Daniel Campione •  Opinión •  19/01/2022

Argentina: Gobierno y oposición: perplejidades y coincidencias

La coalición opositora transita variadas incertidumbres pero es todo el juego “gobierno vs oposición” el que se degrada. La antinomia que suele denominarse “grieta” explica cada vez menos en la política argentina.

Argentina: Gobierno y oposición: perplejidades y coincidencias

En las últimas semanas se han prodigado los signos de falta de cohesión interna y escasa claridad para definir una política de oposición por parte de la coalición opositora Juntos por el Cambio (JXC). El modo de pararse frente al gobierno no tiene una respuesta unívoca y la formulación y difusión de propuestas alternativas tampoco parece avanzar.
 

Las elecciones legislativas del 14 de noviembre proporcionaron a JxC una victoria clara. Pero no fue lo rotunda que habían pensado a la luz de los resultados de las primarias. Y la oposición de derecha acusó el efecto de haber “sobrevendido” su victoria de septiembre, con proyecciones como la de adjudicarse la presidencia de la Cámara de Diputados.

Cuando el 10 de diciembre la nueva integración del Congreso reflejó el triunfo electoral, y también sus límites, los desaciertos se multiplicaron. Se dividió el bloque de la Unión Cívica Radical. Y salieron a la superficie con más fuerza los desacuerdos en el interior de PRO. Entre quienes proponen una oposición frontal al gobierno apostando a su total fracaso y los que apuestan a una mirada más “dialoguista”.

Hasta los medios que suelen apoyar a la coalición opositora manifestaron con fuertes críticas. Incluso desaciertos de coyuntura fueron vituperados por sus periodistas. Tal como la ausencia de un par de legisladores que no permitió frenar un incremento de alícuotas en algunas categorías del impuesto a los bienes personales.

Halcones” y “palomas”.

Lo que aqueja a JxC no es sólo una diferencia táctica acerca de la manera de transitar hacia las elecciones presidenciales de 2023 con más probabilidades de éxito, sino una opción más de fondo.

Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó, entre otros dirigentes, apuestan a buscar los votos del “centro”, alejándose de posiciones radicalizadas y haciendo incorporaciones del tipo de la ya efectivizada de Margarita Stolbizer. Compatibles hasta con cierto tinte “progresista”. En líneas generales, los aliados de la Unión Cívica Radical adhieren a esa perspectiva.

Mauricio Macri, Patricia Bullrich y los integrantes de su “fuerza de choque”, como Fernando Iglesias, Waldo Wolff o Gerardo Milman dirigen su discurso y su acción a afianzar a los votantes habituales y a expandirse hacia la derecha. El reiterado intercambio de halagos entre Macri y Javier Milei remite a la posibilidad de una alianza que neutralice un drenaje de votos hacia la derecha más ultra.

En la suerte de “halcones” y “palomas” puede influir la evolución del humor social de los potenciales votantes de la derecha.

Si prevalece una mirada “pluralista” y “tolerante”, inclinada a que la lucha política siga carriles de apariencia “moderada”, las “palomas” se verán favorecidas en su apuesta.

En cambio, la de Macri, Bullrich y seguidores es una jugada a que se profundice un giro a la derecha, que permita coquetear con la “antipolítica” y convertir a la destrucción definitiva del “populismo” en una bandera de combate.

Alguna vez se ha calificado a PRO de “derecha moderna y democrática”. Al menos en el caso de la “línea dura” esa apreciación se torna más dudosa que nunca.

Asimismo puede haber diferencias en el modo de concebir ciertas políticas públicas. Dirigentes como Rodríguez Larreta o Frigerio aparecen como más proclives a adoptar alguna receta “desarrollista” mientras que los “duros” tienden a atrincherarse en un neoliberalismo “puro”. Éstas no son discrepancias profundas, hasta los papeles podrían invertirse si alguna circunstancia lo impusiera.

La disminución o el abandono por parte del Frente de Todos (FdT) de los impulsos de relativa autonomía respecto al poder del gran capital, lo colocan en una situación de debilidad a la hora de lograr apoyos políticos. Puede sufrir el impacto de la preferencia del “original” versus la “copia”, lo que le haría un favor a la alianza de la derecha.

Si de lo que se trata es de proporcionar un trato amable a la gran empresa, mostrarse confiable frente a los “inversores” y hacer buena letra ante los acreedores y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en particular, JxC es un prospecto mucho más adecuado que el actual oficialismo. No en vano está identificado desde su creación con los intereses de los grandes negocios y con la renuncia anticipada a cualquier tentación “populista”.

La “grieta” en crisis.

La coalición opositora se ve ante la dificultad de continuar con la escenificación del choque frontal de “la grieta”. Se encuentra ante un gobierno cuyas energías están dedicadas a rasguñar un acuerdo con FMI que no lo lleve al desastre; ecuación que se muestra irresoluble. La voluntad “acuerdista” del gobierno no puede sino ser compartida por JxC.

Con su habitual desparpajo el expresidente Macri, afirmó que él acordaría “en cinco minutos” con el organismo internacional. Si no se concretara un pacto con el FMI se le abriría a la coalición opositora una gran oportunidad para torpedear al oficialismo, considerándolo un gobierno “fallido”.

Como era de prever, y se le reprocha desde las esferas oficiales, JxC tiene escasa o nula predisposición a asumir corresponsabilidades en el problema de la deuda. Alguna voz en sentido diferente no logró prevalecer, como la del gobernador Gerardo Morales, quien recordó que el préstamo tuvo origen con Macri como presidente.

La evidencia de que cuando JxC estuvo en el gobierno tomó un crédito impagable no los conmueve. Se remiten a discutir si acuden o no a las reuniones en las que el gobierno mendiga una imagen de “consenso interpartidario” para poder exhibirla ante el Fondo. Algo de efectos prácticos más que dudosos, lo que no quita que la oposición tienda al boicot de esos encuentros.

La creencia en que el principio ordenador fundamental de la política argentina y con ello la expresión de un profundo antagonismo es la contraposición Jxc-FdT muestra hoy su carácter en buena parte falaz y tiende a entrar en crisis.

Una criticada convergencia entre oficialismo y oposición se ha dado en el plano bonaerense a través de la reforma legal que habilitó una reelección más para los intendentes municipales. Fueron vastos los señalamientos de ese acuerdo como un claro exponente del desacople entre las preocupaciones de la élite política y las de la mayoría ciudadana.

El espectáculo de una “clase política” que converge con facilidad sólo a la hora de defender intereses corporativos parece hecho a medida para profundizar el desprestigio de la dirigencia.

También hay acuerdos “por omisión”, JxC no puede tener un discurso crítico hacia un gobierno que pone por delante de todo la búsqueda de ingresos en dólares que garanticen el pago de la deuda y de paso la generación de grandes oportunidades de negocios para compañías agroindustriales, mineras o energéticas.

El núcleo “proempresa” de sus posicionamientos económicos y políticos lo llevan a converger, aunque sea en voz baja, con los emprendimientos gubernamentales en el mismo sentido. La coalición de derecha no puede asumir la crítica a las acciones depredadoras, más allá de algún tinte “ambientalista” muy superficial.

JxC no se priva de cuestionamientos vertebrados en torno a la similitud de las políticas del período 2015-2019 y las actuales. A menudo se escuchan ironías acerca del ajuste a la baja de las jubilaciones, que ha alcanzado puntos más fuertes que el realizado en su momento por el gobierno de Cambiemos.

Más allá de su parcial desorientación y sus desavenencias internas, la coalición opositora tiene facilidades para el cuestionamiento a un gobierno impotente, que no encuentra el modo de mitigar la desilusión creciente que genera. El FdT no puede o no quiere intentar un sendero distinto al reordenamiento del rumbo social al gusto del gran capital local y trasnacional y de los organismos internacionales.

Las voces críticas al interior de la coalición oficialista bien ocupan lugares marginales o adolecen de timidez e imprecisión, como la genérica apreciación del gobernador de la provincia de Buenos Aires de que habría que pensar en otra estrategia para la negociación con el FMI. Los “cambiemitas” no se privan de señalarlas como “incoherencias” y de aducir “falta de seriedad”.

Una perspectiva diferente

Quienes busquen un despliegue antagonista y no “consensual” de la lucha política en Argentina tendrán que pararse sobre el eje del conflicto de clases y no en torno a una “grieta” que se revela cada vez más superficial. Es creciente la evidencia de que gobierno y oposición no albergan proyectos políticos radicalmente contrapuestos

En las últimas semanas las luchas en defensa del medio ambiente han alcanzado un punto alto en el combate contra la autorización a la explotación minera en zonas de Chubut. Y luego con el “atlanticazo” contra la exploración petrolera off shore frente a la costa marítima bonaerense.

Esos reclamos, en un contexto de convergencia “promercado” de las fuerzas políticas mayoritarias, pueden apuntar hacia la toma de conciencia de que no hay soluciones dentro del campo de la política más o menos convencional. Y acerca de que la construcción de una política radicalmente diferente implica de modo necesario la confrontación con el gran capital.


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