Colectivo Puente Madera •  Opinión •  19/02/2017

Sentencias indignantes

 

La reciente sentencia del caso Nóos, que podríamos llamar caso Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarín, ha sido la amarga gota de que ha colmado el vaso de la paciencia de los súbditos del reino de España: los indignados tenían que salir a la calle de nuevo y así, afortunadamente, lo hicieron ayer en Madrid, avanzando espontáneamente por el Paseo de Recoletos para asaltar el Congreso.

Cristina de Borbón, condenada, encabezó la protesta ciudadana. Ella, que nunca sabe nada de nada, sabía que tenía derecho a indignarse por su marido, el delincuenteDuque Empalmado, condenado a menos de un tercio de lo que pedía un fiscal que a veces parecía el abogado de la Infanta.

La real pareja fue acompañada por miles de indignados, algunos jurídicamente españoles pero fiscalmente suizos, que gritaban indignadamente acalorados contra la insolidaridad de sus compatriotas currantes, que se resisten a jubilarse a los 70 años. Uno de ellos vociferaba también “lluarfaired”, palabreja yanqui que más o menos viene a significar “si estás enfermo o se ha muerto tu madre me importa un bledo, estás despedido”. Un reportero de la cadena Rtvestaeslateledelpp ha informado diligentemente que el indignado en cuestión era un ciudadano empresario que no soporta ver cómo flojean los trabajadores españoles en cuanto los explotas mucho y les pagas poco. Este empresario era jaleado por un jubilado pensionista, rey durante su recién concluida vida laboral, que a pesar de sufrir un accidente de trabajo cazando elefantes en África, nunca se pudo pedir una baja porque se le llenaba el palacio de republicanos piojosos: indignante, oiga usted.

Dispersos entre los indignados, cual policías de paisano, se camuflaban los miembros de un grupo político parlamentario muy popular, que lanzaban consignas indignadas, aunque un poco confusas, en las que mezclaban la defensa de la Guardia Civil y de España con el sueldazo que iba a cobrar el pobre Arsenio Fernández de Mesa por asistir calladito a unas reuniones de Red Eléctrica de España, el pobre, y que estaba sufriendo el indignante acoso de un montón de ciudadanos ignorantes de las leyes básicas de  la Electrotecnia, la primera de la cual es: enchufe +  caradura = kilosueldazo.

En un lateral, Ana Mato levantaba el puño y su cara morena sonreía mientras lanzaba confetis hechos de pedacitos de billetes de 500 euros. En el otro, Jaume Matas, que había perdido la cuenta de las causas que le habían llevado hasta allí, cantaba emocionado “agrupeeeemonos toooooodos, en la ceeeeeelda reaaaaal, la jeeeetset humaaaaana es la estafaaaaa mundiaaaal…”.

A su lado, bueno, un paso más atrás, gritaba Artur Más, indignado manostijeras, enfadado con que la justicia del Estado Español (así, con mayúsculas franquistas) persiga políticamente un partido al que él ya no pertenece, y que por lo visto se llamaba Convergencia Democrática de Cataluña, porque ha cobrado y malversado millones de pelas, aunque él no sabía nada de eso.

Y así, miles de indignados llenaban el Paseo, con un precioso colorido de bolsos de lujo. Detrás, una cabalgata automovilista: el Jaguar, el Mini, y todos los demás, hacían sonar sus cláxones cual trompetas que avisaran a toda esa caterva de jueces rojeras de la llegada del juicio final. “La Infanta somos todos, no sabemos nada”, coreaban los indignados desde sus descapotables, animados también por la ignorancia de Rajoy.

Al  final, unos metros más atrás, cerrando la manifestación, caminaba el último indignado. Solitario, sintiéndose uno más pero sabiéndose diferente, poderoso mentalmente gracias a sus clases de yoga, Rodrigo Rato no gritaba, sonreía tranquila y silenciosamente. Porque él sí que sabía. Sabía, después de dirigir todas las esferas del poder económico, que ni la Infanta, ni el Duque, ni él, ni ningún otro delincuente poderoso pasarían en la cárcel ni una décima parte de lo que merecían. Por eso sacó de su traje su teléfono y tecleó: “Cristina, sé fuerte”. Y se marchó.

 

Fuente: http://colectivopuentemadera.blogspot.com.es/2017/02/sentencias-indignantes.html

 


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