J. Angel Téllez Villalón •  Opinión •  24/09/2016

Lo que el New York Times no entendió del mercantilismo de la disidencia en Cuba

Bastó que desde  la “Dama Gris” se escribiese un artículo sobre lo que ellos en su “propia salsa” calentaron y recalentaron en los meses  anteriores, para que salieran entonces a repetir en coro  la noticia de La “Noticia Yanqui Traducida”: “NYT elogia intento de redefinir concepto de disidencia en Cuba” y “La directora de Revolución y Cultura rechaza hablar con The New York Times”. Títulos de lo que se infiere, que lo noticioso es que provenga del medio de prensa más influyente del Imperio.

Neo-plattistas  medios  -financiados en su mayoría por la National Endowment for Democracy (NED)- con cuyas intenciones y comportamientos disentimos la mayoría de los cubanos y que más que incomodarnos nos impulsa. Sobre todo, si se presentan con una “mercancía de desobediencia contrarrevolucionaria» (mdc) o una  “maniobra  anticubana  y pro imperial (mapi) » como esta.   

¿Sabrá  Londoño que todo comenzó cuando el joven artista cubano, llegó a la España de Cervantes y Weyler, con su serie “museos necesarios” -como parte de la residencia del El Ranchito del Matadero-AECID, en Madrid- y regresó -por poderosa Carolina influencia- con un “Museo de la Disidencia en Cuba” y un “Museo del Arte Políticamente Incómodo”?

Un “museo desconocido en el Cerro” (mdC) -donde fue presentado  a finales de julio pasado-  con la “masiva ausencia de participantes invitados” como demuestran  las fotos que acompañan el texto donde la pareja del artista reseña la presentación del MDC en el barrio humilde donde residen. Pero, ¿qué mayor asistencia  podría inspirar este “work in progress”  perteneciente a la serie  mApi (“mercancía de Alcanta-rilla post-pataleta infantil”)?

Y que me disculpen los infantes cubanos  que iniciaron alegre y gratuitamente su nuevo curso escolar en los días en que  estas noticias de “La NYT”, comenzaban su campaña; pero es que “infantilismo” llaman a esta inclinación y este “torcido deseo de castigo” de los que acuden a la “legitimación artística por el status del (auto)marginado”. Postura que como mimesis del movimiento dadá, entrecruza -al decir de Danto- “antidogmatismo, nihilismo, anarquía, en una constante negación  y provocación de lo establecido, no importa los medios para ganar el combate”.

Evidentemente, poco entendió el  columnista del NYT en sus encuentros en noviembre del 2014 con la parte de esta pandilla -14 y medio-, referida no por casualidad, en el online del MDC como una de las “Organizaciones en Revolución en el Poder”. Con tal término- “disidentes”- se califican ellos mismos para eufemísticamente calificar   sus posturas  y acciones. En realidad existen para “etiquetarlos”  otros  términos más populares, rigurosos  y explícitos, que me ahorro el disgusto de mencionar.

No hay nada que elogiar en “esfuerzos por redefinir concepto de disidencia” que corten y peguen no solo el concepto del DRAE, sino todos los contenidos que describen las personalidades u organizaciones “disidentes” -que seleccionan arbitrariamente- de la “extraña” wikipedia, «por ser más cómodo y mediático», al decir de la “gutsy” historiadora del arte.

No comprendió el columnista -como destacó Toledo Sande- que “Homologar todas las acciones e ideas revolucionarias como disidencias, sin distinguir fines, programas y matices, y hacer otro tanto con las acciones e ideas que se oponen a los proyectos revolucionarios puede conducir, por lo menos, a un caos interpretativo”.

Ante lo que vale preguntarnos como R.M. Torres,  “¿Cómo es posible que se hable de disidencia, se declare un superobjetivo creativo y no se presente ni una solo idea propia?¿Dónde están las ideas “disentidoras”, o las “disentidas”? ¿Cómo saber, cómo conocer, cómo comparar, cómo aprender? ¿Qué aporta? ¿Acaso lo que se disienten no son las ideas? ¿O son las personas?.

Tampoco entendió el del NYT, que “la imagen no inventa relaciones, las descubre” y que la imagen  con la que se presenta el MDC- y con la que se pasea el autor por la capital de todos los cubanos sin represaría alguna- no funciona, ni como objeto encontrado. Que el artefactum: Hatuey-Martí-Castro-Payá, no será “el fin de la historia”-oficial-, sino un  medio para descubrir otras relaciones e inventarnos más “subjetividades encontradas”, a saber: Luis Manuel- “Mikilandia”-“Regalo de Cuba a EE. UU.”-Obama o “Sr. Otero”-Obama-Fukuyama-NED…

O como he dicho ya, por escribirse otra historia de Payá en este “mamotreto  desacertadamente concebido”, no construirán otro Payá -ni en el “registro de lo simbólico”, ni de lo “imaginario”-, de aquellos que creen y creerán  que todo aquel que reciba dinero de un gobierno enemigo, tiene un comportamiento mercenario, aunque lo califiquemos como lo califiquemos.

Que el MDC choca contra el histórico ideal de Museo descrito por Brea: el espacio para el “reconocimiento complacido” y la “fruición catárticamente compartida”, “del mutuo reconocimiento en la identidad compartida”. Al no producir  goce alguno, ni facturar hermandad placentera -para ninguna de las dos orillas-, los “congelamientos” que “imponen” Alcántara y Yanelis. Pues, ¿cuántos aceptarían inmovilizar en una misma lista -como “disidentes” de las Luchas por la independencia- a Antonio Maceo Grajales y José Julián Martí Pérez con Mario García Menocal  y Gerardo Machado y Morales?

Nada, NYT, que así – como diría el Titán de Bronce-, no nos entendemos!

Fuente: Cubarte


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