“Seguimos en pie. A pesar del miedo y la violencia seguimos soñando con una realidad distinta», Laura Zuniga (hija de Berta Cáceres)
Greenpeace realizado un encuentro de prensa con la hija de Berta Cáceres y con Gustavo Castro, activista testigo del crimen. En dos años han asesinado al menos a 340 activistas medioambientales y de derechos humanos, uno cada poco más de dos días. La ONG de derechos humanos Global Witness y Greenpeace piden el fin de la impunidad de los crímenes contra activistas y la paralización de los proyectos dañinos para el medio ambiente y las comunidades locales. Esta tarde, Laura Zúñiga Cáceres, hija de la activista hondureña Berta Cáceres, recogerá el premio Artemio Precioso que otorga Greenpeace España a personas destacadas por su labor medioambiental y en defensa de la paz
“Hay muchos como yo, que estamos viviendo el dolor por el asesinato de nuestros padres y nuestras madres. Pero seguimos en pie, en Honduras el pueblo continúa luchando, defendiendo su vida. Sigue con alegría. Y seguimos soñando, a pesar del miedo y la violencia, seguimos soñando con una realidad distinta con justicia para todos y para todas”. Con estas palabras ha cerrado su intervención en el encuentro de prensa, organizado por Greenpeace Laura Zuniga, hija de la activista hondureña asesinada Berta Cáceres.
Defender el medio ambiente y los derechos humanos puede tener un alto coste. En muchos lugares del mundo incluso la vida. Berta Cáceres encabeza una larga lista de asesinatos contra activistas medioambientales y defensores de los derechos humanos. Según las cifras de organizaciones como Global Witness, en dos años han asesinado a más de 340 activistas en el mundo, uno cada poco más de dos días.
“Lejos de ir a mejor, la situación empeora año tras año. Proyectos mineros, hidroeléctricos, forestales o agroindustriales, entre otros, traen consigo la persecución y a menudo criminalización de las personas que se oponen a ellos”, ha explicado Laura Furones de la organización Global Witness. “La corrupción y la connivencia entre Estado y empresas hace posible esta situación, caracterizada por una casi absoluta impunidad. Los autores intelectuales, es decir, quienes ordenan los asesinatos, rara vez acaban en los tribunales. Y aún ante tanta adversidad, los activistas siguen trabajando incansablemente para proteger el planeta que todos habitamos. Tenemos una obligación humana y moral de apoyarles y defenderles”.
Para destacar la labor de todas aquellas personas que defienden el medio ambiente y los derechos humanos, aún a riesgo de su vida, Greenpeace está llevando a cabo la campaña ‘El precio del activismo’. En ella se incluye la entrega del premio Artemio Precioso a la memoria de Berta Cáceres, que tendrá lugar esta tarde a las 19:30 en la Casa de América de Madrid y que recogerá su hija Laura.
Berta Cáceres, un ejemplo de lucha
Berta Cáceres era una mujer indígena Lenca y una de las defensoras de derechos humanos más conocidas en Honduras, que, desde hace 20 años, había defendido el territorio y los derechos del pueblo Lenca. Berta se enfrentó -y a menudo derrotó- a madereros ilegales, dueños de las plantaciones, corporaciones multinacionales y proyectos de represas que cortaban los suministros de alimentos y agua a las comunidades indígenas. Antes de su asesinato, acumulaba una larga lista de amenazas y ataques a su persona. En 2015 recibió el Premio Goldman, conocido como el “Nobel Verde”, por su labor.
Su homicidio, la noche del 2 de marzo de 2016, despertó una gran ola de solidaridad y repulsa en la sociedad civil. Berta, feminista y defensora de los derechos humanos, fue asesinada como resultado de su campaña para paralizar la construcción de la presa de Agua Zarca. Infraestructura que, de llevarse a cabo, sería la causante directa de la destrucción de bosques nativos y territorios indígenas en Honduras.
“No se puede pensar a Berta Cáceres como persona individual. Una de las cosas más importantes es que era un símbolo, que representaba a una organización, a un pueblo. Cuando se busca asesinar a mi madre, se busca asesinar ese símbolo de lucha, de rebeldía. Un símbolo que nos sigue incitando a imitarlo, a pensar nuestro futuro, a seguir soñando. Y a seguir enfrentándonos a las diversas empresas que atentan contra nuestra vida y la vida del planeta”, ha añadido Zuniga.
Necesidad de medidas contra la impunidad
En el caso de Berta Cáceres, como en muchos de los asesinatos de defensores y defensoras de los derechos humanos, prima la impunidad. Aunque hay detenidos por la autoría del crimen, no ha habido ninguna detención por la autoría intelectual y todavía se está esperando la celebración del juicio.
Como ha solicitado el relator de la ONU sobre defensores de derechos humanos, la investigación de este asesinato sigue pendiente de la creación de una comisión independiente e internacional. Esta comisión es imprescindible para que se investige en profundidad las relaciones entre los inculpados y detenidos y el poder político y económico en Honduras.
“A más de un año de sus asesinato seguimos viendo cómo los que pagaron y se beneficiaron con este asesinato, con generar este terror siguen impunes. Nosotros seguimos trabajando con eso e intentando acabar con esta impunidad que también es la puerta abierta a seguir los atentados y la violencia contra los luchadores y luchadoras. Necesitamos que ante casos de asesinato se actúe de manera fuerte para generar precedentes y eso no ha pasado”, explica Zuniga.
Para concluir, Mario Rodríguez, director de Greenpeace España ha señalado la importancia de seguir denunciando las agresiones medioambientales y sociales y la labor fundamental del activismo en esta lucha: “Es importante dar voz al activismo y que no se pierda. Creemos que la presión sí es efectiva porque las empresas y bancos europeos están preocupados por su imagen, no quieren que se vea si financian proyectos destructivos. Nuestro objetivo es sacar los colores a estas empresas”.