Salvador González Briceño •  Opinión •  08/10/2021

La reconfiguración geopolítica: de la ONU y CELAC al AUKUS y la OCS

El Occidente “corto” busca recrear el esquema añejo de confrontación de la Guerra Fría, mientras que el bloque euroasiático y la OCS apuestan a la creación de otras reglas en la geopolítica global.

La reconfiguración geopolítica: de la ONU y CELAC al AUKUS y la OCS

Tratándose de los movimientos geoestratégicos entre potencias, cabe revisar la última apuesta por la reconfiguración geopolítica del mundo, por cierto, entre dos frentes claramente relanzados: uno es el del Occidente limitado; el otro, un frente Eurasiático ampliado, más allá del Heartland, establecido por Halford John Mackinder en suelo ruso.

El frente encabezado por los Estados Unidos procede conforme a la estrategia ajedrecista de Guerra Fría, de un conflicto maniqueo entre “buenos y malos”, pero guerra al fin. Se trata de una herencia de la geopolítica de Zbigniew Kazimierz Brzezinsky y el “internacionalista” y regente de la CIA para golpes de Estado en Latinoamérica -como en Chile en 1973- Henry Alfred Kissinger.

El otro frente erigido, por las circunstancias de acoso imperial, es el conformado por China y Rusia en una lógica mayormente compleja —como el Go, Wei-ki chino de muchas fichas y arraigo japonés—, que lucha por ganar cada vez más territorio que paulatinamente escapa al control del capitalimperialismo anglosajón (o capital financiero-especulativo, hoy en caos), siempre en el marco de una globalización neoliberal impuesta y decadente, también desde la óptica occidental.

Sendos frentes no dejan de luchar por la hegemonía global, solo que la lucha ya no se da entre dos países como sucedió durante la Guerra Fría, uno capitalista y el otro socialista, sino ahora entre bloques o grupos de países. Para mayor claridad, la pugna que se está conformando ahora en la geopolítica mundial no será solo entre EE.UU. Y China.

A la vez, se trata de un escenario mundial más complejo, de un reto mayor para la neogeopolítica o la geopolítica de la multipolaridad, en donde, como en la perinola “todos ponen”, pero también “todos ganan”.

Nuevos actores se están sumando, o vienen coincidiendo en el tiempo, para agruparse en torno al bloque que está feneciendo. Claro que China no está jugando el rol de la URSS en la situación de posguerra frente a EE.UU. Por lo mismo, los polos ya no son únicos o bipolares hegemónicos.

De lo que se trata es de la participación de más actores en escena. Con metas similares de luchar por la hegemonía, pero contra el viejo orden y desde un poder compartido donde cada país juego su juego y hay una participación inclusiva.

Porque cada vez queda más claro, aún cuando el imperio estadounidense pretende dominar a sus aliados del nuevo bloque —como lo venía haciendo con la Unión Europea durante la segunda posguerra y lo aplicó vía el control de la OTAN— que el dominio unipolar dejará de existir.

El imperio no se recupera

Claro que se trata de alentar nuevamente los escenarios de la Guerra Fría entre dos sistemas económicos —el capitalista y el socialista—, pero incluso ese esquema está superado ya, principalmente desde el avance chino por las reformas económicas del presidente Deng Xiaoping y del empuje ruso de las últimas dos décadas con Vladimir Putin al frente.

Desde otro punto de vista, que coincide con los huecos que va dejando el imperio en su retroceso, sucede que desde la decadencia en la economía tras la crisis de 2008-2009, el imperialismo estadounidense no se recupera, ni internamente ni hacia afuera.

Peor con el desprestigio ganado a pulso desde la operación del 11/S donde el imperio quedó al desnudo, y más aún tras el retiro de Afganistán, que lo derribó a ras del suelo en los escenarios globales.

Por lo anterior es que ha sido muy importante para el rompimiento de la hegemonía imperial de EE.UU. la “huida” (Putin dixit) de Afganistán, porque marcó el quiebre al interior mismo de la Casa Blanca entre el poder presidencial de Joe Biden y el brazo armado del Pentágono y los generales del Estado Mayor Conjunto.

La querella reciente (la última, porque viene de lejos) entre ambos poderes, el presidencial y el militar, en relación a sobre quién recae la responsabilidad por la “salida caótica y trágica” de Afganistán, quedó más que clara en la comparecencia ante el Senado de EE.UU. de la cúpula armada la última semana de septiembre: el jefe del Estado Mayor Conjunto James Mark Milley, el titular de defensa Lloyd Austin y el comandante del Mando Central del Pentágono, general Kenneth McKenzie.

Más allá del lavarse las manos como Pilatos, claramente la responsabilidad es de todos, desde el presidente George W. Bush y su gabinete de halcones -al declarar la guerra al terrorismo sin mayor prueba que el autoatentado del 11/S a las Torres Gemelas de Nueva York- hasta Biden y la actual cúpula militar.

En ese marco se dieron los dos eventos últimos, la asamblea de los países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) realizada en México —hoy con su presidencia pro tempore—, y la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) realizada en Nueva York de los días 21 al 27 de septiembre.

Se trató de dos jugadas entre ambos frentes: 1) El del Occidente corto o limitado que busca recrear al añejo esquema de confrontación de la segunda posguerra, comandado por la unipolaridad de EE.UU. —aún cuando la alianza de los cinco ojos o el ciberespionaje, sumando a Canadá y Nueva Zelanda, salga fortalecida—, y 2) El eurasiático, que apuesta a la creación de otras reglas con nuevas estrategias.

AUKUS versus OCS

Hay dos nuevos bloques militares: el AUKUS (por sus siglas en inglés: Australia-United Kingdom-United States) y la OCS (Organización de Cooperación de Shanghái), occidental el primero y euro-asiático el segundo.

El AUKUS es una alianza estratégica y militar conformada entre pares “occidentales” como lo son Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia, para la “seguridad” de la región comprendida en el Mar de China Meridional, claramente para la contención de China en un mar-territorial en disputa con la República de China (Taiwán), Vietnam, Malasia y Brunéi.

Anunciada el 15 de septiembre por EE.UU., la nueva alianza del Indopacífico es un “ambicioso pacto de seguridad para compartir tecnología avanzada de defensa”, lo que se asume como estrategia para contrarrestar los avances chinos. Biden anunció el “histórico” AUKUS por videoconferencia en presencia del británico Boris Johnson y el australiano Scott Morrison.

Dijo Biden: “Tenemos que ser capaces de abordar el actual entorno estratégico de la región y su evolución, porque el futuro de cada una de nuestras naciones y, de hecho, del mundo, depende de que el Indopacífico sea libre y abierto”, dicho esto en clara referencia a China. Por lo que al nuevo socio, Australia, el acuerdo le permitirá construir submarinos nucleares por primera vez con el apoyo de EE.UU.

El acuerdo AUKUS, sin embargo, deja fuera tanto a la Unión Europea como particularmente a Francia, país con el que Australia tenía firmado un convenio desde 2016 para la construcción de 12 submarinos con el país galo, por un monto de 50.000 millones de dólares.

Por ello el presidente Emmanuel Macron protestó molesto: “El acto que hizo el señor Biden, es digno de lo que ha mostrado su predecesor, Donald Trump, al no avisar a sus aliados europeos y franceses.”

En tanto la reacción del gobierno chino consideró que se trata de un pacto que “amenaza con dañar gravemente la paz regional (…) e intensificar la carrera armamentista”, además advertir que los países están “dañando sus propios intereses”, con una acción “obsoleta de la Guerra Fría”.

Con AUKUS, como alianza estratégica y militar, la parte anglosajona de “occidente”, más que dar muestras de fortaleza y de “contener” a China, da una muestra más de la decadencia en la que se encuentra. Sobre todo cuando los conflictos no están en las “guerras directas” o en grandes combates, como en los escenarios de la guerra híbrida (ciberataques, terrorismo, campañas de desinformación y propaganda política, “guerra económica”). Por ello, calificar de Guerra Fría al conflicto entre EE.UU. y China valida la obsoleta AUKUS, la alianza que sí representa una amenaza para la paz regional.

La reconfiguración del mundo es multipolar

Por otra parte se realizó la 21° Reunión de Consejo de Jefes de Estado de la OCS el 17 de septiembre, organismo creado el 15 de junio de 2001 por países como China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán,Tayikistán y Uzbekistán, que incluye también a la India y Pakistán. Allí se refrendó la organización multipolar de los participantes, siempre en el “Espíritu de Shangái” -al decir del presidente Jinping- de confianza recíproca, beneficio mutuo, igualdad, consulta, respeto a las diversas civilizaciones, búsqueda del desarrollo común y compromiso con la paz, el desarrollo mundial y el progreso de la humanidad.

La reunión del organismo implicó algunas novedades para terceros países: 1) El otorgamiento del estatus de “país socio para el diálogo” a Egipto, Catar y Arabia Saudita. 2) La invitación de honor a Turkmenistán, y como observadores a Bielorrusia y Mongolia; 3) Además, con la presencia del presidente iraní, Ebahim Raisí, se anunció “la decisión de poner en marcha el proceso de adhesión de Irán como miembro pleno de la organización”.

En tanto el presidente Putin habló de la ampliación geopolítica de la organización, con base en el memorando de entendimiento entre la OCS y la Comisión Económica Euroasiática.

Un paso —aseguró— para la conformación más amplia que propone Rusia, de una Gran Asociación de Eurasia que incluya, con la OCS, a la Unión Económica Euroasiática (UEEA), la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y la Belt and Road Initiative (BRI) —Iniciativa de la Franja y de la Ruta— de China, que romperá fronteras y abrirá paso a la inversión china en todo el mundo, como lo está haciendo ya.

Estos representan notables avances en el contexto de la multipolaridad, por la importancia de los socios de la OCS —no como el AUKUS, la alianza de tres o cinco países preparados para la vieja Guerra Fría, esa guerra del occidente corto de Biden—. Se trata en este caso de una contraparte a la política imperial, que está lejos de convertirse en el hegemón que es Estados Unidos y en el esquema de una nueva unipolaridad.

Las reuniones de CELAC y Naciones Unidas han sido importantes, pero AUKUS y sobre todo OCS atrajeron la atención de los observadores de la geopolítica mundial.

Es decir, salvo algunas excepciones, en las primeras se abordaron los asuntos en el marco de Guerra Fría, de pesos y contrapesos: las demandas de siempre de los países reclamantes, y los oídos sordos de quienes nunca han atendido los problemas creados por ellos mismos, tales como el cambio climático. Así como las promesas de Biden, que no tuvieron resonancia por su falta de credibilidad. En las últimas organizaciones, en cambio, se crea un ambiente de guerra desfasada (AUKUS) mientras que en la OCS se fortalece la multipolaridad.

Por lo anterior, aseguramos que la reconfiguración geopolítica del mundo avanza hacia la multipolaridad, sin regencia del hegemón imperial estadounidense.

Por cierto, vale decir que no se trata de adivinar el futuro, o de “ver el futuro con varios días por adelantado” como lo anunció el general VanHeck del Pentágono el 3 de agosto de 2021 en su Global Information Dominance Experiments. Se trata de la prospectiva fundamentada tanto en el conocimiento del mundo, de los actores, los acontecimientos y de la información pública disponible como “fuente abierta”

Desde la lógica de VanHeck: ¿cómo fue que no advirtió el Pentágono el descrédito en que caería su ejército y su país como potencia económica y como imperio que está perdiendo el control geopolítico del mundo?
 

Salvador González Briceño es Director de geopolítica.com

 


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