Salvador López Arnal •  Opinión •  10/09/2016

“La dictadura del videoclip. Industria musical y sueños prefabricados” (I)

-Te felicito por tu libro, por tu enorme libro (y por el inmerecido y generoso agradecimiento que has escrito). ¡Más de 600 páginas, algunas de ellas bastante densas además! ¿A quiénes va destinado? ¿En quiénes han pensado mientras lo escribías?

-En realidad son 450 páginas, el resto son notas, bibliografía y anexos. Cuando lo escribía pensé sobre todo en la comunidad educativa y en general en todos aquellos interesados en conocer las razones por las cuales el pop actual es como es, lo que incluye a personas críticas de todas las edades. También va dirigido a los estudiantes y profesores de Sociología, Comunicación, Economía, Periodismo, Bellas Artes, etc. Por otra parte, creo que los marxistas tienen la oportunidad de comprobar que se puede hacer un análisis riguroso de la industria cultural y su influencia ideológica desde esta perspectiva que supere las fronteras del ensayo filosófico para adentrarse en la exposición y la rigurosidad científica. Algo de lo que carecían los autores de la Escuela de Frankfurt, una de las tradiciones más cercanas al marxismo que se han ocupado de la cultura industrialmente manufacturada.

-Más de 1.350 notas y 40 páginas de bibliografía. ¿Cuánto tiempo te ha llevado la investigación y la escritura de tu ensayo? ¿Desde cuándo tu interés por el tema de los videoclips?

-La investigación siete años y la escritura del libro, que no es un ensayo sino una mezcla heterodoxa de divulgación científica con partes ensayísticas y otras de teoría, casi un año. Mi interés por los videoclips proviene de cuando los conocí cuando era niño pero, sobre todo, desde la adolescencia, que es la edad donde más nos fascinan por nuestra eclosión sexual.

-Para los no puestos en el tema, ¿qué es un videoclip? ¿Por qué hablas de dictadura? ¿Qué dictadura es ésa?

-Un videoclip es un cortometraje basado en el desarrollo de una composición musical previa que fundamenta el despliegue de un conjunto de imágenes, las cuales, unidades a la música, dan lugar a un nuevo discurso estético.

Hablo de dictadura porque su producción no está regida por la voluntad democrática de las mayorías que la consumen. Es la dictadura cultural de la gran industria musical controlada por una oligarquía mediática con conexiones con la oligarquía política y económica trasnacional. Piensa que de los 500 videoclips más vistos de YouTube, más del 92% son distribuidos por tan solo tres grandes discográficas: Universal, Sony y Warner Music. Y parte del resto son vídeos que reproducen los contenidos de los controlados por las grandes empresas que son las que marcan los tipos predominantes. Las mayorías no tienen voz ni voto a la hora de decidir cómo será este flujo audiovisual que bañará sus mentes.

-Un videoclip hegemónico, uso tu terminología, ¿qué características tiene?

-Es aquel videoclip comercial producido y difundido por las industrias culturales hegemónicas con la intención de conquistar un público mayoritario dentro de una o varias franjas de edad en un territorio determinado, usualmente, de amplitud trasnacional. Un videoclip hegemónico tiene la particularidad de que además de ser una mercancía que busca obtener beneficios económicos es un reproductor de hegemonía, siguiendo la acepción gramsciana.

-Hablas en el subtítulo de la industria musical. ¿Es importante esta industria? ¿Mueve mucho dinero? La mayoría de la gente se descarga música de la red, sobre todo la gente joven, ¿no han perdido mucho mercado y con ello muchos beneficios? ¿No venden muchos menos discos?

-Venden menos discos pero se quedan más dinero de conciertos, merchandising, patrocinios, etc. Además, son empresas mucho más rentables que antes gracias a la tecnología de medición del consumo, en especial online. Hace una década, sólo 1 de cada 10 inversiones era un éxito, hoy lo son 1 de cada 5. Por otra parte, los videoclips les reportan más dinero en publicidad que nunca gracias a portales de streaming como YouTube, pues el público es mucho más numeroso que el que tenían los videoclips en la MTV (en la mayoría de lugares, una cadena de pago). En definitiva: la industria musical mueve el mismo o más dinero que antes, sólo que sus tentáculos se diversifican en distintos sectores de la industria, como haría cualquier buen inversor en cualquier sector.

-Esos sueños prefabricados a los que haces referencia en el subtítulo, ¿de quiénes son? ¿Cómo se generan? ¿No ha ocurrido siempre así?

-Son de la oligarquía mediática que controla las industrias culturales hegemónicas, entre ellas, las tres grandes discográficas y las empresas difusoras como YouTube o Vevo que controlan el negocio del videoclip dominante. También lo son de los intelectuales orgánicos que esta oligarquía burguesa contrata.

Históricamente, los sueños se han cocinado desde las alturas desde que, con la conservación del excedente y la profundización en la división del trabajo (con su separación radical entre trabajo manual y trabajo intelectual), vivimos en sociedades de clase. Sin embargo, esa continuidad adquiere diversas manifestaciones según el modo de producción dominante y dentro de él, en cada etapa de su desarrollo evolutivo. En el capitalismo global en el que vivimos, no es lo mismo que en el feudalismo, por ejemplo, pero tampoco que en el capitalismo de los años setenta del siglo pasado. Nunca antes en la historia tan pocas personas de la clase dominante han podido decidir y manipular los sueños de las mayorías globales como en nuestros días. Del mismo modo que se concentra y centraliza el capital lo hace el poder de decisión política y cultural.

-La tesis, una de las tesis del libro, con tus propias palabras: “Los videoclips dominantes son un instrumento mediante el cual la oligarquía capitalista mundial consigue el consenso político de la juventud asalariada internacional”. Tres preguntas sobre lo anterior: a) ese instrumento al que aludes, ¿está diseñado y planificado o ha surgido espontáneamente, por evolución musical y tecnológica? b) ¿cómo un videoclip consigue consenso? ¿Por su factura? ¿Consenso con qué, con el capitalismo, con el militarismo, con el sexismo,…? c) ¿No hay jóvenes asalariados que están a años-luz de todo ese mundo?, ¿no hay demasiados disidentes críticos en ese consenso?

-¿Tres preguntas en una?

-Es un truco…, un mal truco por lo que veo.

-Vayamos por partes. Sobre la primera, surge de dos formas: de modo consciente e inconsciente. La mayoría de las veces se genera sin que nadie sea consciente ni lo manipule porque el funcionamiento de la base económica lo “pare” de un modo natural. Digamos que la arquitectura capitalista, estructuralmente, “conspira” para que los videoclips mainstream o dominantes sean como son. Es su funcionamiento en “modo automático”. No olvidemos que, en nuestras insuficientemente democráticas sociedades, la empresa privada es una dictadura en sí misma, de estricto funcionamiento jerárquico y piramidal, por tanto es lógico que la producción cultural controlada por ella sólo pueda tener un origen dictatorial. Así no hace falta que nadie “conspire” desde las alturas.

Sin embargo, esto último también sucede en situaciones en las que la clase dominante lo requiere. Como cuando se desea introducir contenidos que “naturalmente” no surgirían del funcionamiento del “negocio” o cuando se desea censurar otros a contracorriente que sí surgen en situaciones excepcionales, como es el caso de la crisis actual. Es decir, si se quiere incrustar propaganda del Pentágono en un vídeo de Katy Perry se necesitará que alguien del Ministerio de Defensa de los EUA toque la puerta y haga la oferta. Así se pondrá a trabajar codo con codo con el resto de profesionales de la industria de un modo excepcional. Del mismo modo, pero en sentido inverso, si a alguna estrella del pop, de repente, le diera por realizar un videoclip con contenidos contrahegemónicos, llegaría alguien de la cima de la compañía y se encargaría que ese vídeo no arribara a las mayorías mediante su censura pura y dura o mediante la estrategia de la infrapromoción consciente.

-Vamos con la siguiente

-El videoclip dominante consigue el consenso cultural e ideológico por medio de la seducción audiovisual centrada en dos pilares: la música y el sexo. Y esos dos medios llevan al joven a naturalizar el orden capitalista como algo bueno. De este modo a los jóvenes este sistema no sólo les parece deseable sino el único posible. El militarismo, el sexismo, etc., son extras que pueden ser funcionales (o no) para determinados segmentos de la juventud, pero el núcleo incuestionable del mensaje es celebrar la riqueza capitalista como súmmum de la felicidad humana y esconder todo lo negativo que este sistema genera: desigualdad, paro creciente, guerras, cambio climático, consumismo, alienación social sin parangón, precarización de los proyectos vitales, mercantilización de todo lo que nos rodea y por ende el afianzamiento del imperio del dinero con su fetichismo adosado, la incesante cosificación de las personas, etc.

-Te falta la última

-¿Demasiados disidentes? ¿Has visto los resultados electorales de diciembre? ¿Ha ganado un partido comunista que se disponga a superar el capitalismo o quizás al menos una coalición socialista dispuesta a nacionalizar la banca y me lo he perdido? Claro que hay jóvenes críticos pero son una minoría en continua reducción. La juventud sufre cifras de paro que duplican la de los adultos y su participación y contestación político-social es mínima en relación a la gravedad de la crisis y la falta de oportunidades que sufren. Pero ojo, no sólo aquí en España, sino en cualquier parte del mundo, desde Latinoamérica a Asia. Porque cada vez más vivimos en una sociedad global moldeada por un mercado mundial de donde nos proveemos de la mayoría de los productos y servicios que no solo nutren nuestro estómago sino también nuestra forma de pensar. Ya lo apuntaron en 1848 Marx y Engels en el Manifiesto. Imagínate ahora con la velocidad y la baratura de los transportes o nuestra dependencia a Internet. Las mercancías culturales son los alimentos con los que la mayoría forjamos nuestros valores e ideologías, lo queramos o no.

-Dedicas el libro a todos los “músicos que aun ganándose la vida en este mundo imperfecto, saben que tanto la música como la melodía de la dignidad humana, no tienen precio”. Tal vez no la dignidad, pero ¿no tiene precio la música? A mí me gusta mucho Van Morrison y no he conseguido verle nunca, los precios de las entradas me lo impiden. En otro orden de cosas, jamás he podido ver una ópera mozartiana, verdiana o rossiniana en condiciones. Escucho pero no puedo ver desde mis localidades “tiradas de precio” de quinto piso del Liceo barcelonés. La platea me está prohibida.

-Claro, en el capitalismo la música, como todo producto o servicio mercantilizable, tiene un precio que paga el consumidor final. Alguien debe retribuir a los trabajadores musicales y no musicales que permiten su existencia y fruición. Si algún día consiguieras ver una ópera de Rossini en una buena localidad sería porque te ha tocado la lotería o porque hay un gobierno subvencionando la función, es decir, que no la pagarías directamente porque ya lo haría el Estado. Al final, de un modo u otro, alguien tendrá que retribuir a los trabajadores en cualquier sistema. En el socialismo la fruición musical tampoco será “gratis” (desde un punto de vista social, no me refiero a si tendremos o no que pagar la entrada con dinero) sino que la sufragaremos partiendo del excedente social generado entre todos. Lo positivo será que por la planificación de la economía se podrá decidir democráticamente que servicios merecen la pena que sean subvencionados total o parcialmente, por debajo de su costo de producción, y cuáles no. Espero y anhelo que tus admirados clásicos lo sean. Dependerá de nosotros.

-Abres el libro con una cita (muy dialéctica, en el mejor sentido de la expresión, de Marx, del padre de la gran Tussy: “La producción no solamente produce un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto. La producción produce, pues, el consumo”. Te pregunto sobre ella.

-De acuerdo, a tu disposición.

continuará…

Salvador López Arnal es profesor-tutor de Matemáticas en la UNED y enseñante de informática de ciclos formativos en el IES Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona). Colabora normalmente en la revista «El Viejo Topo» y es coguionista y coeditor, junto con JoanBenach y Xavier Juncosa, de «Integral Sacristán»

Jon E Illescas Martínez es Doctor en  Sociología y Comunicación por la UA. Licenciado en Bellas Artes por la UMH. Colabora con frecuencia en las páginas de rebelión y de El Viejo Topo en temas sobre cultura, geopolítica, arte, comunicación y economía.  Es además, artista plástico e inventor del sociorreproducionismo bajo el seudónimo de Jon Juanma.
Fuente: El Viejo Topo


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