Decrecimiento Profundo y R/evolución VegAnarQueer: Desmontando la Farsa Supremacista del Decrecentismo Actual
El muy necesario movimiento internacional del Decrecimiento – del que se ha visto recientemente una muestra en las Jornadas Beyond Degrowth organizadas en el Congreso de los Diputados, que propugna revertir una economía del crecimiento que, desde al menos 1972, sabemos que nos lleva al abismo – adolece de los mismos males que la casi totalidad de movimientos eco-socio-animales: ignorar la radicalidad de la crisis eco-socio-animal, así como sus causas profundas y las principales respuestas necesarias, quedándose en medidas cosméticas y parches paliativos, a causa, sobre todo, de un supremacismo humano no reconocido que impone una psicosis y ceguera generalizada y que parece abocarnos a una extinción inminente. A continuación exponemos los temas que el decrecentismo debería abordar frontalmente y que sin embargo, ignora.
…
En primer lugar, urge reconocer la radicalidad de la crisis: cualquiera que estudie con un mínimo de seriedad las cuestiones sintetizadas en informes del clima y biodiversidad de la ONU y otros organismos puede comprender que la tendencia actual nos aboca durante este siglo a un escenario incompatible con la vida humana y de millones de otras especies. Además, está el esperable colapso de la civilización industrial-digital debido a la escasez de recursos y la imposibilidad de sostenerla. Tal tendencia solo se acelera en la actualidad, aun más de lo temido.
En segundo lugar, urge reconocer la raíz histórica profunda de dicha crisis y el entrelazamiento de formas de dominación. Por un lado, apremia corregir la visión deformada de que la causa principal de la crisis climática sean los combustibles fósiles y el capitalismo, pues la industria más destructiva es la alimentaria de explotación animal, como reconocen innumerables informes institucionales. El auge de la explotación de animales y plantas dio lugar desde el Neolítico a una delirante explosión demográfica humana, al tiempo que empeoró las condiciones de vida de las sociedades nómadas de recolector*s-cazador*s, como reconoce la teoría antropológica de la Sociedad Próspera Original. Con la propiedad de animales y la tierra rugieron todas las desigualdades sistémicas entre human*s y para con les no human*s, así como la disrupción de ecosistemas, pero esa destrucción ha sido denominada “Progreso”. En un abrir y cerrar de ojos evolutivo se sustituyó simbiosis y biodiversidad (que son los verdaderos pilares de ley de la evolución, no la lucha individual como dice el Neodarwinismo) por separaciones y monocultivos (de animales humanos y no humanos, plantas, microbios y materias) destinados a la acumulación homogénea y puramente cuantitativa. Esto ha interrumpido los procesos de la Biosfera desatando la más rápida extinción masiva de la historia terrestre. Todo ello tiene grandes implicaciones a la hora de extender la crítica más allá del capitalismo y hacia toda forma de explotación sistémica, incluida toda forma de sedentarismo.
En tercer lugar, es acuciante reconocer las respuestas necesarias, que resumimos en tres, y exponemos por orden de prioridad en relación con su potencial impacto a corto y medio plazo ante la crisis y que son también los fundamentos de la propuesta VegAnarQueer.
- La transición a dietas y sistemas agroalimentarios sin explotación animal: dado el impacto devastador de esta industria en los ecosistemas terrestres y colapso climático, el holocausto planetario que supone, y su impacto en la salud y desigualdad humana, es la medida más urgente y más fácil de implantar, pero sin embargo se elude y silencia desde el propio ecologismo, debido al supremacismo humano imperante y al omnipresente lobby ganadero-alimentario que defiende aberraciones como la supuesta sostenibilidad de la ganadería extensiva.
- El decrecimiento profundo en toda forma de consumo, producción, extractivismo y desecho debe abordar, aparte de lo ya mencionado en la alimentación, transformaciones profundas en todos los sectores de la vida (vivienda, transporte, energía, bienes del hogar, electrodomésticos, tecnología digital, consumo de contenidos, cultura del espectáculo) hacia culturas a veces llamadas “humildes” o “descalzas”, de reducción, reutilización, reparación, reciclaje y de compartir, que implican ya un cuestionamiento de la narrativa emancipadora que asocia mejor vida a más posesiones materiales, más viajes y viviendas, más tecnología y más productos de explotación animal. Frente a esto se viene enarbolando la idea de que “menos es más”: se trata de entender que la comodidad es una atrofia y que podemos recuperar formas de vida más enriquecedoras con un foco, no solo en lo local, sino en el cuerpo y la experiencia sensible. Esto a la larga no admite medias tintas e implica un desmantelamiento, no solo del capitalismo, del comunismo productivista y del Estado (cuyo fin desde su surgimiento no es otro que la gestión integral de la acumulación) sino de toda forma de sedentarismo y propiedad, recuperando las formas de vida de sociedades nómadas que coevolucionan de forma no disruptiva con unos ecosistemas que tardarán miles de años, o millones, en regenerarse, con una resilvestración integral de la Tierra, y que será la única forma realista de sobrevivir considerando que en la inestabilidad climática que viene la agricultura misma será inviable. Todo ello solo puede hacerse desde dinámicas colectivas autoorganizadas y un anarquismo radical.
- Todo lo anterior es inviable sin abordar el tabú de la superpoblación con una antinalismo voluntario y queer que desmantele el opresivo dogma reproductivista del heteropatriarcado, movilice otros parentescos y cuidados queer y transespecie, empezando por poblaciones ricas y países ricos y siguiendo un principio de diversidad. Eludir este tabú es condenarnos a un genocidio en el que es previsible que muera durante este siglo la humanidad casi al completo, pues hay ya cerca de 4.000 millones (según los informes más aceptados sobre la Crisis Climática, los del IPCC) de personas condenadas a la hambruna para 2050 y después muchas más. La antropología nos muestra que la única forma sostenible de vivir, que no supone una disrupción de la biosfera sino que contribuye a la biodiversidad, es la que tuvimos durante la mayor parte de nuestra historia, antes de empezar a provocar extinciones masivas mediante la caza ya en el paleolítico: bastante menos de un millón de población global de recolector*s nómadas.
Ello implica una Teoría de Cambio Profundo que supone desmontar la fragmentación de movimientos eco-socio-animales con una interseccionalidad profunda. Estas propuestas, y su fundamento teórico, se desarrollan más a fondo en el Libro Metacuerpos y la trilogía Ontohackers.
En realidad, más que una «vuelta atrás» al Paleolítico en sentido estricto, se plantea deshacer la anomalía histórica de la era de la explotación, y reaprender a vivir en coevolución simbiótica con el total de lo viviente, teniendo en cuenta los errores pasados, pues hemos aprendido que el origen de todas las injusticias fue exterminar, explotar y dominar a los demás animales, las plantas, los ecosistemas y la Tierra, ignorando el respeto y la consideración que por derecho les correspondían y que subyace a la sostenibilidad y florecimiento de los ecosistemas, manifestándose que la dominación es un fenómeno contraevolutivo que no favorece el florecimiento de la vida, sino que crea extinción masiva.
Pero nada de esto se quiere ver, ¿por qué? Ya lo decíamos antes: por el supremacismo humano imperante en las políticas humanas, que sumerge a la humanidad entera en una burbuja de psicosis colectiva y negacionismo.
Dejémoslo claro: Los movimientos que ignoran y silencian estos temas clave reproducen los cimientos del supremacismo humano y cooptan el lugar de una verdadera alternativa, dejándonos sin futuro.
Desde Rebeldes Indignadas hacemos un llamamiento a salir de esta burbuja, dejarnos de ponerle tiritas al Titanic que se hunde y sacar los botes salvavidas. La buena noticia es que la transformación propuesta es enriquecedora y gozosa. Ampliamos así el lema decrecentista de “menos es más”, a “mucho menos es mucho” más: menos riqueza material-cuantiativa y más riqueza experiencial-cualitativa, con un retorno al cuerpo en movimiento que llevamos milenios atrofiando, reaprendiendo a vivir de forma nómada, con los ecosositemas, en comunidades donde la política sea menos abstracción verbal y más moverse junt*s (literalmente la danza coral y las dinámicas de bandada o enjambre), deshaciendo la fatal alienación sensorial que nos ha convertido en un animal fallido; donde volvamos a ser solo una más de los 8,7 millones de especies en coevolución regenerativa con los ecosistemas, es la condición sine qua non de una gran transformación que se podría haber activado hace tiempo pero que tocará hacer, quienes queramos y podamos, durante el colapso que viene.
Urge, pues ante todo, una nueva narrativa emancipadora para el total de lo viviente, y con ella nuevas prácticas de vida que pongan el foco, no en la acumulación cuantitativa y homogénea sino en la diversificación cualitativa: de movimientos, percepciones, comportamientos, relaciones, afectos, experiencias, ecosistemas. Para ello es preciso desarrollar técnicas concretas.
Aferrarnos en el proceso a las cosas que han causado el desastre, con visiones cortoplacistas, falsamente posibilistas, o paliativas, sería un error. Tampoco es admisible el Negacionismo. ¿Quién quiere seguir en el Matrix de ilusiones supremacistas a punto de colapsar, o ya colapsadas? ¿Y quién se une al llamamiento para ver el desierto de lo real creado y regenerarlo?