DDHH. Derecho a la Vida: El mundo en vilo…

La vida es frágil, cuando detener o prevenir un daño mortal y colectivo no está en las manos de la mayoría de los seres humanos. El estamento agrupado en torno a la ONU, nacido tras la I y la II guerra mundial, conformó mecanismos que, de acuerdo a propósitos asentados en tratados, pactos y acuerdos, están destinados a garantizar el derecho a la salud y supervivencia humanas. Pero el horror de Hiroshima y Nagasaki aún nos recuerda la letalidad. (1)
Ha sido la única vez que el ser humano ha utilizado la energía atómica para destruir masivamente a su propia especie, sin ofrecer una disculpa. (1). En la teoría de la relatividad, desarrollada por Einsten, el principio que prevaleció para construir las bombas atómicas que Estados Unidos (EE.UU) lanzó contra Japón, sigue activo. Ese Uranio 235, enriquecido, cuya liberación de energía, devenida del uso de los átomos, puede resultar altamente destructiva, mantiene al mundo en vilo. (2).
Cadulch, R. (1991) en su texto Relaciones Internacionales, capítulo 15, sostiene que “las experiencias de Hiroshima y Nagasaki conmovieron las bases estratégicas y doctrinales de los estrategas de todo el mundo”, y dieron pie a “la proliferación nuclear y la carrera armamentista asociada a ella” al confirmar la mortalidad de estas armas para “derrotar de modo concluyente, al adversario en un conflicto bélico”. (P.4) ¡Se montó la gata en la batea! (3).
El investigador antes referido, afirma que este nuevo escenario propició “la desviación de una parte muy importante de recursos humanos y financieros hacia la investigación nuclear con fines directamente militares retrasando el desarrollo de la tecnología nuclear con fines directamente civiles (…)”. (P.4). Así nace una era: la carrera armamentista con base en energía nuclear. (3)
Naciones Unidas en su web un.org, advierte que “las armas nucleares son las armas más peligrosas de la tierra. Una sola puede destruir una ciudad entera, con la posibilidad de causar la muerte de millones de personas, y poner en peligro el medio natural y las vidas de las futuras generaciones debido a sus efectos catastróficos a largo plazo”. De acuerdo a esta fuente, ha habido hasta ahora, al menos 2000 ensayos nucleares (4). No es fantasía.
El riesgo es latente. Así lo confirmó Antonio Guterres, secretario General de la ONU, el 26 de septiembre de 2021- de acuerdo a news.un.org- : “Hay cerca de 14.000 armas nucleares almacenadas en todo el mundo (…) solo hace falta pulsar un botón para que cientos de ellas sean lanzadas (…)”. (5). Y alertó: “A pesar de nuestros progresos, la humanidad sigue estando inaceptablemente cerca de una aniquilación nuclear”. (5).
Se trata de un peligro real y de largo aliento ante el cual no se avizora una solución cercana .Para evitar estos peligros, habría de ponerse en práctica el derecho a la paz, contemplado en los DD.HH de tercera generación, contenido en la Declaración sobre el derecho de los pueblos a la Paz, resolución 39/11 de la ONU, del 12 de noviembre de 1984, que en su numeral 3 reza que:
“Para asegurar el ejercicio del derecho de los pueblos a la paz se requiere que la política de los Estados esté orientada hacia la eliminación de la amenaza de la guerra, especialmente de la guerra nuclear, a la renuncia del uso de la fuerza en las relaciones internacionales y al arreglo de las controversias internacionales por medios pacíficos de conformidad con la Carta de Naciones Unidas”. (s/n). (6).
Se lee utópico y en la realidad jurídica luce impreciso, pese a la firma del Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares (TPAN) por parte de al menos 55 Estados. Tal como lo explica Ripol, S. (2007) en su análisis “El derecho al desarme general y completo bajo control internacional”, en el caso de un derecho al desarme como elemento que haga patente el derecho a la paz, “la titularidad del derecho al desarme resulta indefinida: nada nos sugiere que el Estado tenga que renunciar a la posesión de armamento”. (P.529). (7).
El investigador, quien fue profesor de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), argumentaba que “siendo los Estados quienes ostentan el monopolio del empleo de la fuerza de cara a garantizar tanto su propia existencia como para posibilitar el orden y la vida en sociedad, serían estos –y no los pueblos o los individuos- los titulares del derecho al desarme”. (P.529). (7).
Siendo así, la visión prospectiva luce sombría. No importa cuántas manifestaciones masivas se hagan contra la guerra y el desarrollo de armas nucleares, pues, salvo la voluntad expresa de grupos y personas que se hallan en los más altos escaños de poder, la vida humana o la calidad de su existencia como especie, se halla amenazada ante las armas nucleares y otros peligros. El mundo sigue en vilo…
Referencias: