DD.HH. Derechos políticos. Brasil: Ecuanimidad o barbarie
El reciente asalto a la institucionalidad y la democracia brasileñas por parte de seguidores del ex presidente Jair Bolsonaro, se enmarca en aspectos de alto impacto social desde el ejercicio político: El vasallismo, la desinformación y la polarización. Todas, fórmulas que impactan negativamente los derechos civiles y políticos de los brasileños, generando ondas de impacto regional.
Por ello, o se recupera la ecuanimidad en el marco legal existente o mediante medidas extraordinarias a que haya lugar lícitamente en este contexto, o se permite la continuidad de la barbarie concretada en las acciones de asalto masivo a los poderes públicos, que reportaron diversos mass media. La opción escogida, será -prospectivamente- un precedente decisivo para el ejercicio desde el Palacio de Planalto. (1).
El Alto Comisionado de la ONU para los DD.HH, Volker Türk, lo condenó, describiéndolo en estos términos: “fue la consumación de la constante distorsión de los hechos y de la incitación a la violencia y al odio por parte de actores políticos, sociales y económicos que vienen alimentando un clima de desconfianza, división y destrucción al rechazar el resultado de unas elecciones democráticas”. (2).
De cara a estos sucesos, los seguidores del “bolsonarismo” vulneran el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) ratificado por el Estado brasileño el 24 de enero de 1992, que en su artículo 25 garantiza el voto y la libre expresión del electorado. Asimismo, violan el respeto a dicha expresión con base en el principio de autodeterminación establecido en el artículo 1 del documento. (3).
Sin embargo, trascendiendo el marco regulatorio, la garantía del derecho político de quienes decidieron escoger a “Lula” y quienes votaron por otra opción, ahora se funda en la transformación profunda del Estado brasileño en función de desmovilizar la confrontación como estrategia, política que apuntó a la desaparición de las conquistas sociales históricas, que son derechos humanos irrenunciables.
Goldstein, A. (2018) en su artículo científico “Bolsonaro y la estrategia política de polarización: de la campaña a la presidencia”, lo alertaba en sus conclusiones: El bolsonarismo apuntó a “refundar” los “alineamientos políticos” en Brasil. Así, según expone, durante el “lulismo” la división se estableció “entre ricos y pobres” y luego, entre “el Brasil auténtico” y de costumbres tradicionales, y un Brasil “rojo” y “poco respetuoso de las costumbres tradicionales”. (P.262). (4).
De acuerdo a esta indagación, “(…) Bolsonaro ha utilizado la polarización como una herramienta política clave. Sin la sociedad polarizada que fue emergiendo durante los gobiernos del PT, dividida regional y políticamente en términos del lulismo versus anti lulismo, su victoria no hubiera sido posible”. (P.262). (4).
El investigador advertía explícitamente lo que hoy es una terrible realidad: “el estilo bolsonarista de construcción política polarizante representa, hacia el futuro, una afrenta a la concertación que demandan amplios sectores sociales y profundiza su aislamiento político”. (P.262). (4).
Así avizoraba –comparativamente- el destino de este viraje en curso: “se pasa de un clivaje asentado en una nominación política de las categorías económicas a un clivaje asentado en lo moral. De este modo, la situación se emparenta a lo que ocurre en Estados Unidos, donde la polarización ha aumentado de forma exponencial acorde a las diferencias de visión y percepción del mundo concebidas como “guerras culturales” entre republicanos y demócratas”. (P.262). (4).
Esas conclusiones no sorprenden. La historia política reciente en Brasil lo evidencia. En brasildefato.com.br lo exponen en boca del historiador Murilo Cleto, quien al analizar el “impeachment” contra la ex presidenta Dilma Ruseff, concluye que aumentó la desconfianza de la población en la clase política brasileña y profundizó el colapso constitucional: “Estamos en un escenario de instituciones completamente disfuncionales”.(s/n). (5).
Para Cleto, “la clase política dejó muy claro que cualquier cosa valía para que sus intereses prevalecieran en el juego político”, lo que ayudó a fortalecer a “autoritarios” y “demagogos”. (s/n). El historiador destaca la incidencia mediática: “En 2015, la cobertura de las protestas que pedían el impeachment de Dilma fue fundamental para varias estaciones de radio y televisión, que también convocaron los actos”. (s/n). (5).
A su juicio, “además del rol activo de los medios corporativos, participaron también actores y órganos del Poder Judicial, quienes luego continuaron la Operación Lava-Jato, que hoy se reconoce por haber actuado de manera parcial e irregular, agravando la crisis política y el futuro de Brasil durante años, como en el pasado caso de la acusación del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva”. (sic). (5).
A este respecto, Osvaldo Coggiola, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de São Paul explicó a brasildefato.com los giros políticos tras lo que llamó la “colusión” que llevó a juicio a Rouseff: «hubo una injerencia directa del poder militar en el resultado de este golpe, tanto en el impeachment a Dilma como en la detención de Lula». (sic).(5).
Finalmente, destaca -a su juicio- el objetivo real tras los hechos: “(…) reemplazar 15 años de gobierno de conciliación de clases con una agenda política neoliberal. Reemplazar ese gobierno de conciliación de clases por un gobierno de ataque directo a las conquistas sociales de los trabajadores, del pueblo en general. No sólo las que se habían obtenido durante los gobiernos de Lula, sino todas las acumuladas en Brasil (…)”. (sic). (5).
Las opciones frente a los hechos son evidentes: Ecuanimidad y reivindicación social o barbarie.
Referencias:
1. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-64205936
https://www.dw.com/es/brasil-un-intento-de-golpe-anunciado/a-64329211
https://www.pagina12.com.ar/515391-brasil-el-ministerio-publico-pidio-investigar-a-tres-legisla
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