Nora García •  Opinión •  24/11/2018

La mirada de las hermanas Mirabal ante el fascismo, el racismo y la misoginia

La mirada de las hermanas Mirabal ante el fascismo, el racismo y la misoginia

El 25 de noviembre es el Día Internacional contra la Violencia de Género y esta fecha, la de los asesinatos de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal en la República Dominicana en 1960, tienen un contexto muy parecido al actual, con la ambición capitalista y el avance del fascismo mediante la otredad culpable: migrantes, homosexuales, trans, mujeres y pobres. En Italia con Salvini, en Brasil con Bolsonaro o en Estados Unidos con Trump se repiten los ingredientes en sus políticas reaccionarias con una disciplina patriarcal, homófoba, tránsfoba, nacionalista y racista; y ante eso, tenemos en las calles un feminismo transformador, de clase, anticapitalista, antirracista y ecologista. Un feminismo subversivo e internacionalista que moviliza a millones de mujeres y redefine el sentido común. Por lo que el 25N de 2018 no puede ser una fecha memorialista, ni sólo un grito de rabia y dolor ante el terror que sufrimos las mujeres en todas las partes del mundo. Tenemos que entender que el feminismo no es una lucha estanco sino una mirada que amplía el análisis y aporta soluciones a este sistema que nos oprime, nos explota, nos divide y nos invisibiliza, especialmente en la actual coyuntura mundial en el que la extrema derecha nos amenaza con un período oscuro para todas y todos. Por tanto, la lectura de las violencias contra las mujeres debe ser otra: Ante el avance del feminismo en nuestro Estado, tenemos a Pablo Casado que quiere volver a la ley del aborto de 1985; ante la lucha argentina por el aborto, amanece una menor de edad empalada; ante la reacción de las mujeres por el caso de la manada, hemos sufrido 71 violaciones grupales; ante la lucha campesina por el derecho a la tierra y al cuidado medioambiental, han sido asesinadas lideresas campesinas como Berta Cáceres. Es hora de conectar los puntos y diferenciar el síntoma de la enfermedad.

Para poder ver lo que oculta la punta del iceberg debemos reconocer que el asesinato es la expresión más brutal de la violencia contra nosotras, es el final del camino. Pero para que haya un final, tiene que haber un principio, y para que haya un principio tiene que haber unas premisas. “Érase una vez una niña que quería jugar al fútbol”, “érase una vez una mujer africana que no podía vivir en su país”, “érase una vez una hija que tenía que pagar el alquiler de sus padres…”, érase una vez, mil veces, millones de veces, que las mujeres somos usadas como instrumento de guerra, como mercancía sexual, como objeto inanimado, como las figuras en la sombras o cuestionadas en los periódicos por volver solas a casa. Como decimos en las calles: No es un caso aislado, se llama patriarcado.

Del 25 de noviembre debe emanar la conciencia de que la violencia es estructural y se ejerce desde la Justicia, desde los Presupuestos Generales del Estado, desde los currículos educativos, desde las ofertas de trabajo y desde los comentarios de Facebook. Que el Estado tiene la responsabilidad de proteger a sus ciudadanas y que ya no nos valen los papeles, mientras se permite que el sentido común vea irremediable la pila de cadáveres de mujeres, huérfanos y huérfanas, violadas, prostituidas, explotadas y discriminadas. Ante esto sólo hay una solución: Un nuevo horizonte, que pasa por el análisis estructural de las desigualdades, entendiendo el plural de la palabra violencias y de la palabra mujeres, para luchar todas y todos, con una mirada feminista. Las violencias son ese camino con esquinas en la noche, denuncias en la basura, pastillas anticonceptivas llenas de hormonas y libros sobre la historia de los hombres. Pero siempre en ese camino, hay gente sin miedo, que no aparta la vista de quienes sufren, como las hermanas Mirabal, que nos tienden la mano para avanzar.

“Y la dignidad volvió a salir a la calle, y al año después de sus asesinatos, cayó la dictadura de Trujillo”.

El futuro es nuestro.

Artículo publicado originalmente en Mundo Obrero.


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