Pablo Martínez-Juarez / Xataka •  Ciencia •  31/05/2022

Sabíamos desde hace tiempo que nuestro corazón «se arregla» a sí mismo. Ahora sabemos mejor cómo

Sobrevivir a un ataque de corazón deja secuelas en el tejido de este órgano muscular. Como hace con las heridas, nuestro propio cuerpo cuenta con un sistema para limpiar la lesión y sentar las bases de la recuperación. La clave está en los macrófagos, unas células del sistema inmunitario encargadas de hacer la limpieza, pero cuya labor en la recuperación es más compleja. Un equipo de investigadores norteamericanos ha estudiado cómo actúan estos macrófagos, paso imprescindible de cara a mejorar la atención de aquellos que padecen este tipo de eventos a lo largo de su vida.

Sabíamos desde hace tiempo que nuestro corazón «se arregla» a sí mismo. Ahora sabemos mejor cómo

Macrófagos y VEGFC. El Sistema inmune, más concretamente el sistema linfático tiene un papel central en la recuperación de un corazón después de un infarto. Después de éste los macrófagos, unas células de nuestro sistema inmune cuya función habitual es destruir bacterias y regular las respuesta inflamatoria produciendo citocinas, acuden al lugar para trabajar. Solo que en esta ocasión su objetivo es “comerse” el tejido muscular dañado por el infarto. A este proceso se le denomina eferocitosis.

Pero la labor de los macrófagos no termina ahí según ha descubierto el equipo, y es que, tras empezar su labor de limpieza, los macrófagos permiten la aparición de una proteína llamada factor de crecimiento endotelial vascular (VEGFC). Esta sustancia, explica Edward Thorp, uno de los investigadores responsables del estudio, “dispara la formación de nuevos vasos linfáticos y promueve la curación”.

No todos los macrófagos son iguales. El estudio también marca una diferencia entre lo que los autores llaman macrófagos “buenos” y “malos”. Los primeros serían aquellos que inducen el factor VEGFC, mientras que los segundos serían macrófagos que no están relacionados con la aparición de esta proteína pero que sí desatan una respuesta inflamatoria en el corazón que a la larga termina siendo perjudicial. Según explica Guillermo Oliver, coautor del estudio, es importante prevenir que estos macrófagos “malos” causen más daños.

El valor del nuevo conocimiento. Un infarto aumenta la probabilidad de futuros problemas en el corazón, especialmente insuficiencias cardiacas, en las cuales el órgano simplemente no es capaz de hacer su trabajo de manera lo suficientemente eficaz. Hoy en día la medicación es la única alternativa, pero entender mejor el proceso de curación del corazón puede ayudar a los médicos a facilitar la recuperación de los pacientes.

De los ratones a los humanos. El grupo que ha trabajado en este descubrimiento ha trabajado con células de ratones para poder desarrollar su modelo de cómo trabajan estos macrófagos, pero esperan que sus descubrimientos puedan ayudar en los procesos de rehabilitación cardíaca, para poder “intervenir temprano y reactivar el curso de la reparación cardiaca” explica Oliver.

La clave estaría en hallar la manera de fomentar la presencia de los “macrófagos buenos” a la vez que se reduce o elimina completamente la presencia de los “malos” tras un infarto. Thorp menciona también la posibilidad de administrar directamente la proteína VEGFC a los pacientes para acelerar este proceso.

Rehabilitación cardiaca La rehabilitación es una parte importante del proceso para salir de un infarto, y en ella intervienen factores no solo fisiológicos sino también psicológicos. Según la Fundación Española del Corazón, ésta tiene tres fases, empezando por el ingreso hospitalario, una fase post-hospitalaria de aprendizaje y adaptación y una tercera en la que el paciente será el que implemente lo aprendido. Esta última fase se extiende hoy por hoy durante toda la vida del paciente. Las mejoras en este proceso pueden por tanto tener un gran impacto sobre la calidad de vida de los pacientes. Sin embargo, siempre debe recordarse que la prevención es lo primero.

Imagen | Jesse Orrico

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Fuente: xataka


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