Opinión •  15/09/2025

Lo que aprendí en las caceroladas por Palestina

Llevamos ya seis caceroladas en Majadahonda para denunciar el genocidio que sufre el pueblo palestino. Todos los jueves desde principios de agosto hemos gritado alto y claro que ¡Gaza no está sola!, que el silencio ante la masacre televisada no es una opción, que la impunidad del gobierno israelí no puede quedar sin respuesta.

La participación en cada cacerolada ha sido creciente y nos ha permitido encontrarnos en comunidad. Ayer, 13 de septiembre, dimos un paso más resignificando el nombre de la Plaza de la Laguna Vieja como Jardín de Palestina. Un gesto sencillo, pero cargado de simbolismo.

Estas actividades no son solo acciones de protesta, son también vida compartida. Nos permiten reconocernos en lo común y comprobar que no estamos solas ni solos en un municipio que a veces resulta hostil. Cada conversación, cada mirada de complicidad, cada aplauso al ritmo de las cacerolas nos fortalece como comunidad.

Al mismo tiempo, estas semanas me han permitido ver el gran desconocimiento que sigue existiendo sobre lo que ocurre en Palestina. Todavía hay vecinas y vecinos que nos preguntan qué bandera llevamos, sin saber que se está perpetrando un genocidio desde hace casi dos años. He visto jóvenes mirar con extrañeza, incluso reírse mientras tomaban cañas; personas que despreciaban nuestra acción, llegando a tirar al suelo los folletos informativos que alguna compañera repartía; y ayer mismo sufrimos gritos e increpaciones.

¿Por qué les molesta? Entiendo que no todo el mundo se implique activamente en este movimiento solidario, pero cuesta comprender que se enfaden porque denunciemos asesinatos de personas inocentes como miles de niñas y niños o cientos de sanitarios y periodistas. Esta reacción nos confirma algo que ya sabíamos pero que seguimos ratificando: no todas y todos somos iguales en lo que a la convivencia social se refiere. Algunos, demasiados, siguen infiltrando rabia y odio en nuestra sociedad, sin hacer el mínimo esfuerzo por entender que, aunque tal vez seamos minoría, nuestra voz también tiene derecho a ser escuchada y respetada.

Por eso debemos reclamar mesura en las palabras y actitudes de quienes son o pueden ser más influyentes socialmente. No podemos tolerar que responsables políticos lleguen incluso a hablar públicamente decavar la fosa” de un gobierno. Esa deriva es muy peligrosa y quizá fuera necesario que desde la judicatura se actuara de oficio ante semejante incitación a la violencia.

En todo caso seguiremos saliendo a las calles, porque también es nuestro lugar. Con cacerolas, con pancartas, con voces que no van a callar ante el genocidio. Y lo haremos con la convicción de que defender al pueblo de Palestina es defender también la democracia, la vida y la dignidad. Y que Majadahonda forma parte de nuestro espacio, pese a quien pese.

Elsa Campano
Coordinadora de Izquierda Unida Majadahonda


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