Hedelberto López Blanch •  Opinión •  14/05/2020

La pandemia de las transnacionales

La expansión de la pandemia de Sars-Cov-2 ha puesto de manifiesto muchos problemas en este mundo globalizado donde en la mayoría de las naciones impera el sistema neoliberal, con énfasis en la proliferación de las privatizaciones, impuesto por los países capitalistas desarrollados.

Con la propagación del nuevo coronavirus esas compañías han sufrido algunas pérdidas que después de aminorar la enfermedad, las resarcirán con creces debido a los grandes capitales, el financiamiento que poseen y el control que ejercen sobre los países donde están ubicadas.

Los grandes perdedores, como ya se ha hecho habitual desde que se expandieron estos monopolios, son los trabajadores y los países donde se han instalados.

Los primeros porque son ciudadanos que enfrentan una gran explotación capitalista bajo constantes amenazas de despido sin poder recurrir a un sindicato que los representen pues esas organizaciones están prohibidas en esos centros. Los segundos perjudicados son las naciones donde se asientan, ya que extraen sus riquezas y envían las ganancias hacia sus sedes principales.

En reiteradas ocasiones se ha comprobado el poder de estas transnacionales que al tener gran influencia en la economía de un país, presionan a los gobiernos y hasta en ocasiones, cuando no les convienen, ayudan a derrocarlos.

En estos días se han conocido represalias y excesos de varias transnacionales contra empleados que protestan por la desatención sanitaria y la poca protección que le ofrecen los dueños para evitar contagiarse con el coronavirus.

Ante las demostraciones, empresas como Amazon, Walmart o JBS Cactus (especializada en empaque de carnes) expulsaron a varios trabajadores al catalogarlos de “revoltosos”.

En estas tres empresas, decenas de empleados están enfermos con la Covid-19 y siguen trabajando sin las mínimas condiciones de resguardo lo cual aumenta la proliferación del virus entre los que están sanos.

En los dos últimos meses, éstas y otras compañías han cerrado filiales y despedido a numerosos empleados sin que los mismos tengan derecho a una recompensación.

Como se conoce, sus matrices o sedes casi siempre se hallan en naciones desarrolladas como Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Australia y Japón, y en la actualidad también en Brasil, México, India.

Los abundantes capitales y movilidad de que disponen les permiten lanzarse sobre las ventajas que les ofrecen diversos países del mundo y de esa forma obtener fabulosas ganancias.

Bajo las leyes neoliberales, exigen y obtienen facilidades como bajos salarios; impuestos y obligaciones tributarias bajas o nulas; acceso fácil y barato a recursos naturales y energías; normas ambientales, laborales y prebendas financieras permisivas en algunos Estados con sistemas judiciales débiles y vulnerables.

Las transnacionales operan en todos los sectores de los países y en los ámbitos de nuestras vidas. Destacadas en la producción, distribución y venta de alimentos aparecen, Cocacola, Walmart, Monsanto, Cargill, Nestlé, PepsiCo, Mars, Unilever. En la elaboración y expendio de medicamentos e insumos para la salud: Johnson and Johnson, Bayer, Novartis, Pfizer, Roche, Merk.

En las energías y petróleo sobresalen, Exxon-Mobil, BP, Chevron, Shell, Petrobrás, Gazprom, Total y en comunicaciones y tecnología, Apple, Telefónica, Samsung, Microsoft, Facebook.

En la rama del transporte se pueden citar, Daimiel, GM, Volkswagen, Toyota, Alstom, y en Educación y libros, Kroton, Alfaguana, Person, Amazon.

En la industria extractiva y minera, Glencore, BHP Bilinton, Anglo American, y en la banca y fondo de inversiones, HSBC, JP Morgan Chase, Bank of America, Wells Fargo, Citigroup.

En la mala política social que aplican algunos Estados y los beneficios que le otorgan a estas transnacionales, se encuentran los orígenes de la pobreza, exclusión, impunidad, violación de derechos humanos, deterioro del medio ambiente e incertidumbre laboral.

Resulta innegable que las inversiones extranjeras son necesarias para el desarrollo pero deben realizarse con estricto control y sin permitir convenios leoninos en contra de la mayoría de la población.

Un informe del año 2018 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) asegura que las transnacionales extraen de los países hasta el 60 % de las ganancias y solo dejan unas migajas a los gobiernos.

El crecimiento tan marcado de estas utilidades, indica el organismo regional, tiende a neutralizar el efecto positivo que produce el ingreso de la inversión extranjera directa sobre la balanza de pagos.

En los últimos años, con la imposición en América Latina de gobiernos dóciles a Estados Unidos se han incrementado las privatizaciones a favor de esas poderosas compañías que lejos de ayudar a los ciudadanos los impulsan al desempleo, al hambre y la miseria.

Medios de prensa hegemónicos y organismos financieros internacionales han propagandizado en estos días que las transnacionales han sufrido grandes pérdidas por la covid-19 pero no dicen que como tienen gran control mundial sobre productos de consumo, alimentación, medicinas, vestuario, transporte, recursos energéticos y hasta del agua, sus riquezas crecerán rápidamente tras la eliminación de la pandemia, mientras millones de personas padecerán más hambre y pobreza si los gobiernos no son capaces de ayudarlos.
 


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