Anabel Lí •  Opinión •  01/08/2022

Miopía Taurina

Miopía Taurina

A los 26 años me probé por primera vez unas lentes en una óptica. Mi expresión fue “¿así ve la gente normal?”. Detrás de esta frase hay todo un ideario. Yo nunca había cuestionado mi forma de ver, salvo algunos errores en la visión de los números. Al probarme esas lentes, mi visión cambió por completo. Esta es mi forma de transmitir la sensación de un antes y un después, a una persona que no empatice con lo que tengo que contarle.

Soy de un barrio de Madrid, sin pueblo al que ir los fines de semana. Cero contacto con la vida rural. Por eso jamás juzgo a nadie por su sentir, simplemente quiero que veas mi forma de ver, y te pruebes «mis lentes», para ver como yo, el mundo taurino en España, en particular, de nuestra provincia. En unas fiestas populares a las que fui, asistí al primer encierro llena de expectación, más que nada por el revuelo generado ante este evento.

Veníamos de dar vueltas de unas peñas a otras, como toda la chavalada. Entrada bien la noche, diría madrugada, en el pueblo soltaron un toro. Cuando vi al animal, de ese calibre, me impactó su magnitud y la presencia que tenía. Pero el segundo impacto fue ver el comportamiento humano ante ello. Recuerdo que pregunté un montón de cosas, “¿Qué van a hacer con él?’’, “¿Dónde lo llevan?’’. Me invadió un sentimiento de pena, que tampoco trascendió en ese momento, pero se fue sumando a vivencias posteriores.

Viví en un pueblo años más tarde, y al acercarme de nuevo a un evento taurino, tuve la desgracia de ver el trato que recibió una vaquilla. Un montón de gente jaleándola, al sol, corriendo desorientada de un lado a otro. Seguramente tendría mucho miedo, todos los presentes éramos conscientes, porque cualquier ser vivo acorralado así se sentiría. Estamos hablando de una cría de vaca, de la edad de un niño. Le echaban neumáticos, a los cuales embestía nerviosa, sin ton ni son, ante la risa de los asistentes. Hasta que acabó perdiendo sus jóvenes cuernos.

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Dejo un espacio de silencio.

Si mi breve relato todavía no te ha tocado, es que estás como yo antes de ir a la óptica. Todavía no sabes que no ves bien. Tu mirada, no tu vista, está alterada. No es culpa tuya, ni te tienes que sentir mal. En tu caso, no es una lente lo que tienes que ponerte, lo que necesitas es información.

Información del sentir de un animal, de no sesgar por especie, de observar detenidamente y comparar los sentimientos de tu perro con los de otro animal, en definitiva: te falta trabajar tu sensibilidad. Alguien te tenía que haber ayudado y no lo hizo. Sea de quien fuera la responsabilidad, ahora sí tienes esta información. La responsabilidad de obrar bien o mal, a partir de ahora es tuya.

Has visto el insecto palo entre las ramas, a Wally en el cuadro, algo ha cambiado y ya no eres indiferente a lo que pasa. Cuando este momento llega, tienes dos opciones, disimular y aparentar que no te importa, o ser sincero contigo mismo y manifestar tu disconformidad y desagrado.

Decir abierta y claramente que esa ya no es tu fiesta. Que la tortura y el sufrimiento de un animal, no te divierten.

Así empiezan las grandes luchas, con cambios a pequeña escala, que poco a poco van abriéndose camino. Piensa que somos cada vez más los que estamos reaccionando a esto, tú y yo no somos los primeros, hubo alguien que nos lo puso más fácil antes.

Acepta tu anterior miopía, y haz por ver correctamente. No es tu fiesta. La tortura no es arte, ni cultura, ese entretenimiento es vano y nocivo, y cosifica a los animales. Rechaza pagar los bonos de fiestas si estas incluyen diversión con el maltrato animal.

Busca colectivos y gente con tu sentir, que sepas que no estás solo.

*Anabel Lí, miembro de Guadalajara Antitaurina.


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