Lois Pérez Leira •  Internacional •  04/03/2021

Falleció en la Argentina Jorge Federico Watts: un imprescindible

Fue fundador de la Asociación ex Detenidos Desparecidos. Una figura imprescindible de los derechos humanos argentinos.

Falleció en la Argentina Jorge Federico Watts: un imprescindible

Jorge Federico Watts vino al mundo el 15 de enero de 1949 en la ciudad de Buenos Aires. Es hijo de Carmen Vidal, quien había nacido el 21 de enero de 1928 en Oín de Arriba, ayuntamiento de Padrón, provincia de A Coruña. Carmen llegó a Argentina a los cuatro años acompañada de su madre Honorina Isolina Castro. Era única hija, en este país las estaba esperando su padre, Marcelino Vidal, quien trabajaba en un frigorífico como operario y había emigrado un año antes, en 1931. Jorge Watts nunca conoció a su abuelo pues lamentablemente Marcelino falleció un año después de que ellas llegaran.

            El tiempo pasó y Carmen conoció a Federico Rene Watts, hijo de una argentina y un inglés y contrajo matrimonio con él en 1948. Tuvieron dos hijos, Jorge el mayor, y  Diana, que nació en 1950.

            “Mis padres se divorciaron cuando yo era pequeño. Crecimos con mi madre y a mi papá lo vimos  pocas veces. Él murió cuando yo tenía 18 años”, cuenta Jorge. “Mi padre fue  empresario y trabajó en Turismo, era un inventor nato, entre sus creaciones se encuentra la primera incubadora para pollos, las que después exportó a Brasil. En EE.UU. trabajó para Pan América”.

            Jorge cursó la escuela primaria en Villa del Parque, Capital Federal, y el secundario en el barrio de Belgrano. Estudió durante tres años Ingeniería en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) y luego siguió la carrera de Analista de Sistemas pero no finalizó ninguna debido a que comenzó su militancia política en la el partido Vanguardia Comunista, se inicio en la rama universitaria denomina TUPAC y su actividad sindical en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) donde se desempeñaba como secretario general de la rama de Computación.

            En esos años conoció a Eva Pergament, con quien se casó en julio de 1969. Tiempo después nacieron sus hijos Sergio y Raúl.

Los comienzos del terrorismo de Estado 

            En 1974, luego de la muerte del general Perón, asumió la presidencia su viuda, María Estela Martínez, quien junto al ministro de Bienestar Social, José López Rega, llevaron a cabo un plan sangriento de exterminio de los opositores políticos y de la sociedad civil que protestaba ante una situación económica e institucional  excesivamente degradada.

Durante el gobierno de María Estela Martínez, las desapariciones de personas llegaron a  mas de 2.000 , éstas era enterradas en fosas comunes. Su ministro de Bienestar Social, López Rega, creó con su anuencia la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). El enlace entre esta organización, es decir la presidenta, y los militares era la joven oficialidad del ejército, que luego comandaría los grupos de tareas encargados de regentear los 365 campos de concentración que existieron según cifras oficiales. Aunque en base a los últimos descubrimientos y denuncias los centros de detención sumarían cerca de 600 distribuidos en todo el país.

A partir del 24 de marzo de 1976 la escalada represiva se intensificó y se extendió sin límites: mujeres embarazadas, madres jóvenes, estudiantes, obreros, profesionales, etc. Así se llegó a la escalofriante cifra de 30.000 desaparecidos que se conoció en 1984, a través del  Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP).

La dictadura cae con crueldad sobre Jorge

Jorge relata los acontecimientos que vivió desde marzo de 1976, cuando se produjo el golpe de Estado comandado por las Fuerzas Armadas. “Fui secretario de la rama de Computación de ATE hasta marzo del ´76  porque días después del golpe me dejan prescindible con el argumento de que yo era autor real o potencial de perturbación. Apelé la resolución y me echaron del empleo. Después conseguí diversos trabajos y finalmente pude entrar en la empresa de galletitas Bagley, ubicada en el barrio de Constitución, Capital Federal. Allí traté de reconstruir el movimiento sindical pues la fábrica tenía 2.000 trabajadores y no había quedado ningún delegado sindical a raíz de que muchos habían sido secuestrados, algunos despedidos y otros se habían ido por temor a la represión. Durante  un año y medio intenté aglutinar a los trabajadores para llevar a cabo una lucha común por nuestros derechos. Estaba en esa actividad cuando fui secuestrado el 22 de julio de 1978 por un grupo de tareas perteneciente al Primer Cuerpo de Ejército. Me llevaron a El Vesubio, un centro clandestino de detención ubicado en La Matanza, provincia de Buenos Aires. Entre julio y agosto de ese año secuestraron a cerca de 100 personas de Vanguardia Comunista, la organización política a la que pertenecía. Dejaron en libertad a unas 30 personas, a los dos meses, en septiembre de 1978, 35 compañeros salimos de El Vesubio y el resto siguieron. Fueron asesinados”,  explica con dolor.

Vida y muerte en El Vesubio

            Según el Trabajo de Recopilación de Datos realizado por la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, El Vesubio, también conocido como La Ponderosa, fue inaugurado en 1975 y funcionaba como lugar de secuestro de sindicalistas opositores al Gobierno. Estaba controlado por el Primer Cuerpo de Ejército y el primer director fue el Prefecto Alberto Neuendorf, jefe del Servicio de la Penitenciaría Federal en el período 1975-1976. Luego del golpe de Estado fue designado por el general Carlos Suárez Mason como jefe del mismo, el Mayor Pedro Alberto Durán Sáenz, y durante 1978 hasta que lo cerraron  fue comandado por el Capitán del Ejército apodado El Francés, del cual aún hoy se desconoce su verdadero nombre.

            Los secuestrados estaban a cargo de los grupos operativos dependientes de la Central de Reunión de Inteligencia (CRI), elemento represivo que funcionaba conjuntamente con las patotas y las guardias. Sus funciones eran reunir, estudiar y clasificar datos que se obtenían mediante la tortura en El Vesubio. Ellos planificaban, decidían los fines de los secuestros y ejecutaban las decisiones sobre las libertades y las salidas por ´traslados´ de las víctimas (que en la jerga militar significaba la muerte de ésta).

El predio estaba ubicado en el sector nordeste del cruce del Camino de Cintura y la Autopista General Ricchieri, situado frente al predio que ocupaba la Escuela de Suboficiales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y a 100 metros del Escuadrón de Caballería de La Matanza. El Vesubio estaba formando por tres casas denominadas casa 1, casa 2 y casa 3. A la  primera casa también se la llamaba Jefatura. En ella había un pequeño sótano donde durante 1976 se alojaron hasta 15 detenidos en muy precarias condiciones. También hubo secuestrados en planta baja y funcionó una enfermería, que era el lugar de alojamiento de algunos detenidos heridos o con graves problemas de salud. Luego fue el lugar de residencia del jefe del campo de concentración, sin ir más lejos, el Mayor Durán Sáenz tenía allí su dormitorio. En la casa 2 estaba la sala principal de torturas y dos salas más de construcción precaria y una habitación que se usaba como lugar de detención. En ese lugar llegaron a convivir hasta 16 detenidas en condiciones infrahumanas. La casa 3 era el lugar de alojamiento de la mayor cantidad de prisioneros. Estaba dividido en dos sectores, el sector mujeres y el sector varones. A la entrada sobre un mostrador los guardias obligaban a los mismos presos a escribir a máquina una lista de las personas detenidas en el campo, especificando las incorporaciones y las salidas por ´traslados´. En esas listas cada prisionero tenía un código asignado, por ejemplo, Jorge Watts era el V19 y luego se escribía el apodo, el nombre y el apellido. En el lugar de alojamiento de los varones habían construido tabiques con ladrillos de un metro ochenta de alto y de un metro de ancho por un metro setenta de fondo abiertos al frente denominados ´cuchas´ (nombre del habitáculo donde  duermen los perros). En cada ´cucha´ había empotrados en la pared ganchos donde se fijaban las esposas con las que se amarraba a los prisioneros. Generalmente se alojaba a dos detenidos por ´cucha´ pero a veces se llegó a ubicar hasta tres secuestrados en cada una.

El baño de los detenidos era esporádico y el lavado de la ropa también. No había colchones ni mantas, sólo el piso helado. La tensión era constante ya que prácticamente todos los días se torturaba a una persona y debido a la cercanía de las salas de tortura con los calabozos, se escuchaban los golpes y los gritos. A veces, un detenido cantaba para darle fuerzas a los torturados y a los demás que escuchaban aterrorizados. Los heridos, algunos de bala y otros por la tortura, recibían la atención  precaria de detenidos que eran médicos o de alguien que se animaba a curarlos. A causa del hacinamiento los prisioneros tenían piojos de ropa, que hacen sus nidos en las costuras de la ropa; en una oportunidad,  el guardia, por temor al contagio, los hizo lavar con kerosén, lo que les provocó un sufrimiento terrible debido a las lastimaduras que la mayoría tenía.

Los robos y saqueos eran parte del operativo de desaparición de personas. Jorge Watts llegó a ver a uno de los oficiales del Primer Cuerpo de Ejército con una camisa nueva que le pertenecía y le habían regalado días antes del secuestro. Cuando asaltaron su casa también le robaron todas las fotos de su casamiento y  las de su infancia, con lo cual no posee registros de un período tan importante de su vida.

El Vesubio funcionó hasta octubre de 1978 y poco después fue demolido por personal del Ejército que se trasladaba en camiones propios ante la cercana visita de la   Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA que llegó al país en septiembre de 1979 para investigar las denuncias internacionales sobre violaciones a los derechos humanos. La pileta de natación que había en el campo se rellenó con el material de la demolición y parte de esos escombros fueron retirados en las excavaciones ordenadas en el lugar por el juez Alfredo Ruiz Paz en 1984, quien estaba investigando lo sucedido allí durante la dictadura.

Luego del horror

            “Estuve desde julio a septiembre del ´78 en El Vesubio, luego me pusieron a disposición del Consejo de Guerra. Me llevaron al Batallón de Logística 10, dependiente del Primer Cuerpo de Ejército, después a la comisaría de la Brigada de Investigaciones de Lanús y  más tarde a la comisaría de Monte Grande. Por último me legalizaron y fui trasladado a la Unidad 9 de La Plata. Me llevaban de una prisión  a otra por falta de espacio. Salí en libertad el 22 de mayo de 1979, en total permanecí 10 meses preso. Mi familia presentó varios hábeas corpus durante mi detención y todos fueron rechazados, incluso estando legalizado en La Plata, militares y policías afirmaban que yo no estaba detenido”, explica Jorge.

            Al salir de prisión, Jorge comenzó la tarea de reconstruir su vida y lo que había sucedido con sus compañeros, muchos de ellos ahora desaparecidos.

            En  octubre de 1984 fundó la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), organismo del que fue el primer presidente.

En septiembre de 1997 viajó a Madrid junto a diez compañeros de la AEDD para declarar ante el Juzgado Nº 5 de la Audiencia Nacional de España a cargo del juez Baltasar Garzón en la causa que involucra a varios genocidas argentinos por el secuestro y desaparición de personas en la última dictadura militar. Luego él junto a  Adriana Calvo y Graciela Daleo, también integrantes de la AEDD, fueron invitados por la Confederación Intersindical Gallega (CIG) a la ciudad de Vigo donde realizaron charlas públicas y dieron conferencias de prensa sobre el tema. En esa ocasión visitaron el Parlamento Galicia en Santiago de Compostela y se reunieron allí con la presidencia del Bloque Nacionalista Gallego. En Vigo participaron de un documental sobre la represión que se filmó en Argentina y en Vigo, dirigida por Xan Leira.

“La CIG colaboró también económicamente para que otros compañeros pudieron viajar a Madrid y nos ayudaron a obtener un juego de fotocopias de la causa del juez Garzón, que era muy extensa y que nos sirvió para que en Argentina nuestros abogados y otros sobrevivientes pudieran aportar más datos en la causa. Por su parte, la Confederación de Trabajadores Argentinos (CTA) también nos brindó apoyo político y económico y con la CTA y la Federación Universitaria Argentina (FUA) preparamos listados con nombres de trabajadores  y estudiantes desaparecidos que presentamos en España”.

En mayo de 2002 Jorge Watts y otros sobrevivientes de El Vesubio declararon en París en la causa abierta por víctimas francesas que estuvieron detenidas y fueron asesinadas en ese campo de concentración. También dio testimonio en la Embajada de Alemania en Buenos Aires en el marco del juicio que lleva a cabo la Fiscalía de Nuremberg por los desaparecidos de origen alemán en El Vesubio.

Asimismo Jorge integra junto a familiares, sobrevivientes y compañeros de militancia, desde hace más de 30 años la Comisión de Homenaje a las víctimas de El Vesubio y Proto Banco, un centro clandestino de detención ubicado frente al anterior. Además es querellante en la causa que se instruye en el Juzgado Federal Nº 3 de la ciudad  de Buenos Aires para imputar a militares y civiles por los desaparecidos en el ámbito del Primer Cuerpo de Ejército. En marzo de 2006, por orden del juez federal Daniel Rafecas a cargo del Juzgado, se detuvo a ocho represores que actuaron en El Vesubio, los que se encuentran  presos en el penal de Marcos Paz, provincia de Buenos Aires.

“Actualmente un grupo de antropólogos y geólogos están  realizando una investigación en el lugar donde funcionó El Vesubio y ya encontraron los cimientos y sótanos de la casa 1, los sótanos de las otras dos casas y se hicieron los planos exactos de cada una. En las viviendas había elementos que ratifican declaraciones antiguas de muchos testigos. En anteriores excavaciones se encontraron fotos, libros, ropa, remedios, documentos de identidad y otras cosas pertenecientes a detenidos desaparecidos en este campo, que ahora están en manos del grupo de investigadores. El resultado del trabajo se presentará ante el juez Rafecas”, concluye Jorge Watts, que lucha día a día para que los represores finalmente estén detrás de las rejas.

Hace tan solo 20 días se contagio con el Covid 19. En el mediodía de hoy, 3 de marzo del 2021 Jorge Watts fallecía.

El histórico dirigente sindical gallego Manuel Mera, quien fuera compañero de militancia en Vanguardia Comunista señaló ante su fallecimiento: “Una gran pérdida de un compañero de militancia en Tupac y Vanguardia Comunista en el que siempre vi un amigo y militante ejemplar por la justicia social y la soberanía. Siempre en mi recuerdo”.

Síntesis biográfica de Jorge Watts
            Nació en Buenos Aires el 15 de enero de 1949. Hijo de Carmen Vidal, oriunda de Oín de Arriba, ayuntamiento de Padrón, A Coruña, y de Jorge Rene Watts, hijo de una argentina y un inglés. Los padres de Jorge se separaron cuando él era pequeño y vio pocas veces a su padre, hasta que éste murió cuando él tenía 18 años. Estudió durante varios años Ingeniería y luego siguió la carrera de Análisis de Sistemas pero no logró recibirse porque en esa época comenzó a militar en la agrupación Vanguardia Comunista y empezó su actividad sindical como secretario del área de Computación de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). En marzo del ´76, luego del golpe, fue despedido de su trabajo y más tarde ingresó a la empresa Bagley. El 22 de julio de 1978 fue secuestrado por un grupo de tareas del Primer Cuerpo de Ejército y trasladado al campo de concentración El Vesubio, donde permaneció hasta septiembre de ese año, luego fue enviado al Batallón de Logística 10, después a la comisaría de la Brigada de Investigaciones de Lanús y más tarde a la comisaría de Monte Grande. Finalmente lo legalizaron y fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata. Salió en libertad el 22 de mayo de 1979 y desde ese momento dedica su vida a luchar para que los genocidas sean juzgados como responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos en El Vesubio y otros centros clandestinos de detención durante la última dictadura militar.

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