COESPE •  Opinión •  08/06/2025

La insaciable ambición del Complejo Industrial Militar y la subordinación de los gobiernos

La insaciable ambición del Complejo Industrial Militar y la subordinación de los gobiernos

El 5 de junio de 2025, los ministros de Defensa de la Unión Europea se reunieron en Bruselas como antesala de la próxima cumbre de la OTAN, que tendrá lugar los días 24 y 25 de junio en La Haya. El objetivo, ya sin disimulos: presionar a los Estados miembros para que aumenten su gasto en defensa hasta alcanzar el 5 % del PIB. La cifra no es casual, ni simbólica: es una exigencia directa del poder militar-industrial transatlántico, disfrazada de responsabilidad colectiva.

Ese mismo día, el secretario de Defensa de Estados Unidos afirmó que todos los países de la OTAN deben comprometerse con ese nivel de gasto “como reconocimiento de la naturaleza de la amenaza”. Añadió que “el poder duro es lo que realmente disuade”, y que esta carga no puede recaer únicamente sobre EE. UU. A su lado, Mark Rutte —ahora secretario general de la Alianza— respaldó sin titubeos esa postura: “El objetivo de gasto se fijará según las capacidades militares necesarias.”

El mensaje es transparente: la maquinaria militar exige más dinero público, más contratos, más obediencia. Y lo hace sin rodeos, sabiendo que los gobiernos europeos están dispuestos a ceder, incluso a costa del bienestar de sus pueblos.

¿A costa de qué?

La ciudadanía paga impuestos para que se garantice la salud, la educación, la vivienda, la seguridad social, los servicios públicos y los derechos humanos. No para alimentar una industria cuyo único producto es la muerte.

La OTAN se está imponiendo no como un Tratado de colaboración o una Alianza, sino como un supra gobierno. Nadie ha delegado su soberanía en defensa en esa institución, nadie le ha dado poderes para decidir los presupuestos por encima de los parlamentos nacionales. Los representantes de los gobiernos en la OTAN traicionan a sus Constituciones, Parlamentos y electores.

Están traicionado sus compromisos electorales y su adhesión a una Europa Social, con un cambio radical de prioridades que nadie ha votado. Pretenden justificar su sometimiento al Complejo Militar alegando que este aumento del gasto no afectará a las partidas sociales. Lo niegan con descaro, como si la aritmética básica no existiera.

Si un gobierno tiene ingresos limitados y opera con presupuestos prorrogados desde 2023, todo aumento desorbitado en una partida implica inevitablemente recortes en otras. No hace falta ser economista ni físico nuclear para entenderlo. Basta con no querer ser engañado.

Ya lo vivimos antes. Cuando se rescató a la banca con fondos públicos, se aseguró que “no costaría ni un euro a la ciudadanía”. Han pasado 15 años, y los bancos han devuelto exactamente 0,00 euros. Ni un céntimo. Incluso tras el cambio de gobierno y las promesas solemnes de que “los bancos devolverán hasta el último céntimo del rescate”, la cifra sigue siendo la misma: 0,00.

Una realidad ignorada

Mientras los altos funcionarios de Defensa, ministros y burócratas de la OTAN debaten cuántos miles de millones más dedicarán a armamento, la población española se enfrenta a otras amenazas, mucho más reales y cercanas:
• Un mercado de la vivienda disparado, que impide a millones de personas acceder a un hogar digno.
• Una sanidad pública colapsada, con listas de espera interminables y personal exhausto.
• Una educación pública al borde del colapso, con aulas masificadas, edificios en mal estado y recursos insuficientes.

• Una conciencia colectiva contraria a las guerras, al gasto militar, y al genocidio cometido por Israel contra el pueblo palestino.

Estas son las prioridades de la ciudadanía. No las armas. No los tanques. No las guerras.

¿Quién nos defiende de nuestros defensores?

En ocasiones, una pregunta se impone por sí sola:

¿En qué planeta viven estos ministros y gobiernos miembros de la OTAN?

¿Qué amenaza perciben ellos que no ve el 90 % de la población?

Mientras ellos planifican escenarios bélicos y aumentos presupuestarios, los pueblos exigimos paz, justicia social y democracia real. Y como ellos no quieren escuchar, nosotras y nosotros seguiremos alzando la voz:
• En las calles, en las redes, en las plazas.
• Contra el saqueo silencioso disfrazado de “gasto en defensa”.
• Contra las guerras que no son nuestras, pero se libran con nuestras vidas, con nuestro dinero y con nuestras esperanzas.

No olvidamos, no nos rendimos.

Nos tratan como si no pensáramos, como si no recordáramos. Pero tenemos memoria, experiencia y dignidad. Por eso, nunca aceptaremos un aumento del gasto militar que solo traiga precariedad, muerte y destrucción a las clases populares, mientras engorda las cuentas bancarias de los dueños del Complejo Industrial Militar.

Seguiremos gritando:
“Vuestras guerras, no con nuestros muertos.” “No a las guerras.”

Y seguiremos enseñando a nuestras hijas e hijos a desconfiar de los falsos profetas del miedo, de quienes solo saben prometer seguridad a cambio de sangre.

¡Gobierne quien gobierne los servicios públicos, los derechos y las pensiones públicas se defienden!


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