¿Habemus o habent Papa?

Cada vez que hay un cónclave, el mundo se paraliza frente a una minúscula chimenea como si estuviésemos en pleno medievo. La escena es delirante: una nube de periodistas apostados en la plaza de San Pedro, cámaras enfocando el humo como si fuera una final de Champions, y horas de tertulias televisivas comentando el santoral, las funciones del camarlengo o los químicos que se añaden a la chimenea para aportar color al humo. No falta nunca el experto de turno que, con tono reverencial, nos recuerda que “estamos ante un momento histórico”.
Y cuando habemus Papa, entonces sí: se despliega la alfombra roja de la progresía bienpensante. La figura de Francisco, “el Papa de los pobres”, “el ecologista”, “el reformista”, copó portadas, editoriales y reportajes hagiográficos tanto en medios conservadores como en los más “alternativos”. De El País a La Sexta, pasando por The Guardian, todos parecen olvidarse de que este líder espiritual no ha cambiado ni una coma del dogma católico, los únicos comentarios algo menos rancios fueron hechos en corrillos sin trascendencia ninguna. La Iglesia sigue siendo excluyente, masculina hasta la médula, y profundamente reaccionaria en cuestiones clave como el derecho al aborto, la libertad sexual o el papel de las mujeres.
Pero la cosa no queda ahí. Mientras el Vaticano presume de «compromiso social», sus trabajadores y trabajadoras carecen de derechos básicos como el de sindicación o negociación salarial. Voces internas y externas revelan condiciones laborales opacas, sueldos bajos y ausencia de protección legal para el personal laico. Porque una cosa es predicar la justicia social y otra dar trigo.
Todo esto en una institución que se rige por reglas divinas, pero vive de privilegios muy terrenales: exenciones fiscales, injerencia política, y una red de poder que llega desde el altar hasta, en el caso de España, los acuerdos firmados entre el Estado español y la Santa Sede de 1979. Con 1.300 millones de fieles y miles de millones de euros en patrimonio, la Iglesia católica no es sólo una religión, es una potencia global que opina de nuestros cuerpos, nuestras familias y nuestras leyes. Y aún así, la crítica profunda sigue siendo un tabú en la esfera pública en nuestro país.
Por eso, desde la izquierda que no se arrodilla ni ante el incienso ni ante el relato edulcorado, decimos alto y claro: no habemus Papa. Habent ellos. Nosotros, nosotras, tenemos memoria, conciencia de clase y un compromiso con la libertad que no cabe en una sacristía. Que se queden con su humo, que nosotras estamos para alumbrar el futuro con fuego propio.
*Por Elsa Campano, Coordinadora de Izquierda Unida Majadahonda.