de clases.  

Para el veinteañero Paul Sugy, el animalismo y sus tres patas (vegetarianismo, veganismo y antiespecismo) odian particularmente los relatos bíblicos del Génesis, porque justamente estos son un firme alegato antiespecista toda vez que Dios concede al hombre el privilegio  de ser creado a su imagen y semejanza, don ontológico, antropológico y axiológico del que carece el resto de las especies animales. De manera que el animalismo -continúa con su diagnóstico y análisis el joven Paul- pasa a presentarse como una sutil blasfemia contra el orden creatural de Dios. Doctrina luciferina, no duda en afirmar Sugy, radicalmente antiespiritual, ya que solo cree en la mera biología, en lo material, ya diluidas todas las tradicionales diferencias de orden antropológico y metafísico entre el hombre y los animales. Hasta tal extremo -sigue afirmando nuestro joven investigador-, que los animalistas hablan de animales humanos, que seríamos las personas, y de animales no humanos (el resto de las especies animales).

Como salta a la vista, la sola y como desangelada animalidad sería el lazo de unión común entre la especie humana y el resto de las especies del orden animal. Vaya, la animalidad. Y ¿los atributos de racionalidad, capacidad simbolizadora, lenguaje articulado, conciencia de la finitud y de la muerte, autoconciencia  y espiritualidad tradicionalmente concedidos al hombre (varón y hembra)? Estos quedarían como relegados a un segundo plano, pues un nuevo dato pasaría a igualar en dignidad al hombre y al resto de las especies animales. A saber: el sufrimiento.

Personas y animales sufrimos; ergo, el sufrimiento de los seres vivos -se supone que al menos los del reino animal- debe ser el punto de partida para avanzar en el proyecto de ir otorgando a los animales derechos y un estatus de dignidad jurídica y moral, casi equiparable al del hombre.

Pero llegados a este extremo yo me pregunto con el joven galo Paul Sugy: ¿dónde hemos dejado en este intento la sed de Dios, de eternidad y de infinito? ¿No huele demasiado todo esto a deshumanización, a desantropologización de la cultura, a deconstrucción postestructuralista pura y dura? Unos animales así concebidos y un hombre (varón y mujer) así concebido ¿harían posible o más bien no posible una sociedad de santos y santas de Dios? Quiero referirme a que una sociedad así de animalizada devendría sociedad o cultura desmisterizada, desacralizada, reconocido esto no solo en un sentido confesional sino amplio, ecuménico, interreligioso, genéricamente espiritual más allá de credos.

Sospecho que el 99 por ciento de los animalistas son feministas. Sin embargo, en cierta medida el proyecto de re-evolución (uno de los términos clave del animalismo) me parece más deshumanizador si cabe que el proyecto feminista radical o supremacista. Porque este, el feminismo, en definitiva acepta los códigos éticos del humanismo ateo, laico, inmanentista, los cuales siguen situando al hombre en el centro, sin por ello creerse en la necesidad de recurrir al dato bíblico que hace del hombre una criatura creada por Dios a su imagen y semejanza. Frente a esta tradición en principio aceptada por el feminismo, el animalismo reivindica dar un paso más allá, declarando la insuficiencia y perjuicio de todos estos códigos éticos humanistas porque al parecer estos habrían dejado fuera de su preocupación a los animales.

Los animalistas parecen haber llegado para quedarse. Y no se lo piensan dos veces a la hora de ponerse a llorar delante de un camión cargado de cochinos o corderos rumbo al matadero. La hora de los animales ha amanecido, nos están repitiendo, queriendo ser la voz de quienes (los animales) aún no nos han explicado qué desean, ciertamente, ni cómo podríamos llegar a un entendimiento sentadas todas las partes para dialogar…

Pero agüita, y ya reconozcámoslo sin más rodeos: el animalismo actual ha pasado a convertirse en uno de los proyectos de transhumanismo y de ingeniería social avalados por el Nuevo Orden Mundial. Su caldo de cultivo es esta cultura imperante de dictadura del relativismo y de postverdad que se nutre de un espantoso vacío de Dios.

Postdata. Me parece no exagerar si aseguro que conozco cómo piensa la práctica totalidad de las chicas jóvenes que componen el equipo dirigente de una organización animalista típica que conozco algo; tampoco son tantas. Ellas se exhiben como encendidas partidarias de la re-evolución animalista. 

En mayor o menor medida, todas son ateas, o a lo más, en algún caso que otro tal vez, agnósticas. No hay ninguna que no sea partidaria del aborto, y algunas me consta que lo son del aborto libre y gratuito. Las cuatro que son defienden como al unísono la crítica sistemática a lo que llaman modelo patriarcal del matrimonio; todas, obviamente, son feministas. Las he escuchado numerosas veces a las cuatro criticar la maternidad, el papel tradicional relegado a la mujer en el hogar, la crianza de los hijos, el paternalismo del varón, el machismo del macho, ¡el mismísimo sursuncorda el macho de la especie humana! Muchas veces también me han hablado de «gatos y perros que fallecen, de palomas y conejos que son asesinados por los cazadores, de cochinos que son esclavizados en las granjas, de toreros asesinos y torturadores de los toros en las plazas…» Hemos debido hablar cientos de veces; pues bien, nunca las he escuchando proclamar la más mínima objeción o reserva al dogma Welcome, refugeees. Hemos tenido ocasión de comentar recientemente sobre la eutanasia recién aprobada en España: todas están a favor de la misma. Huelga reconocer que son adalides del marxismo cultural y la antropología cultural concebida como un conjunto de dogmas irrevocables, de la Ley de Memoria Histórica y Democrática, de la ideología de género y de las movidas LGTBIQ. Las cuatro están convencidas, al parecer en esto a una con Peter Singer, de que tiene tanto derecho a la vida un chimpancé como un niño con síndrome de Dawn o un paralítico mental. Tal vez este Singer, filósofo utilitarista y padre moderno del movimiento animalista, también las impulse a acabar demonizando a la familia, a la que consideran institución opresora de la mujer; y al hombre, igualmente opresor de la mujer. En diversa medida, las cuatro son más críticas con el cristianismo que con el islam, por el que sienten una rara fascinación (al menos dos de ellas me consta que saben reproducir estupendamente ese grito gutural característico de las mujeres saharauis). Prácticamente con todas ellas he tenido la agridulce o directamente ácida experiencia de que se dan a linchar a un hombre violador cuando es español, al tiempo que excusan de todas las maneras posibles al hombre violador cuando este es extranjero y normalmente ilegal, y normalmente africano. 

Pobre de ti si tratas de aportar citas, datos, documentos, estadísticas, bibliografía, o hasta información sobre los milagros que se dan en la Iglesia universal como signos o señales que vienen de Dios con que invitarnos al camino de la fe: lo más normal es que recibas ataques verbales, insultos y sambenitos: facha, homófobo, retrógrado, oscurantista, fanático, intolerante, neofranquista… Como que hace unos días mientras tomábamos algo se me ocurrió alabar la política sobre inmigración de los países del llamado Visegrado (Hungría, Polonia, Eslovaquia, República Checa). Dos de las presentes se apresuraron a sentenciar: «Malditos esos países culpables de la muerte de muchos inmigrantes que quieren llegar a Europa para buscarse un futuro mejor».

El genial Charles Péguy reivindicaba que “la revolución debía ser personalista (personalista o no será). Desde luego empero, con estos mimbres ¿qué clase de revolución a la altura de las más hondas aspiraciones del hombre puede vertebrarse? En fin: tengo amigos que aseguran que está próxima la Parusía del Señor.

24 de agosto, 2021. Luis Alberto Henríquez: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.


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