Antonio Velasco •  Opinión •  21/03/2017

Podemos y APM. ¿Quién presiona a quién?

La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha emitido un comunicado en el que acusa a Podemos de coacciones y presiones contra varios periodistas, atentando contra los principios básicos de la libertad de prensa.  

En el comunicado se dice que Podemos “amedrenta y amenaza” a los periodistas, “desde hace más de un año en sus propias tribunas, en reproches y alusiones personales en entrevistas, fotos y actos públicos, o directamente en Twitter”. Estos periodistas, según APM se sienten “acosados y presionados” por el partido. Considera, además, que las actuaciones de Podemos están causando “un estado de miedo entre los periodistas”, que buscan “persuadirles de que les conviene escribir al dictado de Podemos, además de tratar de conducirlos hacia la autocensura” y que algunos periodistas están sometidos “a un bombardeo constante de mensajes que intentan descalificar o ridiculizar su trabajo y recortar su libertad de información”.

De ser esto cierto, nos encontramos ante un ejercicio deplorable y antidemocrático de la formación morada que debería ser investigado en profundidad. Sin embargo, la APM no ha aportado pruebas de estas gravísimas acusaciones. No han facilitado los nombres de los periodistas supuestamente afectados ni los medios a los que pertenecen, ni se han concretado dichos acosos. En Podemos niegan las amenazas y piden que se muestren las pruebas si existen.

¿Qué sentido tiene verter tales acusaciones sobre un partido si estas no se concretan en pruebas para que puedan ser verificadas y se tomen medidas? Algunos periodistas han recibido este informe con incredulidad. El mismo Antonio Ferreras (La Sexta), muy crítico en ocasiones con Podemos, ha dicho que no ve a Podemos como un riesgo a la libertad de expresión, que existen poderes económicos y políticos más peligrosos.

Si nos ponemos a pensar, ¿qué represalias puede temer un periodista por hablar mal de Podemos si este partido no tiene control sobre ningún medio ni tiene relación con los poderes económicos que posean los grandes medios de comunicación? ¿No tienen acaso más poder los periodistas para hacer daño a Podemos que al revés? Ignacio Escolar decía con ironía en Al Rojo Vivo que muchos periodistas, por criticar a Podemos, lo que les puede pasar es que se ganen un ascenso y que, en cambio, sí pueden meterse en líos por criticar a otros partidos como el PP, poniendo el ejemplo de Germán Yanke, que fue despedido de Telemadrid tras hacer unas preguntas comprometedoras a Esperanza Aguirre en una entrevista. ¿Dónde estaba la APM por aquél entonces?

Desde la repentina y demoledora irrupción de Podemos en el panorama político español hemos asistido a un recital continuo y cansino de noticias y portadas en ocasiones exageradas en los grandes medios de comunicación que cuestionaban la financiación del partido o a sus líderes (el supuesto delito fiscal de Juan Carlos Monedero, el caso de Íñigo Errejón y la Universidad de Málaga, los tuits de Zapata, Rita Maestre y la capilla, pagos de Venezuela a Pablo Iglesias, el caso de Echenique y su asistente, etc.). Los grandes medios, entonces, anunciaron estas supuestas irregularidades con grandes carteles y se generaron intensos debates que duraron semanas interminables. Sin embargo, cuando todas y cada una de estas denuncias fueron archivadas (hasta en siete ocasiones en el caso de la supuesta financiación ilegal de Podemos), el revuelo generado fue infinitamente menor. Muchos de los medios que habían dedicado ingentes recursos al conocerse estos casos omitieron las resoluciones judiciales o las redujeron cuanto pudieron. Sin embargo, al demostrar que no había delito, esas resoluciones eran fundamentales porque de algún modo anulaban todas las noticias anteriores, las numerosas acusaciones e insinuaciones vertidas sobre el partido. ¿Debemos pensar que para algunos medios era más importante que la opinión pública conociera el supuesto delito antes de saber si era cierto, que saber que no era cierto? ¿Dieron esos medios demasiado bombo a estas noticias y más bien poco a las resoluciones judiciales por alguna intención maquiavélica? ¿Debía la APM haber hecho algo al respecto? Como dijo Íñigo Errejón en Política, manual de instrucciones, un documental inédito en la política española que muestra las entrañas de Podemos durante un año y medio: “Lo importante no es ser culpable, sino parecerlo”.

Son muchos, por otro lado, los episodios en los que representantes de otros partidos políticos han mostrado una actitud más que chulesca hacia los periodistas sin que la APM haya emitido ningún comunicado. Algunos ejemplos: 1) Javier Maroto (PP) amenazando a un periodista de Cuatro diciéndole que no reescribiera sus palabras porque sino iban a tener un problema y tendría que llamarle la atención. 2) Fernández Díaz (PP) mandando a la policía a la sede del periódico Público sin orden judicial a incautar unas grabaciones que le mostraban a él y al director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alonso, planeando desprestigiar a políticos catalanes. 3) Girauta (C’s) encarándose con una periodista de La Sexta que preguntó por un tuit suyo en una rueda de prensa de Ciudadanos. 4) Rafael Hernando (PP) llamando “hienas” a los periodistas y acusándoles de la muerte de Rita Barberá (después se demostraría que murió debido a una cirrosis). 5) Esperanza Aguirre calificando a La Sexta como “la secta” en distintas ocasiones y denigrando a sus reporteros. 6) Aznar metiéndole un bolígrafo a la periodista Marta Nebot por el escote tras hacerle esta una pregunta y acariciándole la cara después. Esto no justifica las acciones de Podemos, en caso de que fueran ciertas, pero dados los casos expuestos, y hay muchos más, me da a entender que puede existir una doble vara de medir.

Se está extendiendo la creencia, por otro lado, de que los medios de comunicación son intocables, que representan la esencia de la democracia. Sin negar que esto último pueda tener parte de razón, es también cierto que los medios de comunicación tienen mucho poder e influencia en la sociedad y que, si se utiliza incorrectamente, este poder puede trastocar la libertad de expresión en favor de unos pocos. La información es un derecho básico en democracia y, desgraciadamente, algunos medios de comunicación en ocasiones tratan este elemento como una herramienta arrojadiza contra personas concretas o instituciones más amplias que consideran enemigas o que van en contra de sus intereses. No hablo de los periodistas rasos, meros trabajadores, sino de los dueños, de los directivos. Algunos ejemplos: 1) Las denigrantes noticias de algunos periódicos contra dirigentes políticos, por ejemplo esta de Alerta Digital contra Ada Colau, que dice cosas como: “la alcaldesa de Barcelona parece tener la intención de dar a luz a su hijo y no seguir los pasos de la mayoría de las “perroflautas” españolas partidarias del aborto.”. 2) Victoria Prego, que es casualmente la presidenta de APM, ocultando durante 20 años a los españoles que Suárez no convocó un referéndum sobre la jefatura del estado porque sabía que ganaría la opción republicana. 3) La fabricación de documentos falsos por parte de Eduardo Inda que buscaban relacionar a Pablo Iglesias con cobros de Venezuela en paraísos fiscales. 4) Las portadas de El Mundo que relacionaban a ETA con el atentado del 11M, sabiendo que era falso. 5) El Informe PISA, elaborado por la Policía de Fernández Díaz con la colaboración de periodistas para desprestigiar e intimidar a Pablo Iglesias. 6) La revelación de Pedro Sánchez en Salvados diciendo que había sufrido presiones por parte de altos directivos de el periódico El País, entre otros, para que no pactara con Podemos y que, de hacerlo, la línea editorial del periódico sería muy dura con él. 7) Las acusaciones contra Podemos y sus dirigentes expuestas más arriba, que generaron mucho revuelo mediático y quedaron en nada. ¿Quién tiene el poder aquí, Podemos o los medios de comunicación? ¿Quién presiona a los periodistas, Podemos o los propios dueños de los medios?

El informe de la APM dice: “Solo una prensa independiente y sin miedo puede cumplir su misión fundamental de control del poder. Solo unos medios firmes en la defensa de la libertad de expresión pueden frenar las tentaciones de los poderosos de eludir la rendición de cuentas a la que están obligados en una democracia como la nuestra». Tomando en cuenta los siete ejemplos esbozados arriba, los medios no han cumplido, en ocasiones, su función de controlar el poder, sino que han intentado influir en él. El caso de las presiones contra Pedro Sánchez es esclarecedor. Creer que “los poderosos” en España son Podemos es, a mi juicio, absurdo porque no cuentan con apoyos de ningún poder económico o financiero poderoso, sino que los tienen en contra. Es más, son estos poderes (el Ibex 35) los que controlan los grandes medios que han intentado desprestigiar a la formación de Pablo Iglesias en ocasiones, como se ha demostrado arriba, de una manera éticamente reprobable. ¿No debería haber actuado la APM entonces, defendiendo a los periodistas que elaboraban noticias más que dudosas por encargo de sus jefes? ¿No debería contar nuestra democracia con herramientas que sancionaran a los medios de comunicación si estos abusan de su poder para condicionar a la opinión pública en favor de ciertos sectores o en contra de otros? Si la prensa tiene tanto poder no puede tener carta blanca para mentir como ocurre en ocasiones. Debe existir, por rigor democrático, algún mecanismo regulador que evite que ese poder pueda ser utilizado para desestabilizar la democracia o atacar a enemigos políticos.

Repito, ya para terminar, que si el informe es cierto Podemos deberá explicar muchas cosas, pero viendo cómo funcionan las cosas en este país, no me extrañaría que este informe fuese la piedra de alguien que ya ha escondido la mano, buscando de nuevo embarrar al partido morado. 


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