Federico Rubio Herrero •  Memoria Histórica •  03/01/2020

La muerte de Lenin (Recuerdos de Wilhelm Pieck, 1878-1960. Miembro fundador del P.C. Alemán. Primer Ministro de la RDA en 1949)

El mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Moscu. Una larga fila espera que den las cinco en el reloj de la torre del Kremlin. El Mausoleo se abre solo por una hora. Junto a Lenin, dormido para siempre, desfilan diariamente obreros y campesinos.

La muerte de Lenin (Recuerdos de Wilhelm Pieck, 1878-1960. Miembro fundador del P.C. Alemán. Primer Ministro de la RDA en 1949)
22 de enero de 1924. Moscu, en una habitación del hotel Lux. Son las 10.30 de la mañana. Suena el teléfono. Un amigo me pregunta si es cierto que Lenin ha dejado de existir, que murió ayer por la tarde. No, eso no puede ser cierto. Un día antes había escuchado yo que su salud mejoraba. Sin pensarlo mucho, le telefoneó a Clara Zetkin para informarme de ello. Clara no sabía aún nada. Temian decírselo por miedo a las consecuencias que pudiera tener. Unos minutos después Clara, con voz sollozante, me dice que es cierto. Lenin ha muerto. Las calles se llenan inmediatamente de gente apenada. Los obreros, hombres y mujeres, se desplazan en torrentes de las fábricas al centro de la ciudad. La muchedumbre permanece en pie, silenciosa, agobiada por el aplastante peso de la desgracia acontecida.
 
23 de enero de 1924. La casa de Gorki donde ha muerto Lenin. A hora y media de tren desde Moscu. Por la mañana temprano se han reunido aquí dirigentes y activistas del PC (b) de Rusia y de la Komintern y sus secciones. Una gruesa capa de nieve cubre la llanura. Es un claro y gélido día de invierno. 
Lenin descansa en su féretro en la habitación en que ha muerto. Una palidez de cera cubre su rostro, cuyos rasgos se han agudizado y en el que no ha quedado casi ninguna arruga. Es difícil hacerse a la idea de que ya no está entre los vivos. En silencio, con lágrimas en los ojos, llevan su cuerpo hombres forjados en los combates de la guerra civil. La multitud apenada marcha tras su jefe fallecido por el estrecho sendero que atraviesa los campos nevados y lleva a la estación. Jóvenes y viejos permanecen de pie a todo lo largo de la via férrea. Resuenan emocionantes los acordes de la marcha fúnebre rusa.
Moscu. Cientos de miles de personas avanzan en interminable torrente hacia la Casa de los Sindicatos, en cuya suntuosa sala está el catafalco con el cuerpo de Lenin. Viejos bolcheviques, amigos íntimos y compañeros de armas de Lenin montan las primeras guardias de honor. Entre ellos están los miembros del Buro Politico. La camarada Krupskaya permanece junto al cadáver del que fue su compañero de vida. El frío es espantoso. Más de 20 grados bajo cero. Muchedumbres inmensas avanzan día y noche hacia el centro de la ciudad, y permanecen horas y horas en la calle. Las llamas de las hogueras se elevan al cielo para calentar un poco a la gentes ateridas de frío. Durante cuatro días y cuatro noches, centenares de miles de personas desfilan, en interminables columnas, ante el cadáver de Lenin. Todo esto es insoportablemente penoso.
 
26 de enero de 1924. La sesión necrológica del II Congreso de los Soviets de la URSS. El Gran Teatro, con su amplio patio de butacas y sus cuatro pisos, está repleto de diputados. En el ancho escenario se hallan los miembros del Comité Ejecutivo Central. La camarada Krupskaya pronuncia unas sencillas palabras, que resuenan sublimes, actuando con fuerza conmovedora y provocando alarmante emoción. Habla Kalinin; hablan representantes de los Soviets: obreros y campesinos, hombres y mujeres. Luego los participantes en el Congreso desfilan junto al ataúd de Lenin, apenados por la preocupación del mañana.
 
27 de enero de 1924. La Plaza Roja. En el centro junto a los muros del Kremlin, esta yacente Lenin. Las cuatro de la tarde. Salvas de artillería…. aúllan las sirenas de las fábricas. Toda Rusia contiene la respiración. El entierro de Lenin. En la inmensa plaza están hombro con hombro, obreros, campesinos y soldados rojos llegados de todos los confines del país. Sobre la plaza resuena, en potente coro, la marcha fúnebre rusa » Vosotros caisteis en lucha fatal». Esta continua resonando en mis oídos cuando, por la noche, iba ya en el tren que me conducía a Alemania.
 
10 de noviembre de 1925. El mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Moscu. Una larga fila espera que den las cinco en el reloj de la torre del Kremlin. El Mausoleo se abre solo por una hora. Junto a Lenin, dormido para siempre, desfilan diariamente obreros y campesinos. Si los hombres no han tenido el arte y los conocimientos suficientes para conservarlo la vida a Lenin, ahora hacen todos los esfuerzos para conservar su cuerpo. Bajo la cúpula de Cristal duerme Lenin el sueño eterno. ¡Pero su causa vive!.

Vadimir Ilich Lenin /