Isaac Bigio •  Opinión •  23/09/2021

El viaje de Pedro Castillo

La primera gira oficial del Presidente peruano busca estrechar lazos con EE.UU. y mostrar una diplomacia más multipolar que la de sus antecesores.

El viaje de Pedro Castillo

Buenas relaciones con Biden y Almagro

La política exterior peruana no ha sido parte de ninguno de los tres debates en el balotaje y tampoco durante la crisis que condujo a la salida del ex canciller Héctor Béjar. Ahora que el Presidente Pedro Castillo hace su primera gira oficial al exterior es indispensable hablar de ello, especialmente por que en el lugar donde él va a pasar la mayor parte de su tiempo es en EE.UU.

Algo que llama la atención es la muy buena relación que se viene construyendo entre Washington y Lima, pese a que el Perú tenga ahora a su primer gobierno constitucional de izquierda. Como Perú Libre es el único partido que se reclama marxista leninista y que gobierna una democracia occidental, uno pudiese esperar que la Casa Blanca hiciese todo lo posible para impedir que llegue al poder y que se mantenga en éste. Todo ello partiendo del hecho de que, durante las elecciones, el Presidente del Consejo de Ministros Guido Bellido prometió que lo primero que haría un eventual gobierno de su partido sería, siguiendo el ejemplo boliviano, el expulsar a la embajada norteamericana.

Empero, ocurre lo inverso. Cuando Keiko Fujimori y sus partidarios quisieron organizar una revuelta popular y un golpe para impedir el ascenso de Castillo, imitando lo que muchos derechistas impulsaron previamente en Venezuela y Bolivia, Washington se plantó muy firme para presentar las elecciones peruanas como un modelo que debía ser legitimado. Tras el aval de la Casa Blanca se alinearon la OEA, la Unión Europea, Reino Unido y todas las naciones latinoamericanas que antes habían reconocidoa Juan Guaidó como el «Presidente Encargado» de Venezuela.

Cuando la delegación liderada por Montoya llegó a la sede de la OEA en Washington, su ilusión era que ésta pudiese desconocer la elección de Castillo, así como había hecho con las reelecciones de Maduro en Venezuela y Morales en Bolivia en 2019. Sin embargo, su secretario general Luis Almagro no quiso ni recibirlos y ni siquiera concurrió la prensa. Esta ciudad es la que el 6 de enero había visto el primer golpe presidencial contra el Capitolio y que había tenido la primera inauguración de una nueva administración con una presencia militar superior a la de cualquier destacamento armado norteamericano en cualquiera de las capitales que ocupan en el Asia occidental.

Biden ha preferido a castillo que a un golpe fujimorista

La razón de tal giro era que el nuevo Presidente Biden sufrió en carne propia la estrategia trumpista de negarse a reconocer derrotas electorales y a que su gente tuvo que poner en el fiel de la balanza al opción más conveniente.

Washington constató su fracaso al reconocer a un presidente venezolano autoproclamado al margen de una elección popular o de una votacion parlamentaria, lo que ayudó Maduro a convertirse en un abanderado de la soberanía nacional en tanto que EEUU se desacreditó y se generó una gran crisis humanitaria. En el caso boliviano, el producir la caída de Evo Morales y el ascenso a la presidencia de Jeanine Áñez, no hizo más que ayudar a que el Movimiento Al Socialismo se potencie desde la resistencia y suba su porcentaje de apoyo electoral desde el 47% hasta 55%, arrasando en las elecciones con un nuevo presidente (Luis Arce) que garantizará un quinquenio más de izquierdismo.

Si en Perú Biden hubiese negado el triunfo de Castillo hubiese radicalizado al maestro y a su movimiento, y generado condiciones para un estallido social que, eventualmente, hubiese podido haber llevado a un nuevo y más popular e izquierdizado gobierno de Castillo. Y todo hubiese sido para permitir el acceso al poder de un gobierno de extrema derecha, altamente cuestionado por su pasado corrupto y dictatorial, y todo ello en el contexto en el que la nueva Casa Blanca buscaba marcar distancias con otros “ultras” como Bolsonaro en Brasil o Netanyahu en Israel.

Biden se dió cuenta de que Castillo nunca se proclamó comunista, socialista, marxista, antiimperialista o antioligárquico, y que en el único partido en el que previamente había militado década y media había sido en el del ex presidente centro-derechista Alejandro Toledo. Sabiendo que Castillo iba a tener menos de un tercio del congreso en su favor y que, para viabilizar su gobierno, iba a necesitar el aval de EE.UU. para contener a la derecha dura, es que Biden optó por apuntalar a Castillo.

Hasta junio los electores de Castillo salieron en masa a defender su victoria electoral, pero a partir de julio la estrategia del maestro rural fue la de buscar mostrar mayor moderación, pues el objetivo era lograr evitar vetos para llegar a la Presidencia.

Gobierno y diplomacia centroizquierdistas

El actual gabinete de Castillo muestra que el astuto profesor ha sido capaz de satisfacer a varias partes contrapuestas (Peru Libre, Maestros y nuevos socios de la coalición), y también que se ha rodeado de ministros izquierdistas pero bajo un modelo económico que es más de centro. Se ha mantenido a Julio Velarde en el BCR (y aun no se remueven al resto de los 6 directores, pese a que la mitad de ellos son jefes fujimoristas) y a la Superintendencia de Banca y Seguros del Perú, en tanto que abiertamente se desestima hacer cualquier posible nacionalización, control de precios o aumento salarial. El gobierno se compromete a preservar el actual modelo monetarista pero promoviendo estrictas reglas para recobrar impuestos impagos, reducir la corrupción, los monopolios y los daños al medio ambiente, dar un bono a los más desposeídos y hacer una serie de nuevas inversiones sociales y reformas. En un discurso dado en su tierra natal Castillo llamó a promover inversiones extranjeras y permitió el ingreso de nuevos bancos extranjeros.

EE.UU. se da cuenta de que Castillo les ofrece más facilidades para una estabilidad financiera y política y con reglas más claras (que las basadas en sobornos) y sobre todo les resulta una mejor alternativa que un eventual gobierno fujimorista que pudiese estar jaqueado por numerosas protestas sociales y denuncias de violaciones a los derechos humanos y negociados.

Guiddo Bellido y Perú Libre por su parte han decidido seguir una buena relación con EE.UU., lo que ha implicado suscribir al acuerdo de USAID y autorizar el ingreso de tropas extranjeras. Mientras que antes la embajada norteamericana hizo campaña contra Morales en Bolivia y Chávez en Venezuela, con lo cual los radicalizó a ellos y a sus seguidores, ahora la embajadora Lisa Kenna en Lima aparece dando obras generosas junto a Castillo o sus ministros.

EE.UU. se ha dado cuenta de que las reglas de juego deben cambiar tras la salida de Trump, su humillante derrota en Afganistán y ante la inminente posibilidad de que en el 2022 la izquierda moderada reemplace a los presidentes de la derecha dura en Brasil, Colombia y Chile. Ahora debe contrarrestar a la creciente injerencia china y rusa en su «patio trasero» mostrando un buen trato, diferente de la prepotencia y las amenazas de Trump.

Nueva diplomacia peruana

La medida más radical que tuvo el nuevo gobierno fue la de desconocer al «embajador» de Guaidó y reconocer plenamente al gobierno de Maduro. En los hechos ello implicaba que Lima liquidaba al alicaído Grupo de Lima. Todo ello produjo mucha furia por parte de la derecha peruana. No les importaba el hecho de que el propio Guaidó estuviera negociando para reconocer al legítimo presidente de Venezuela para poder participar así de las elecciones convocadas: de todos modos la Marina y la derecha peruana pidieron la cabeza del canciller Héctor Béjar.

A pesar de que el ex guerrillero hubiese querido ir al Parlamento a demostrar que muchos marines hicieron acciones terroristas, incluso contra gente de su propia institución, y que la Marina no debe emitir pronunciamientos pues ninguna fuerza armada es deliberante, Bellido decidió removerlo para así buscar lograr el voto del congreso para su gabinete.

El nuevo canciller Oscar Maúrtua es la primera figura que no viene de la izquierda (si no de la derecha, al haber sido canciller de Toledo, cuando castillo militaba en su partido) y que cuenta con una experiencia ministerial previa y décadas de trabajo como servidor público, el mism que había hecho críticas muy duras a Caracas de forma reciente.

Al sacar a Béjar Castillo quería dar una muestra de que él no pensaba que el Perú pudiese engrosar las filas de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) junto con Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y varias Antillas. Lima iba a mantener la misma estrategia inicial trazada por Béjar, de alejarse de tanta subordinacion a Washington, de buscar un mundo más multipolar y de impulsar la Union de Naciones Suramericanas (que Trump y los antecesores a Castillo dinamitaron) y la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC).

Y fue precisamente la cumbre de CELAC en México la primera escala de su viaje, lugar en donde dar muestras de que su diplomacia va a estar mas cercana a la de los nacionalistas moderados aztecas y gauchos que al antiimperialismo del ALBA.

A Castillo no le conviene enemistarse con la OEA, actitud en la que se encuentran México, Bolivia, Venezuela y el ALBA, pues Almagro avaló su elección y necesita su apoyo (al igual que el de Biden) para contener los intentos de la derecha parlamentaria para vacarle.

Junto con Castillo viajan los ministros de relaciones exteriores, comercio, economía y salud. Estos 3 últimos son indispensables para lograr nuevas inversiones y vacunas en EE.UU.

A pesar de que se ha cuestionado a Maúrtua el ser un canciller derechista el, como todo diplomático de carrera, ha empezado a seguir algunos lineamientos del «progresismo». Un indicativo de ello es que ahora Torre Tagle ha reconocido a la izquierdista República Árabe Saharaui Democrática, el único Estado árabe ocupado por un reino árabe y donde se habla el castellano.

EE.UU., al haber reconocido a Castillo y ofrecerle su apoyo para darle estabilidad, ha hecho que el primer premier peruano que se proclama «marxista leninista» desista de pedir la ruptura de relaciones, suscriba nuevamente el acuerdo con la USAID, autorice el ingreso de tropas extranjeras e incentive empresas multinacionales norteamericanas. Bellido, al tenderle la mano a EE.UU., concibe que ha de poder contar con sus servicios para evitar un golpe parlamentario o militar.

Y mientras todo esto ocurre y Castillo está en el exterior, el destino del cadáver de Abimael Guzmán es una piedra en el zapato. A Castillo no le conviene aparecer en la cumbre de la CELAC o hablando en Naciones Unidas luego de haber incinerado su cuerpo y haberlo esparcido en el mar, pues ello pudiese generar muchos comentarios adversos. Tal vez en su ausencia se proceda a dar cumplimiento a la inicial sugerencia del Ministro de Justicia, con la cual el Presidente se puede lavar las manos o, quizás, la decisión final espere hasta que su gira culmine, tras lo cual hasta es posible que el mandatario, tras escuchar sugerencias de otros colegas, decida no ser el único mandatario de izquierda del mundo en quemar cadáveres de reos muertos cuyos cuerpos son demandados por sus deudos.

En todo caso, el viaje de Castillo le va a permitir al nuevo mandatario chotano el transformarse en una figura internacional que pueda sacar provecho de su condición de ser el primer maestro rural, rondero y campesino en ser electo presidente peruano. Todo eso ha de poder repercutir en afianzar su liderazgo interno, en conseguir nuevos aliados extranjeros e inversionistas y en aumentar su porcentaje en las encuestas.


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