Puño en Alto •  Opinión •  17/08/2022

Lobato

Era difícil, porque la competencia entre ellos ha sido brutal, pero el alcalde de la Sanlúcar del Santo Régimen lo ha conseguido, al quedarse con el más inútil de los tres concejales que han sido expulsado de la formación política naranja. Y es que, cuando el esmirriado se pone a elegir inútiles y detectar carencias subyugantes en terceros, no hay quien lo pare. Un mediocre para disimular su mediocridad tiende a rodearse de mediocres y cuando no, en inútiles.

El todavía Delegado de Cultura y de Fiestas y otras zarandajas ha dado buena muestra de su mediocridad, así como, de su manifiesta inutilidad. Aún debe estar en las indignadas retinas de los caseteros y ciudadanos en general el desastre en que convirtió el montaje de las casetas de la feria. Como buen mediocre, eludió asumir responsabilidad repartiendo culpas a diestro y siniestro. Quien cree que colocando unas estentóreas vallas con fotografías se satisface la demanda cultural en la ciudad no es que sea mediocre, es que su inutilidad hace que le importe un verdadero pimiento promocionar espacios y eventos culturales, más allá del sempiterno capillismo carpetovetónico del que se vanagloria pertenecer.

Para quien comparó, sin ruborizarse, el hecho sobrevenido de ganar un generoso sueldo, jamás soñado dada su precaria situación previa a su dedicación política, por “estar” en el Gobierno Local, con el asombroso hecho de una aparición mariana, era imposible pensar que renunciara a su asignación por quítame de aquí o de allí unos principios éticos o morales de chichinabos. De aquello que firmó cuando aceptó integrarse en la candidatura electoral, lo ha resuelto sin inmutarse haciendo suyo aquello de “estos son mis principios, pero si no les gusta, tengo otros”.
A la hora de buscar argumentos para justificar su no renuncia a su acta de concejal no ha hecho un alarde de imaginación, ha tirado del manual más estereotipado del perfecto tránsfuga: “me presenté para trabajar por los intereses de Sanlúcar y no por los de unos pocos”.  Es decir, que, colaborando de manera manifiesta en el deterioro democrático de la institución municipal, según él, se está defendiendo el interés general, siendo parte fundamental de ese interés general, que siga cobrado su rumboso sueldo por prácticamente nada.

El partido naranja ha sido una herramienta pintiparada para que personajes de dudosa moralidad y menos ética, como el todavía Delegado de Cultura y Fiestas, se busquen el sustento económico que de ningún modo podrían obtener fuera de la política. En ese pozo de miseria y en otros tantos es donde una y otra vez el esmirriado le gusta chapotear en busca de las piezas que hagan transitable sin riesgo alguno legislaturas tras legislaturas, y no precisamente piezas por sus valías y capacidades, sino por sus evidentes carencias, sobre todo, las éticas y morales y satisfacerlas económicamente.

A estas alturas huelga aclarar que un lobato es el cachorro del lobo y, por extensión, la cría de otros cánidos, aunque en la Sanlúcar del Santo Régimen, a falta de lobos, adquiere otro significado.

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