Al Mayadeen •  Cultura •  03/02/2017

«Cercas» de Denzel Washington: Pérdida de esperanza, traición y prejuicios raciales en la América de los 50

En el doble rol de director y protagonista, Denzel Washington despliega su versátil talento en el largometraje Fences (Cercas), drama ambientado en Pittsburgh en el que se cuenta la historia de Troy Maxson, un jugador de las Ligas negras de béisbol que representa toda una epopeya de Maxson, quien bien podría comprenderse ahora como todo un nuevo profeta de la resiliencia.

«Cercas» de Denzel Washington: Pérdida de esperanza, traición y prejuicios raciales en la América de los 50

Resiliencia es una palabra muy en boga, definida por especialistas tales como la zuliana María Isabel Parra, como la “capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, etc”. Ella estuvo en una sala de cine en Filadelfia, donde no pudo “evitar llorar con una historia donde Denzel y Viola (Davis, la coprotagonista) están magistrales…”. La frustración del sueño perdido y la discriminación racial provocarán un profundo drama familiar.

En la película Cercas, el personaje principal, Troy Maxson, recoge sus sueños de la basura en la industrializada ciudad de Pitsburgh de mediados del pasado siglo. Como buen beisbolista conoce y comprende que la filosofía del juego y de su misma vida consiste en hacer las cosas bien para ganar cada partido. Que trabajar duro y creer en Dios sólo ayuda a reinventar la cotidiana ceremonia de sobrevivir, juego a juego. 

Tal concepción de la vida, tan simple como contundente, inspira un suceso cinematográfico que, durante la ceremonia de entrega de los Globos de Oro, bien podría iniciar una nueva leyenda con Denzel Washington como protagonista esencial, saltándose la verja junto con Viola Davis.

Sacar un libreto del contexto teatral y convertirlo en una película conmovedora, a nivel de superior obra de arte, no representa nada nuevo para el actor Denzel Washington, quien, en 1993, junto con su colega británico, Kenneth Branagh, intervino en la adaptación de la pieza Mucho ruido y pocas nueces, de William Shakespeare. 

María Isabel Parra declaró durante el estreno en Nueva York: “Esta película es para todos los jóvenes, negros, blancos, azules, verdes o lo que sea. Seguid luchando por contar vuestra historia. No tiene nada que ver con quién sea el presidente, con si teneís trabajo o no. Olvidad la política, vivimos en un mundo de recompensa inmediata, y tenéis que pelear y ganároslo como los demás. Esto es lo que hacen estos actores, es lo que el escritor August Wilson nos permitió hacer y aquí estamos”. Un “jonrón” para Denzel.

Desde que tuvo su estreno masivo en Navidad, la cinta de Paramount ha sumado 32,4 millones, convirtiéndola en una de las adaptaciones más lucrativas en los últimos años.

La afición por el béisbol y por la música de blues, además de su instinto literario al usarlo como un referente clave para comprender las cosmovisiones del hombre común estadounidense, constituyó una clave especial para la escritura de Frederick August Kittel, Jr., quien cambió su nombre a August Wilson en honor a su madre después del fallecimiento de su padre, en 1965, año en el que también escuchó por primera vez las canciones de Bessie Smith.

El autor insistía en que la dirección de la película inspirada en su propia obra teatral, ganadora de sendos Premios Tony,  tenía necesariamente que estar en manos de un afroamericano. Denzel Washington había protagonizado la pieza teatral en Broadway, producida por Scott Rudin. Una cosa llevó a la otra. Entre abril y junio del pasado año se rodó Fences, donde sus creadores “dibujan la pérdida de esperanza, la traición y los prejuicios raciales de la América de los 50”. Viola Davis traza: “Todas las mujeres de mi vida, mi madre, yo misma, cada mujer…, pero lo que realmente me inspiró fue lo que había en el libro. Una mujer completa. Sabía exactamente quién era ella. A veces tienes que amoldar el material y extraer a la persona, otras veces, simplemente está ahí”.

Denzel celebró sus 62 años con esta magnánima acogida a su trabajo, tanto actoral como realizador. Él nació en Nueva York el 28 de diciembre de 1954, el segundo de tres hijos de un ministro pentecostal y una madre bautista, propietaria de una tienda de belleza. En un principio pensaba dedicarse a la medicina, pero finalmente inició la carrera de periodismo en la Universidad de Fordham, según se lee en su hoja de vida.

La reseña abunda en que debutó en el cine en 1977 con Wilma, y tuvo su primer papel protagónico en 1981 con Carbon Copy. En 1987 interpretó el papel del activista negro sudafricano Stephen Biko en Cry Freedom (Grito de libertad), papel por el cual fue nominado al Oscar como Mejor Actor Secundario. En 1989 interpretó uno de los papeles protagonistas en Glory, acerca de la participación de los afroamericanos en la guerra civil norteamericana, que le hace ganar el Oscar al mejor actor de reparto.

Con Malcolm X, de 1992, dirigida por Spike Lee, interpretó al líder del nacionalismo negro, lo cual le reportó una nueva nominación al Oscar. Ello transformó su carrera, convirtiéndolo en uno de los actores de Hollywood más aclamados. En 1993 interpretó el papel del abogado Joe Miller en Philadelphia, junto a Tom Hanks. Después hace cintas taquilleras, como El informe Pelícano, Marea roja, La mujer del predicador, Fallen y El coleccionista de huesos, todos éxitos de taquilla. Trabajó en Huracán Carter, en 1999, otro hito de su carrera. Por este papel obtuvo el Globo de Oro y el Oso de Plata de la Berlinale. Como realizador se estrenó en 2002, con Antwone Fisher. También ha participado en grandes películas como El fuego de la venganza, El mensajero del miedo (2004) y Plan oculto (2006). En 2007 protagonizó American Gangster.

Cuando Constanza Romero, la viuda de Wilson, fallecido en 2005,  recorrió por primera vez el plató de la  película, examinó cuidadosamente la modesta casa de ladrillos y un árbol donde colgaba una pelota y lloró. ”Fue como decir ‘Dios, estoy dentro de su mundo, el mundo completo de August Wilson. Era la sensación de que las palabras de August se habían vuelto tridimensionales”.

Las lágrimas eran de alivio y gratitud. Adaptar la obra maestra de Wilson ha requerido más de 30 años.