Eduardo Montagut Contreras •  Memoria Histórica •  20/02/2017

Terror: Historia y Política

El Terror en política se refiere al conjunto de métodos expeditivos de justicia revolucionaria o contrarrevolucionaria. 

El recurso del Terror nace ya con las primeras civilizaciones, pero aquí nos interesa su origen en relación con la Historia contemporánea. Y ese origen se encuentra en la Revolución Francesa. Las fuerzas políticas y sociales más radicales emplearon el Terror para combatir la contrarrevolución interna y sus posibles conexiones con los enemigos exteriores. Se trataría del Terror jacobino, que tuvo dos etapas, una primera con la creación de un tribunal extraordinario en París para juzgar a supuestos traidores y posteriormente con el Comité de Salvación Pública de Robespierre, personaje que se ha convertido en uno de los primeros teóricos sobre el Terror al definirlo como “justicia rápida, severa, inflexible” para consolidar la República. Pero en este mismo momento el Terror adquirió su segunda faceta, y que le acompañaría en todos y cada uno de los casos que se pueden rastrear. Nos referimos al Terror como arma para eliminar a los adversarios políticos, como lo demostraría la eliminación de Danton o de Herbert, entre los principales ejemplos que podemos aportar de ese momento histórico.

El Terror contrarrevolucionario, conocido como Terror Blanco, nacería con la reacción termidoriana, época en la que se persiguió y eliminó a muchos jacobinos y a los seguidores de la Conspiración de los Iguales. El segundo Terror Blanco se dio en 1815 tras la derrota de Napoleón, con una intensa persecución monárquica hacia los bonapartistas.

En la primera mitad del siglo XX, el ejemplo de Terror Rojo más acusado fue el desarrollado en la guerra civil rusa después de la Revolución como método para intimidar a los adversarios, mientras los ejércitos blancos practicaban su propio Terror Blanco.

El triunfo de los sistemas totalitarios –fascismo y estalinismo- llevó al paroxismo el empleo del Terror como medio para eliminar al adversario y para intimidar a la población, la tercera faceta de este recurso. Las detenciones arbitrarias, la tortura, la indefensión jurídica, los campos de concentración o del Gulag, las penas de muerte, el exterminio, son facetas de ese Terror.

Posteriormente, son ejemplos evidentes del recurso del Terror el régimen de los jemeres rojos y las dictaduras militares sudamericanas que, por su parte, desarrollaron la cuestión de los desaparecidos, un escalón más en el objetivo de amedrentar a la población.

En España, el empleo del Terror nace también con la contemporaneidad. En la Guerra de la Independencia surgen los primeros casos para intimidar y castigar al enemigo. En el Sexenio Absolutista y luego en los primeros momentos de la Década Ominosa se persiguió a afrancesados y liberales con verdadera saña, con juicios, ajusticiamientos y depuraciones. En la primera guerra carlista se desató el Terror en las retaguardias y con los prisioneros, a pesar de los intentos británicos por humanizar la guerra. Pero, sin lugar a dudas, nuestro país ha pasado a la Historia del Terror por su empleo en las retaguardias en la Guerra Civil, desatado con virulencia en el verano del 36 en la zona leal a la República, y más planificado o metódico en la retaguardia de la zona sublevada.

La dictadura franquista generó un capítulo específico en esta Historia del Terror, aunque los métodos empleados evolucionaron en el tiempo en función de las circunstancias externas y porque a partir de los años cincuenta, una vez castigados o ajusticiados los considerados enemigos de España por su distinto protagonismo en la II República, cobró más protagonismo la persecución a los nuevos oponentes a la dictadura.

El Terror franquista supuso una suerte de venganza y castigo hacia todos los sectores políticos, ideológicos, sociales, sindicales, culturales contrarios a su ideario y principios políticos, religiosos y sociales, además de constituir un claro modelo de intimidación hacia la población en general, generando lo que pretende todo Terror, un miedo exacerbado.

 


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