Notitia Criminis •  02/07/2009

La precipitada “dimisión” de Saiz deja al frente del CNI a otro hombre cercano a José Bono

Ya es pública la «dimisión» de Alberto Saiz, el hombre puesto al frente del CNI por su primo putativo y padrino político, José Bono. Con el cese de este perito agrónomo, estoqueado por un pez espada y rematado por una granizada de patatas gallegas, el Estado recupera la normalidad, pero es más dudoso que en Moncloa se comprenda el alcance del acontecimiento o, mejor dicho, el alcance de lo que el acontecimiento enseña.

Esta es la tercera vez que el Gobierno de España tropieza en la piedra toledana. En la primera de ellas, Rodríguez Zapatero tuvo que «dimitir» a Bono poco después de haberle nombrado Ministro de Defensa. Sus lazos con el Pocero eran ya demasiado manifiestos, igual que manifiesto era el fumus malus iuris que desprendía el escándalo de Seseña, un asunto que se disputa el título de paradigma de la corrupción política, con el caso Malaya.

Cuando aún no habían terminado, ni mucho menos, las consecuencias de la aparición del Pocero en Seseña ―donde hay un imputado por corrupto y ninguno por corruptor― otro de los hombres de confianza de José Bono y consejero de sus gobiernos manchegos, Juan Pedro Hernández Moltó, llevaba a la quiebra a Caja Castilla-La Mancha y se descubría que en ese fiasco tenían un considerable papel la financiación de CCM a sociedades y personajes del hampa marbellí.

Ahora, lejos aún de que los asuntos de Seseña y de CCM estén resueltos, el grotesco episodio de Alberto Saiz tiene que liquidarse a mano airada sin poder esperar, ni siquiera, a agosto como esta misma mañana decía un medio de comunicación que iba a ocurrir.

Sin embargo este apresuramiento es delator y huele a componenda. El País publica esta tarde que el sustituto de Saiz, el general Sanz Roldán, es un «hombre de Bono y del respeto de Zapatero» lo cual es decir mucho sin decir nada.

Otra vez, como ya ocurrió tras la primera dimisión de Bono, Zapatero se ve obligado a suministrar oxígeno a su enemigo. El leal Saiz «dimite» antes de lo previsto pero, a cambio, José Bono no se queda completamente «sordo», no pierde por completo su influencia en los servicios secretos. La ve debilitada ―porque no me imagino al general Sanz asumiendo la servicial actitud del primo político― pero no destruida.

El miedo, una vez más, ha hecho temblar la mano de Zapatero frente a Bono y con ese temor y temblor incuba gravísimos problemas; lo mismo que hace María Dolores de Cospedal, a quien el sentido común le está pidiendo a gritos que depure urgentemente su partido en Castilla-La Mancha mientras el temor o la prudencia la tienen paralizada.

Los dos, Zapatero y Cospedal tienen un trabajo pendiente en Toledo. Allá ellos si se empeñan en dilatar lo inevitable. De momento el Tomo VI del sumario del Caso Astapa, el primero del que se levanta el secreto, parece traer interesantes revelaciones. Estudiaremos ese sumario con detenimiento.


Notitia Criminis /