José Camargo •  Opinión •  28/05/2020

El terror en épocas del coronavirus : parte II 

Sin lugar a dudas, esta pandemia en Colombia y en América Latina, nos deja un escenario social importante en la lucha de clases. El pueblo colombiano ha respondido con la protesta social a las múltiples injusticias que se han cometido por parte del gobierno Duque. Las mentiras con las que azota a la sociedad todos los días a las 6 p.m. a través de los medios de comunicación, provocan risas y también mucha rabia. Los pueblos ubicados en la Troncal del Caribe, se toman las carreteras ante el aumento desmedido de los servicios públicos y en ocasiones por la falta de los mismos. Los habitantes de los barrios populares piden algo de ayuda(comida). Los estratos 3, 4, y 5 se han tomado las redes sociales para denunciar toda clase de mentiras y atropellos orquestados entre el gobierno de Duque y la banca.

 El avance incontenible del coronavirus ha desnudado la precariedad del sistema de salud en Colombia, por el efecto devastador del Modelo Neoliberal. La otra faceta, que ha quedado al descubierto, es el instinto asesino de una clase política implacable, la muerte de líderes sociales es algo monstruoso, el gobierno de Iván Duque, sencillamente, mira hacia otro lado. La burguesía, los terratenientes y ganaderos, los narcotraficantes y paramilitares saben que asistimos a un genocidio. Unos 50 líderes sociales fueron asesinados en Colombia desde enero hasta abril, 24 de ellos dentro de la cuarentena por el Covid-19 (Periódico El Tiempo) y por último destacaremos los desplazamientos internos de afrocolombianos e indígenas como consecuencia de la violencia sin fin. Esta es Colombia.

En la hermana República Bolivariana de Venezuela, se desarrolla la lucha por la dignidad y la soberanía. Está resistiendo y combatiendo nada más y nada menos que a una de las potencias militares más venenosas del mundo: Los Estados Unidos de Norteamérica. A veces, no se valora en su real dimensión esta lucha, combatir a un Imperio que fue capaz de lanzar dos bombas atómica sobre una población inerme y un país ya vencido, no es tarea fácil. Enfrentar a un Imperio que fue capaz de derramar toneladas de bombas sobre el pueblo de Vietnam, diez veces más que las lanzadas durante la segunda guerra mundial sobre toda Europa, no es tan fácil. Encarar a un Imperio que ha intentado infructuosamente de aplastar a un país como Cuba a través del bloqueo más largo de la historia, no es tarea fácil. El pueblo bolivariano y su gobierno merecen todo el respeto y la solidaridad de la patria grande.

El Gobierno de Trump y el Grupo de Lima no se reponen muy bien de la estruendosa derrota que acaban de sufrir con la llamada Operación Gedeón y preparan su otra ofensiva, anunciada hace algunos meses cuando Carrie Filipetti, Subsecretaria de Estado para Cuba y Venezuela mencionaba, como si fuera una “gran profeta”: “Veremos una gran expansión de la pandemia del Covid-19 en la región, si Venezuela como país no puede enfrentar la crisis” y quien se lo iba a imaginar, serían los Estados Unido con su arrogancia imperial y sus secuaces los que estarían en graves aprietos con el Covi-19. Sin embargo, aparece el marrullero de Vivanco, en su papel de sabio frustrado, anunciando que la República Bolivariana “es una verdadera bomba de tiempo”, enfatizando que “El sistema de salud está colapsando” y finalizando con un categórico “Venezuela necesita ayuda urgente”, es decir, la catástrofe.

Sin embargo, el director de las Américas de Human Rights Watch, no hace mención del bloqueo por parte del Gobierno de los Estados Unidos hacia la República Bolivariana de Venezuela, en plena pandemia. Ese comportamiento violenta los derechos humanos de más de 28 millones de personas en ese país. La negativa del Banco de Inglaterra de no entregar el oro de las reservas al Gobierno Bolivariano se le llama robo y el negociado perverso de la CITGO en contra de los intereses de Venezuela se le llama canallada.


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