AFP •  Redacción •  Internacional •  10/04/2020

Rusia acusa a República Checa de despreciar la lucha antifascista tras la retirada de una estatua del mariscal Kónev

La retirada en Praga de un monumento al mariscal Iván Kónev, líder de las tropas soviéticas que liberaron la ciudad de las tropas nazis, ha generado la reacción tanto de las autoridades rusas como de organizaciones y entidades memorialistas.

Rusia acusa a República Checa de despreciar la lucha antifascista tras la retirada de una estatua del mariscal Kónev

El desmantelamiento del monumento a Iván Kónev en la Plaza de las Brigadas Internacionales de Praga, ha generado una polémica de considerables proporciones que puede derivar en un desencuentro internacional. La estatua, que homenajeaba al mariscal responsable de la liberación de la ciudad de las tropas nazis en mayo de 1945, fue retirada el pasado 3 de abril, a pesar de las protestas del gobierno ruso, el ayuntamiento de Moscú y organizaciones memorialistas.

Kónev fue el jefe del I Frentre Ucraniano durante la ofensiva final del Ejército Rojo durante la II Guerra Mundial. Responsable de la liberación de gran parte del Frente Oriental, y de mostrar al mundo los horrores de Auschwitz tras la entrada de sus tropas en el campo, Kónev estuvo reconocido durante décadas como uno de los mayores héroes soviéticos de la guerra. En 1980, siete años después de su muerte, fue reconocido por la ciudad de Praga con el conjunto escultórico presente en la Plaza de las Brigadas Internacionales hasta el pasado 3 de abril.

La decisión de retirar la estatua ha estado rodeada de polémica. A favor de su desmantelamiento, el actual alcalde del distrito de Praga 6, Ondřej Kolář, del partido Piratas (de corte ultraliberal), que impulsó en el consejo municipal la decisión el pasado mes de septiembre de 2019. Una medida solicitada por grupos nacionalistas checos que durante los últimos años han venido realizando ataques a la figura histórica de Kónev que ha llegado a recibir condenas institucionales por su «participación en la represión de mayo de 1968», cuando el mariscal se había retirado del servicio a principios de los años ’60.

A pesar del acuerdo del gobierno local, compuesto partidos de derecha y centro derecha, la medida no se efectuó dado el rechazo frontal del propio presidente checo Milos Zeman, y los temores, del alcalde de la ciudad de Praga,  Zdenek Hrib ante las protestas sostenidas desde Rusia. También ha contado con la oposición del Partido Comunista de Bohemia y Moravia, una fuerza política con mucha implantación nacional, pero escaso peso en el ámbito municipal capitalino.

Sin embargo, quizá aprovechando el actual confinamiento motivado por la pandemia, el viernes finalmente Kónev fue retirado de la plaza cuyo nombre homenajea a los voluntarios en la Guerra Civil española.

La reacción rusa no se ha hecho esperar, llegando a generar un conato de desencuentro diplomático. La portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova ha criticado públicamente la decisión, advirtiendo de consecuencias en la relación con el país. «Resulta sorprendente la impotencia de las autoridades centrales, que resultaron simplemente incapaces de regañar a los funcionarios municipales y detener esta actividad burlona que viola las obligaciones internacionales del país», ha señalado Zajárova, depositando la responsabilidad en el presidente Zeman. Así mismo ha indicado que «este crimen cometido en Praga podría convertirse en un irritante a largo plazo para las relaciones bilaterales y, sin duda, no quedará sin respuesta».

Por su parte, desde el Comité de Investigación histórica de Rusia se ha calificado la retirada de la estatua como un «desprecio a la lucha antifascista». «Con este acto cínico las autoridades municipales de Praga violaron gravemente los compromisos que había asumido la República Checa en el marco de los acuerdos con Rusia, demostrando su desprecio por la memoria común y la historia de la lucha del pueblo soviético contra el fascismo», indicó la portavoz de la entidad, Svetlana Petrenko.

De momento, la desierta Plaza de las Brigadas Internacionales (sin apenas transeúntes por la cuarentena), luce un pedestal vacío en su centro, mientras Kónev encuentra nuevo acomodo en un Museo dedicado a la historia con cuestionable imparcialidad. Un gran éxito de la relectura ultranacionalista en un centro de Europa, que parece más preocupada por reescribir los acontecimientos previos a 1989 que del preocupante arrebato autoritario que comienza a asomar desde la cercana Budapest.


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